Controlan incendios con método aborigen
Los programas pioneros de incendios defensivos en el norte de Australia tomaron forma en los 80 y 90, cuando grupos aborígenes se mudaron de vuelta a sus tierras de origen. Despobladas durante décadas, esas tierras habían sufrido. Incendios enormes estaban diezmando especies y dañando pinturas en piedra.
- Thomas Fuller
- - Publicado: 30/1/2020 - 12:00 pm
COOINDA, Australia — En un momento en que están ardiendo tramos extensos de Australia, Violet Lawson nunca está lejos de un cerillo.
En los bosques que rodean su hogar en el extremo norte del país, ella prende cientos de pequeños incendios al año.
Estas prácticas aborígenes tradicionales, que reducen la maleza que puede avivar incendios más grandes, están atrayendo nueva atención mientras que Australia enfrenta un futuro ardiente.
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En el curso de la última década, los programas de prevención de incendios, principalmente en tierras aborígenes en el norte de Australia, han reducido los destructivos incendios forestales a la mitad.
Organizaciones que practican la quema defensiva han percibido 80 millones de dólares bajo el sistema nacional de comercio de derechos de emisión al tiempo que han disminuido en un 40 por ciento las emisiones de gases invernadero de incendios forestales en el norte.
Estos programas ahora están siendo tomados como un modelo que podría ser adaptado para salvar vidas y hogares en otras regiones de Australia, así como en partes del mundo propensas a incendios tan disímiles como California y Botswana.
“El fuego es nuestra herramienta principal”, dijo Lawson, mientras inspeccionaba un área recién quemada donde los pastizales se habían reducido a ceniza, pero los árboles a su alrededor estaban intactos.
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Los programas de prevención de incendios, que originalmente recibieron licencias gubernamentales en el 2013, ahora cubren un área tres veces la extensión de Portugal. Uno de los objetivos de los antiguos métodos aborígenes es reducir la maleza y demás combustible que acelera los incendios dañinos.
Los indígenas, al echar mano de incendios de baja intensidad y precisamente cronometrados, incendian sus propiedades de forma intencional.
Quienes han estudiado las técnicas aborígenes dicen que podrían ser adaptadas en otros lados.
Victor Cooper, un ex guardabosques en el norte de Australia, encendió hace poco un montoncito de corteza resquebrajada para demostrar el tipo de incendio que arde en temperaturas lo suficientemente bajas para evitar daño a plantas delicadas que son alimento para animales.
Los incendios preventivos deben avanzar poco a poco, no arder sin control. Deben ser cronometrados de acuerdo a la temperatura del aire, las condiciones del viento y la humedad, así como de acuerdo a los ciclos de vida de las plantas. Las tradiciones aborígenes del norte giran en torno al monzón, con tierra quemada tramo por tramo.
Este año, Cooper recibirá certificación para incorporarse al programa de créditos de carbono. El dinero percibido mediante ese sistema ha incentivado la custodia de la tierra y ofrecido cientos de empleos en comunidades aborígenes, donde las tasas de desempleo son elevadas.
Quienes participan en el programa dicen sentirse frustrados porque otras partes del país se han mostrado renuentes a adoptar los incendios preventivos.
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“Tengo muchos amigos en otras partes de Australia que no pueden hacerse a la idea de que el fuego es una herramienta útil, que no todo el fuego es igual y que puedes manejarlo”, dijo Andrew Edwards, experto en incendios en la Universidad Charles Darwin, en el norte de Australia.
Los programas pioneros de incendios defensivos en el norte de Australia tomaron forma en los 80 y 90, cuando grupos aborígenes se mudaron de vuelta a sus tierras de origen. Despobladas durante décadas, esas tierras habían sufrido. Incendios enormes estaban diezmando especies y dañando pinturas en piedra.
“La tierra estaba fuera de control”, afirmó Dean Yibarbuk, un guardabosques cuyos patriarcas indígenas lo animaron a buscar soluciones.
Yibarbuk, hoy presidente de Warddeken Land Management, una de las organizaciones participantes más grandes, da empleo a 150 guardabosques aborígenes.
“Tenemos mucha suerte en el norte de poder mantener nuestras prácticas tradicionales”, afirmó.
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