El arte llena el vacío de muchas personas en la cuarentena
- Robb Todd
“Algunos de nosotros finalmente tenemos tiempo para hacer arte, y este es el arte que estamos haciendo: cuidadosamente posadas, entre sombras y con aplicación experta de filtros”, escribió la novelista Diana Spechler.
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“Las imágenes de autopistas abandonadas nos dan un vistazo de un universo posthumano”, observó una escritora. Foto / Dmitry Kostyukov para The New York Times.
El arte, tanto su creación como su consumo, ayuda a la gente a sentirse menos sola. Y mucha gente se está sintiendo sola hoy en día.
¿Pero acaso tomarse una selfie desnudo es arte? En la era del coronavirus y el distanciamiento social, tal vez sí.
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“Más allá de nuestro WiFi, no tenemos mucho en cuanto a conexión”, escribió la novelista Diana Spechler, en The New York Times. “Muchos de nosotros estamos solos y vivimos en espacios pequeños. Carecemos de las distracciones a las que estamos acostumbrados y de las rutinas de las que dependemos. Pero algunos de los autorretratos más famosos resultaron de una escasez de recursos”.
Rembrandt se pintó a sí mismo porque no tenía dinero para un modelo. Frida Kahlo lo hizo porque estaba postrada en cama.
Las “selfies” se volvieron algunas de sus creaciones más importantes. Y aunque aún continua con fuerza el debate sobre qué distingue a la pornografía del arte, las circunstancias actuales alteran los límites de esa discusión, escribió Spechler.
“Algunos de nosotros finalmente tenemos tiempo para hacer arte, y este es el arte que estamos haciendo: cuidadosamente posadas, entre sombras y con aplicación experta de filtros”, escribió. “No se trata de instantáneas burdas de la cintura para abajo tomadas bajo luz fosforescente, con medio rollo de papel higiénico en segundo plano”.
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En el último mes, Megan O’Grady, quien escribe sobre arte para The Times, notó una tendencia diferente durante el confinamiento: la ausencia de cuerpos. Para ella, las imágenes más potentes de la cuarentena muestran un mundo sin nosotros. Times Square en Nueva York está desierto, igual que la Torre Eiffel en París, el Taj Mahal en India y muchos otros de los lugares más bulliciosos y emblemáticos del mundo.
“Las imágenes escalofriantes de autopistas abandonadas nos pegan duro, porque nos dan un vistazo a un futuro posible, un universo posthumano, el mundo construido sin quienes lo construyeron”, escribió.
La gente podría sentirse tentada a imaginar este virus invisible como un juicio contra el capitalismo y la arrogancia estadounidense, escribió O’Grady, y subrayó que será la responsabilidad de maestros, periodistas y artistas hacer que la gente lo vea y reaccione a ello.
Una artista, quien también resulta ser doctora, está haciendo eso ahorita en Boston.
“Esto se siente por primera vez como si realmente hay una amenaza para mí como médico”, dijo Elizabeth Mitchell a The Times.
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Tras una caminata luego de un largo turno en la sala de urgencias, notó un narciso floreciendo, y la inspiró a escribir un poema que yuxtapone la belleza de la primavera con la calamidad de cines y estantes de supermercado vacíos, así como el peligro de su trabajo. También lee poesía a residentes médicos para ayudarlos a mejorar su habilidad de escuchar.
El arte también ayudó a Olivia Laing, una autora, a superar una larga racha de soledad.
“Todos estamos separados unos de otros, atrapados dentro de las paredes de nuestro propio espacio doméstico, la versión del siglo 21 del ermitaño medieval”, escribió en The Times.
Pero la soledad tiene sus beneficios, añadió, como el intensificar la percepción y arraigar nuestra humanidad en común.
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