Haitianos pierden las esperanzas
El país tiene años de estar atrapado en ciclos de disfunción política y económica, pero muchos haitianos dicen que la actual crisis es peor que cualquier otra que hayan experimentado.
- Kirk Semple
- - Publicado: 31/10/2019 - 03:00 pm
LÉOGÂNE, Haití — Al pequeño hospital le quedaba oxígeno para un día y tenía que decidir quién lo recibiría: los adultos que se recuperaban de derrames cerebrales o los recién nacidos del área de neonatal. La crisis política de Haití había obligado este terrible dilema: uno de los incontables dramas en una nación llevada al borde del colapso.
Una lucha entre el presidente Jovenel Moïse y un creciente movimiento de oposición que exige su destitución ha llevado a manifestaciones violentas y calles cerradas con barricadas en todo el país, creando una emergencia cada vez mayor.
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Atrapados en la parálisis nacional, directivos del Hospital Sainte Croix se veían obligados a elegir quién podría vivir y morir. Por fortuna, un camión cargado con 40 tanques de oxígeno logró llegar en el último minuto.
“Todos los días, las cosas se ponen más difíciles, día tras día”, dijo el Archidiácono Abiade Lozama, de la Iglesia Episcopal de Haití, propietaria del hospital.
Aunque el país tiene años de estar atrapado en ciclos de disfunción política y económica, muchos haitianos dicen que la actual crisis es peor que cualquier otra que hayan experimentado. Las vidas que ya eran sumamente difíciles, aquí en el país más pobre del Continente Americano, se han vuelto aún peores.
Semanas de disturbios alrededor de Haití, junto con una corrupción desenfrenada y problemas económicos, han llevado a precios exorbitantes, una desintegración de los servicios públicos y una creciente sensación de inseguridad. Al menos 30 personas han muerto en las manifestaciones en las últimas semanas, incluyendo 15 a manos de la Policía, de acuerdo con las Naciones Unidas.
“No hay esperanzas en este país”, dijo Stamène Molière, de 27 años, secretaria desempleada en Les Cayes. “Ya no hay vida”.
La escasez de gasolina empeora cada día. Los hospitales han cerrado o reducido los servicios. El transporte público ha sido interrumpido. Empresas han cerrado. La mayoría de las escuelas ha estado cerrada desde principios de septiembre, dejando ociosos a millones de niños. Los despidos laborales generalizados han complicado la pobreza crónica. Muchos haitianos con los medios para huir se han marchado, mientras que la mayoría que se queda simplemente trata de averiguar dónde conseguirá sus siguientes comidas.
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La actual crisis es una culminación de más de un año de protestas violentas, y el producto, en parte, de la acrimonia política que se ha apoderado de la Nación desde que Moïse, un empresario, asumió el cargo en febrero del 2017, tras una elección que estuvo mancillada por retrasos, alegatos de fraude y una abismal participación electoral.
La indignación por los alegatos de que el Gobierno desvió miles de millones de dólares que estaban destinados a proyectos de desarrollo proporcionó el ímpetu para las protestas. Los líderes de la oposición han pedido la renuncia de Moïse. Las protestas se intensificaron a principios de septiembre, paralizando a la capital, Puerto Príncipe. Moïse se ha mostrado desafiante, al decir que renunciar sería “irresponsable”.
Sin transporte público, Alexis Fritzner, de 41 años, un guardia de seguridad que gana unos 4 dólares diarios, camina 16 kilómetros para ir a trabajar a una fábrica en Puerto Príncipe, y otros tantos para regresar. Dijo que no le han pagado en más de un mes, aunque sigue yendo por temor a que lo despidan.
“No hay más opciones”, declaró.
Les Cayes, la ciudad más poblada del sur de Haití, ha quedado incomunicada de la capital. Sufrió un apagón general de casi dos meses. La compañía de energía empezó a distribuir la electricidad de nuevo a principios de este mes, aunque en incrementos diminutos.
El Archidiácono Lozama, de 39 años, que supervisa una parroquia en Les Cayes, dijo que los manifestantes le prohíben celebrar servicios. “No podríamos abrir las puertas”, declaró. “La gente quemaría la iglesia”.
En una reciente visita a La Savane, uno de los barrios más desolados en Les Cayes, un joven se abrió la camisa para dejar al descubierto una herida de bala en su hombro. Otro mostró dónde una bala había alcanzado su pierna. Culparon a la Policía.
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Venise Jules, de 55 años, afanadora en una escuela y madre de Molière, la secretaria, dijo que toda su familia había votado por Moïse.
“Él dijo que todo cambiaría”, recordó. “Tendríamos comida en la mesa, tendríamos electricidad las 24 horas, tendríamos empleos para nuestros hijos y subirían los sueldos”.
Jules ha estado sin trabajo durante semanas. Dijo que su desesperación la ha llevado a considerar el suicidio.
En una noche reciente, se sentó con Molière, que empezó a llorar en silencio. Al ver sus lágrimas, Jules también comenzó a llorar.
“No es sólo que tengamos hambre de pan y agua”, dijo Molière. “Tenemos hambre del desarrollo de Haití”.
Harold Isaac y Meridith Kohut brindaron reportes.
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