El agua de Venezuela es un peligro para la salud
- Anatoly Kurmanaev e Isayen Herrera
Los científicos encontraron que alrededor de un millón de residentes estaban expuestos a suministros contaminados, poniéndolos en riesgo de contraer virus transmitidos a través del vital líquido.

La choza de ladrillos en las afueras de la capital de Venezuela está atestada de palanganas, jarras y tinas. El agua que contienen debe durar una semana para la familia de ocho miembros —pero no es suficiente para lavar los platos o bajarle al sanitario con frecuencia, así que la cocina está llena de ollas grasosas y la casa huele a orina rancia.
Y nada del agua es tratada, haciendo que la diarrea y los vómitos sean un suceso habitual.
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“Prácticamente vivimos en el baño”, dijo Yarelis Pinto, la madre de familia. Su hija embarazada, Yarielys, estaba sentada cerca, pálida y letárgica, recuperándose de su ataque de diarrea más reciente, a sólo un mes de dar a luz.
En Venezuela, una economía deteriorada y el colapso de la infraestructura estatal significan que el agua llega irregularmente —y beberla es riesgoso. La actual tasa venezolana de mortalidad infantil por diarrea, estrechamente relacionada con la calidad del agua, es seis veces mayor que hace 15 años, indica la Organización Mundial de la Salud. Pero el Gobierno dejó de publicar datos oficiales sobre la salud pública hace años.
Así que The New York Times comisionó a investigadores de la Universidad Central de Venezuela para recrear el estudio sobre la calidad del agua que habían realizado para la compañía de agua paraestatal en Caracas de 1992 a 1999. Los científicos encontraron que alrededor de un millón de residentes estaban expuestos a suministros contaminados, poniéndolos en riesgo de contraer virus transmitidos a través del agua.
“Esto es una epidemia potencial”, expresó José María De Viana, que dirigió Hidrocapital, el servicio público de agua de Caracas, hasta 1999.
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En el estudio más reciente, 40 muestras fueron tomadas de los principales sistemas de agua de la capital y sometidas a pruebas en busca de bacterias y cloro, que mantiene segura el agua. El estudio también analizó fuentes de agua alternativas usadas por los residentes de la ciudad durante los recortes. Un tercio de las muestras no cumplía con las normas nacionales.
Esto debería haber requerido que Hidrocapital emitiera una alerta sanitaria. Pero el Gobierno de Venezuela no ha emitido ninguna alerta al menos desde que el Partido Socialista del presidente Nicolás Maduro asumió el poder hace 20 años.
El estudio sobre el agua encargado por The Times mostró que el principal sistema de suministro de agua, que proporciona alrededor del 60 por ciento del agua de la capital, estaba particularmente afectado. Más de la mitad de las muestras tomadas del sistema principal de agua tenía cloro insuficiente; casi dos tercios de las muestras tenían niveles de bacterias que excedían las regulaciones.
La evidencia basada en encuestas recopilada por los grupos de defensa de la salud locales muestra una correlación entre el abasto de agua en declive del país y el aumento en enfermedades transmitidas por el vital líquido. La incidencia de hepatitis A, una infección del hígado, subió a 150 veces el nivel normal en Terrazas del Ávila, un barrio de clase media, tras un recorte de agua.
El estudio también halló bacterias excesivas en la mayoría de las fuentes de agua alternativas usadas por los caraqueños que fueron analizadas, como manantiales en las faldas de las montañas y el agua vendida en tiendas.
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La crisis económica ha cerrado la única planta de cloro de Venezuela por meses enteros. Las bombas de agua, las plantas de tratamiento, las estaciones de inyección de cloro y los embalses han sido abandonados a medida que al Estado se le acababa el dinero y los trabajadores capacitados, afirmaron siete gerentes anteriores y actuales de Hidrocapital que pidieron el anonimato.
Hasta el 2015, Dorka López administró una planta de tratamiento de agua en La Guaira. El proceso de purificación de la planta se redujo luego de que un deslizamiento de lodo dañó la planta, señaló.
Poco a poco, la planta dejó de someter a pruebas la calidad del agua. “Ya no tratábamos el agua, simplemente la enviábamos”, dijo.
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