Abundan teorías conspirativas por la pandemia
- Max Fisher
Las afirmaciones de que el virus es un arma biológica extranjera, un invento partidista o parte de un complot para reconfigurar a la población, son algunos de los rumores que abundan a nivel mundial.
El coronavirus ha dado lugar a una andanada de teorías conspirativas, desinformación y propaganda, erosionando la confianza pública y socavando a los funcionarios de salud de maneras que podrían alargar la pandemia o perdurar una vez que ésta haya pasado.
Las afirmaciones de que el virus es un arma biológica extranjera, un invento partidista o parte de un complot para reconfigurar a la población han remplazado a un virus irracional con villanos más familiares y comprensibles. Los rumores de curas secretas —cloro diluido, apagar los dispositivos electrónicos, comer plátanos— prometen la esperanza de la protección contra un virus que ha cobrado más de 130 mil vidas a nivel mundial.
La creencia de que uno está enterado de conocimiento prohibido brinda una sensación de certidumbre y control en medio de una crisis que ha puesto de cabeza al mundo. Y compartir ese “conocimiento” puede dar a la gente algo que es difícil de encontrar tras semanas de encierro y muerte: un sentido de agencia.
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“Tiene todos los ingredientes para llevar a la gente a teorías conspirativas”, afirmó Karen Douglas, psicóloga social en la Universidad de Kent, en el Reino Unido.
Afirmaciones inverosímiles son propagadas por gente común cuyas facultades críticas parecen simplemente nubladas por sentimientos de confusión e impotencia, dicen los psicólogos.
Publicaciones en Instagram que se compartieron extensamente sugerían de manera infundada que el coronavirus fue planeado por Bill Gates para beneficio de las compañías farmacéuticas. En América Latina han proliferado rumores de que el virus fue creado para propagar el VIH. En Irán, las voces que apoyan al Gobierno retratan a la enfermedad como un complot occidental.
“Si crees en teorías conspirativas, entonces tienes poder gracias a conocimiento que otra gente no posee”, explicó Douglas.
Algunos videos afirman que toda la pandemia es una ficción orquestada para controlar a la población. Otros más aseguran que la enfermedad es real, pero que su causa no es un virus —son las redes celulares 5G.
Un video de YouTube que propaga esta falsedad y que da a entender que las medidas de distanciamiento social podrían ignorarse, fue visto casi 2 millones de veces antes de ser retirado. En Gran Bretaña, ha habido una racha de ataques contra torres de telefonía celular —más de 100 incidentes este mes.
Los sentimientos de seguridad y control ofrecidos por rumores así pudieran ser ilusorios, pero el daño a la confianza pública es demasiado real. Ha llevado a gente a consumir remedios fatales y hacer caso omiso de los lineamientos de distanciamiento social.
Este creciente ecosistema de desinformación y desconfianza pública ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a advertir de una “infodemia”.
El presidente Jair Bolsonaro, de Brasil, ha promovido tratamientos no comprobados, y dejado entrever que el virus es menos peligroso de lo que dicen los expertos. Facebook, Twitter y YouTube eliminaron las publicaciones.
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“La gente es atraída a las conspiraciones porque prometer satisfacer ciertos motivos psicológicos”, dijo Douglas. Primordial entre ellos: dominio de los datos, autonomía sobre el bienestar de uno y una sensación de control.
Si la verdad no satisface esas necesidades, nosotros los humanos tenemos una increíble capacidad para inventar historias que sí lo harán. Un estudio reciente encontró que la gente tiene significativamente mayores probabilidades de compartir información falsa sobre el coronavirus que de creerla.
Con el tiempo, manejar la moneda de las conspiraciones no sólo no llena nuestras necesidades psicológicas, sino que también tiende a exacerbar los sentimientos de temor o impotencia. Eso puede llevarnos a buscar explicaciones más extremas, dijo Douglas.
Anticipando un revés político derivado de la crisis, los líderes gubernamentales tan tomado acción para evadir la culpa al manejar sus propias afirmaciones falsas.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro sugirió que el virus era un arma biológica estadounidense contra China. En Irán, los funcionarios lo llamaron un complot para suprimir el voto allí. Y los medios noticiosos que apoyan al Gobierno ruso han promovido afirmaciones de que Estados Unidos creó el virus para debilitar la economía china.
El presidente Donald J. Trump de Estados Unidos ha acusado a enemigos de buscar “agravar” la “situación” del coronavirus para dañarlo a él.
Estas afirmaciones han alimentado una mayor sensación de que las fuentes oficiales no son de fiar.
“Las teorías conspirativas tienen el poder de incrementar la desconfianza en las autoridades de salud, lo que puede impactar en la disposición de la gente a protegerse”, escribieron en un artículo reciente Daniel Jolley y Pia Lamberty, expertos en psicología.
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Se ha demostrado que afirmaciones así hacen menos probable que la gente se vacune o tome antibióticos y más probable que busque asesoría médica de amigos y familiares en lugar de profesionales de la salud. Las consecuencias, advierten los expertos, podrían no sólo empeorar la pandemia, sino sobrevivir a ella.
La ola de conspiraciones en torno al coronavirus “tiene el potencial de ser igual de peligrosa para las sociedades como el brote mismo”, escribieron Jolley y Lamberty.
Emma Bubola contribuyó con reportes a este artículo.
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