En una guerra para combatir el coronavirus, los países pobres son los más afectados
La competencia por los recursos se ha convertido rápidamente en un ejercicio de torcer el brazo, dijo Catharina Boehme, directora ejecutiva de la Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores.
- Jane Bradley
- - Actualizado: 02/5/2020 - 08:44 am
Mientras Estados Unidos y países de la Unión Europea compiten por adquirir el escaso equipo médico para combatir el coronavirus, otra brecha inquietante está surgiendo, con los países más pobres perdiendo contra los más ricos en la rebatiña global por mascarillas y materiales de pruebas.
Las empresas fabricantes han informado a científicos en África y América Latina que los pedidos de kits de prueba no podrán ser surtidos hasta dentro de meses, porque casi toda la producción se destina a Estados Unidos o Europa. Todos los países reportan incrementos significativos en los precios, desde los kits de prueba hasta las mascarillas.
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“Se libra una guerra tras bambalinas y lo que más nos preocupa es que los países más pobres pierdan”, dijo Catharina Boehme, directora ejecutiva de la Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores, que colabora con la Organización Mundial de la Salud (OMS) para ayudar a que los países menos favorecidos consigan acceso a pruebas médicas.
Para los países más pobres, Boheme dijo que la competencia por los recursos se ha convertido rápidamente en un ejercicio de torcer el brazo. Los líderes de “todos los países” están llamando en persona a los directores ejecutivos de manufactura para exigir acceso a suministros vitales. Algunos gobiernos han ofrecido enviar jets privados.
Amilcar Tanuri, en Brasil, no puede ofrecer jets privados. Tanuri dirige los laboratorios públicos de la Universidad Federal de Río de Janeiro, la mitad de los cuales están “sin hacer nada” porque, dijo, los reactivos químicos que necesitan para procesar las pruebas de laboratorio están siendo enviados a países más adinerados.
Brasil es el país de América Latina más afectado a la fecha, con más de 39 mil casos confirmados y al menos 90 mil pruebas pendientes de revisar. “Si compramos algo que llegará en 60 días será demasiado tarde”, dijo Tanuri. “El virus va más rápido de lo que nosotros podemos ir”.
Tras reportar su primera muerte el 27 de marzo, Sudáfrica actuó con celeridad al imponer una cuarentena y anunciar visitas a domicilio que hasta ahora han resultado en pruebas realizadas a 90 mil personas.
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Sudáfrica cuenta con más de 200 laboratorios públicos, una red impresionante que supera a la de países más ricos como Gran Bretaña.
Pero, como Brasil, depende de los fabricantes internacionales para conseguir los suministros necesarios para procesar las pruebas.
“Tenemos la capacidad para realizar pruebas a gran escala, pero estamos aquejados por el hecho de que los materiales de prueba, los reactivos, no han estado llegando”, dijo Francois Venter, un experto en enfermedades infecciosas.
Un representante de la industria dijo que no hay escasez de reactivos químicos, pero que estaban ocurriendo demoras porque la enorme demanda estaba rebasando al sistema.
“Los fabricantes no sólo quieren vender a los países ricos”, dijo Paul Molinaro, jefe de suministros y logística de la OMS. “Quieren diversificar, pero tienen toda esta demanda competitiva de diferentes gobiernos”.
A principios de mes, el presidente Donald J. Trump de Estados Unidos, invocó la Ley de Producción de Defensa para prohibir la exportación de mascarillas a otros países y exigió que las empresas estadounidenses aumenten la producción de insumos médicos.
Una empresa estadounidense que fabrica mascarillas, 3M, respondió advirtiendo de “significativas implicaciones humanitarias” si dejaba de suministrar mascarillas a América Latina y Canadá. La compañía y la Administración Trump llegaron a un acuerdo para continuar exportando a países en desarrollo.
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El mes pasado, Europa y China introdujeron sus propias restricciones a la exportación de pruebas y equipos de protección.
Zambia está al inicio de su curva epidemiológica, pero ya batalla para conseguir mascarillas, así como materiales de pruebas, dice Charles Holmes, miembro de la junta directiva del Centro de Investigación de Enfermedades Infecciosas en Zambia.
Cuando Zambia intentó hacer un pedido de mascarillas N95, dice el doctor Holmes, el proveedor intentó venderlas “de 5 a 10 veces” más caras que el costo habitual, a pesar de que se reveló que las mascarillas habían vencido en 2016. Dice que los fabricantes han dicho a los funcionarios de Zambia que no pueden garantizar una fecha de entrega.
“Una infección con un virus respiratorio altamente transportable en cualquier lugar del mundo pone en riesgo a todos los países”, dijo Holmes. “Las naciones ricas no sólo tienen la obligación de velar por los países en problemas, sino también deben tener algún interés propio en asegurarse de que la pandemia sea contenida en los países en desarrollo”.
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