Empeora la escasez alimentaria global a causa de la pandemia
- Abdi Latif Dahir
Los confinamientos nacionales y las medidas de distanciamiento social están acabando con el empleo y los ingresos, y es probable que trastoquen la producción agrícola y las rutas de suministro, lo que hace que millones de personas estén preocupadas por cómo obtendrán lo suficiente para comer.
NAIROBI, Kenia — En la barriada más grande de la capital de Kenia, personas desesperadas por comer provocaron una estampida durante una reciente entrega de harina y aceite de cocinar, lo que dejó a veintenas de heridos y dos muertos.
En India, miles de trabajadores hacen fila dos veces al día para obtener pan y vegetales fritos para mantener a raya el hambre.
Y en toda Colombia, los hogares pobres cuelgan prendas y banderas rojas en sus ventanas y balcones como señal de que tienen hambre.
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“No tenemos dinero y ahora necesitamos sobrevivir”, dijo Pauline Karushi, que perdió su empleo en un negocio de joyas en Nairobi, y vive en dos cuartos con su hijo y otros cuatro parientes. “Eso significa no comer mucho”.
La pandemia del coronavirus ha causado hambre en millones de personas en todo el mundo. Los confinamientos nacionales y las medidas de distanciamiento social están acabando con el empleo y los ingresos, y es probable que trastoquen la producción agrícola y las rutas de suministro, lo que hace que millones de personas estén preocupadas por cómo obtendrán lo suficiente para comer.
El coronavirus a veces ha sido llamado un ecualizador porque ha enfermado tanto a ricos como a pobres, pero las cosas en común terminan cuando se trata de alimentos.
“El coronavirus ha sido todo menos un gran ecualizador”, dijo Asha Jaffar, una voluntaria que llevó comida a familias en la barriada de Kibera en Nairobi después de la estampida fatal. “Ha sido el gran revelador, abriendo el telón de la división de clases y exponiendo lo profundamente desigual que es este país”.
Ya 135 millones de personas enfrentaban una grave escasez de alimentos, pero ahora con la pandemia, 130 millones más podrían pasar hambre en el 2020, dijo Arif Husain, economista en jefe del Programa Mundial de Alimentos, una agencia de la ONU.
“Nunca hemos visto algo así antes”, dijo Husain. “No era una imagen bonita para empezar, pero esto lo vuelve un territorio verdaderamente sin precedentes e inexplorado”.
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El mundo ha experimentado severas crisis de hambre antes, pero fueron regionales y causadas por un factor u otro: clima, recesión económica o guerra. Esta crisis, señalan los expertos, es global y es causada por una multitud de factores vinculados a la pandemia y la subsecuente interrupción del orden económico: la repentina pérdida de ingresos para millones de personas que ya vivían al día; el colapso de los precios del petróleo; la escasez de divisas al no haber turismo; trabajadores extranjeros que no tienen para enviar remesas a sus países, y problemas en curso como el cambio climático, la violencia, desplazamientos de poblaciones y desastres.
Desde Honduras hasta Sudáfrica e India, ya han estallado protestas y saqueos en medio de frustraciones por confinamientos y preocupaciones por el hambre. Más de 368 millones de niños han perdido las comidas y bocadillos nutritivos que normalmente reciben en la escuela.
No hay escasez de alimentos a nivel mundial ni hambruna en masa a causa de la pandemia, todavía. Pero los problemas de logística en la siembra, la cosecha y el transporte de alimentos dejarán desprotegidos a los países pobres en los próximos meses, en especial a los que dependen de las importaciones, señaló Johan Swinnen, director general del Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias en Washington. Si bien el sistema de distribución de alimentos en las naciones ricas está organizado y automatizado, dijo, los sistemas en los países en desarrollo “emplean mucha mano de obra”, lo que hace que “estas cadenas de suministro sean mucho más vulnerables al COVID-19 y a las regulaciones de distanciamiento social”.
Es probable que la situación de seguridad alimentaria para los pobres se deteriore de manera significativa. Esto es particularmente cierto para economías como la de Sudán y Zimbabue, que ya batallaban antes del brote, o para otras, como la de Irán, que han utilizado cada vez más los ingresos del petróleo para financiar bienes críticos como alimentos y medicinas. En Venezuela, la pandemia podría asestar un golpe devastador a millones de personas que ya viven en el mayor colapso económico del mundo fuera de tiempos de guerra.
Los trabajadores asalariados en India enfrentan un futuro donde el hambre es una amenaza más inmediata que el virus.
Es probable que los refugiados y las personas que viven en zonas de conflicto sean los más afectados. Los toques de queda y las restricciones a la movilidad ya están devastando los escasos ingresos de las personas desplazadas en Uganda y Etiopía, la entrega de semillas y herramientas agrícolas en Sudán del Sur y la distribución de ayuda alimentaria en la República Centroafricana. Las medidas de contención en Níger, que alberga a casi 60 mil refugiados que huyen del conflicto en Mali, han provocado aumentos en el precio de los alimentos, reporta el Comité Internacional de Rescate.
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La pandemia también está desacelerando los esfuerzos para hacer frente a la plaga de langostas que ha devastado pastizales y cultivos en el Este y el Cuerno de África, con la interrupción en el suministro de pesticidas.
En Colombia, los residentes del estado costero de La Guajira han empezado a bloquear carreteras para llamar la atención a su necesidad de alimentos. En Sudáfrica, manifestantes han irrumpido en puestos de comida de vecindarios y se han enfrentado a la Policía. Incluso alimentos obsequiados como caridad pueden exponer a las personas al virus cuando se aparecen multitudes.
Para mitigar el impacto de la crisis, algunos gobiernos están fijando los precios de los alimentos, entregando comida gratis y planeando enviar transferencias de dinero a los hogares más pobres.
En una tarde reciente, Jaffar y un grupo de voluntarias recorrieron Kibera, llevando artículos como azúcar, harina, arroz y toallas sanitarias a docenas de familias. Ella inició la campaña tras escuchar muchas historias de familias que decían que se iban a dormir con hambre.
Ha llegado a 500 familias. Pero con todas las peticiones de ayuda, dijo Jaffar, “eso es una gota en el océano”.
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