Faltan turistas, sobran langostas
El efecto del virus en el comercio de langostas es el indicio más reciente de la forma en que la enfermedad trastorna todos los rincones de la economía.
- Thomas Gibbons-Neff
- - Publicado: 22/7/2020 - 06:00 am
AGUAS FRENTE A LA COSTA DE MAINE — Mientras se detenía junto a una de sus jaulas para langostas, marcada con una boya de color rojo y amarillo en la bahía de Penobscot, Mike Hutchings extrajo varios de los crustáceos que contribuirían a su pesca de 60 kilos ese día. Era un botín decente, pero su evaluación sobre la temporada de pesca era sombría: “La peor que se ha vivido”.
Hutchings y otros pescadores de langostas deberían estarse preparando para un día de pago importante al tiempo que la combinación de visitantes de fuera del Estado, los cruceros, el clima más cálido y una profusión de langostas convergían para generar ganancias inesperadas para la temporada.
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Mas al igual que muchos negocios por todo Estados Unidos, la industria de la langosta en Maine, que conforma la mayoría de los ingresos por pesca que produce el Estado todos los años, se ve golpeada por el coronavirus.
El problema para Hutchings es simple: demasiadas langostas y poca gente para comerlas. Eso ha hecho que el precio de las langostas se desplome.
Luego está el aumento en la temperatura de las aguas de la región, impulsado por el cambio climático, que ha reubicado las áreas de langostas lejos de la costa.
El efecto del virus en el comercio de langostas es el indicio más reciente de la forma en que la enfermedad trastorna todos los rincones de la economía.
Típicamente, más de 30 millones de personas visitan Maine cada año. La mayoría llega en los meses de verano por el agradable aire de la costa de Nueva Inglaterra, así como por la langosta, una especialidad costosa que es un elemento de rigor de las comidas para turistas.
Pero el virus y las estrictas restricciones de cuarentena de Maine han descarrilado el comercio turístico.
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Para Hutchings, de 66 años, cuyas manos están maltratadas tras pescar en las aguas de Maine durante más de 50 años, el efecto de la pandemia se reduce a si puede ganar suficiente dinero para que su barco siga siendo rentable. Sus gastos incluyen cebo, combustible y los salarios de su tripulación.
En junio, Hutchings dijo que estaba vendiendo bogavantes en alrededor de 10 dólares el kilo, más o menos la mitad del precio de hace un año.
El mes pasado, el presidente Donald J. Trump ordenó a funcionarios que brindaran asistencia a la industria de la langosta, que él dijo había sido blanco de aranceles de represalia de China.
Los aranceles de represalia de Beijing a la langosta estadounidense por poco paralizan las exportaciones. En el 2019, las exportaciones de langosta de Maine a China cayeron un 48.24 por ciento.
Fundy Spray, el barco de 12 metros de eslora de Hutchings, es uno de los dos barcos que ahora usa para su trabajo. Un día, Hutchings colocó sus 800 trampas en el agua por si acaso aumentan los precios.
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Mientras partía, el viento cobró intensidad y salió el sol. Sobre la rítmica marcha del motor de su barco y el parloteo ocasional en la radio náutica, Hutchings murmuraba lo que fácilmente podría haber sido una mantra para Maine.
“Si eres pescador, tienes que hacer que funcione”, decía. “Es lo que haces”.
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