¿Cómo terminan las pandemias?
Dicen los historiadores que las personas se cansan tanto de las restricciones, que declaran la pandemia terminada, incluso cuando el virus siga latente, antes de que se encuentre una vacuna o un tratamiento efectivo.
- Gina Kolata
- - Actualizado: 25/5/2020 - 10:03 am
De acuerdo con historiadores, las pandemias suelen tener dos tipos de finales: el médico, cuando la incidencia y las tasas de mortalidad se desploman, y el social, cuando el miedo cae.
“Cuando las personas preguntan: ‘¿cuándo terminará esto?’, están preguntando sobre el final social”, dijo Jeremy Greene, historiador de medicina en la Universidad Johns Hopkins, en Maryland.
En otras palabras, un final puede ocurrir no solo porque una enfermedad ha sido vencida, sino porque la gente se cansa del pánico y aprende a vivir con ella.
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Allan Brandt, historiador de la Universidad de Harvard, dijo que algo similar estaba sucediendo con el COVID-19: “como hemos visto en el debate respecto a abrir la economía, muchas cuestiones sobre el ‘fin’ no son determinadas por datos médicos y de salud pública, sino por procesos sociopolíticos”.
Una epidemia de miedo puede ocurrir incluso sin enfermedad. Susan Murray, del Royal College of Surgeons, en Dublín, lo vio de primera mano en el 2014 cuando era becaria en un hospital rural en Irlanda. En los meses anteriores, más de 11 mil personas en África Occidental habían muerto a causa del ébola. La epidemia parecía estar disminuyendo y no habían ocurrido casos en Irlanda, pero el miedo era palpable.
“En la calle y en los hospitales, la gente está ansiosa”, recordó recientemente Murray en un artículo publicado en The New England Journal of Medicine. Cuando un joven llegó a la sala de urgencias procedente de un país con pacientes con ébola, nadie quería acercarse a él.
Murray escribió que solo ella se atrevió a tratarlo, pero el cáncer que padecía estaba tan avanzado que todo lo que ella pudo ofrecer fue cuidado paliativo. Unos días después, las pruebas confirmaron que no tenía ébola y murió.
“Si no estamos preparados para combatir el miedo y la ignorancia de manera tan vigorosa y cuidadosa como luchamos contra cualquier otro virus, es posible que el miedo pueda causar un daño terrible a personas vulnerables, incluso en lugares que nunca ven un solo caso de infección durante un brote. Y una epidemia de miedo puede tener consecuencias mucho peores cuando se complica por cuestiones de raza, privilegios e idioma”, escribió Murray.
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La peste bubónica ha golpeado varias veces en los últimos 2 mil años, alterando el curso de la historia. La pandemia medieval empezó en 1331 en China. La enfermedad, junto con una guerra civil en ese entonces, mató a la mitad de la población de China. Avanzó por rutas comerciales a Europa, África del Norte y Medio Oriente. En los años entre 1347 y 1351, mató al menos a un tercio de la población europea.
Esa pandemia terminó, pero la peste volvió. Un brote inició en China en 1855 y se extendió por todo el mundo, matando a más de 12 millones sólo en India.
No está claro qué hizo que la peste disminuyera. En Estados Unidos, las infecciones son endémicas entre los perros de las praderas en el suroeste y pueden ser transmitidas a personas. Los casos son raros y pueden ser tratados con antibióticos, pero aún provocan miedo.
La viruela tuvo un final médico. Pero es excepcional: hay una vacuna que brinda protección de por vida; el virus, Variola minor, no tiene huésped animal, y sus síntomas son obvios, lo que permite cuarentenas eficaces. Los infectados desarrollaban fiebre, luego una erupción que se convertía en puntos llenos de pus, que se volvían costra y se caían, dejando cicatrices. Mataba a tres de cada 10 enfermos. El último en contraerla de forma natural fue Ali Maow Maalin, cocinero de un hospital en Somalia, en 1977. Se recuperó.
La gripe de 1918 mató a entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo. Las víctimas eran desde adultos jóvenes hasta personas de mediana edad, dejando niños huérfanos, matando al sostén de la familia y a tropas durante la Primera Guerra Mundial.
En 1918, William Vaughan fue enviado al Campo Devens, cerca de Boston. Vio “cientos de jóvenes robustos, que pronto tenían rostros con un tono azulado, una tos preocupante con flemas manchadas de sangre. Por la mañana, los cadáveres están apilados en la morgue cual leña”, escribió.
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Tras arrasar en el mundo, esa gripe se convirtió en una variante de la gripe más benigna que surge cada año. También tuvo un final social. La Primera Guerra Mundial había terminado; la gente estaba lista para un nuevo comienzo.
¿Pasará eso con el COVID-19? Una posibilidad, dicen los historiadores, es que las personas se cansen tanto de las restricciones, que declaren la pandemia terminada, aun cuando el virus siga latente, antes de que se encuentre una vacuna o un tratamiento efectivo.
El reto es que no habrá una victoria repentina, dijo Brandt. Tratar de definir el final de la epidemia “será un proceso largo y difícil”.
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