Abrazar vacas como terapia para conectar a la gente con el campo
La terapia con vacas es una nueva alternativa para quienes buscan nuevas formas de entrar en contacto consigo mismos. Al ser animales relativamente dóciles y amistosos, la terapia con bovinos ofrece muchas ventajas.
- Elisa Mala
- - Actualizado: 10/9/2019 - 12:52 pm
NAPLES, Nueva York — Los talentos naturales de Bella la convirtieron en una terapeuta excelente: es tranquila y adaptable a una variedad de personalidades, con la paciencia para escuchar problemas interminables sin un solo mugido de crítica.
Desde una pastura exuberante y apartada en Mountain Horse Farm, una pensión de 13 hectáreas en la región de Finger Lakes en el Estado de Nueva York, Bella, de 3 años, y Bonnie, de 2, son híbridos de vaca escocesa y angus que brindan terapia basada en animales.
Abrazar vacas, como se llama la práctica, invita a la interacción con los animales al cepillar, acariciar o sostener pláticas sinceras con los bovinos. La experiencia es similar a la terapia ecuestre, con una diferencia importante: los caballos suelen estar parados, pero las vacas se echan de forma espontánea en la hierba mientras rumian, lo que permite que los humanos interactúen más de cerca al unírseles en el suelo y ofrecer un cálido abrazo.
“¿Pueden ver lo tranquila que se pone?”, dijo Suzanne Vullers, de 51 años, una terapeuta ecuestre que es copropietaria de la pensión con su esposo, Rudi Vullers, también de 51 años. “Eso es lo que buscamos”, dijo. “Para la persona y la vaca”.
Provenientes de Reuver, un poblado rural holandés, la pareja se topó con “koe knuffelen”, que significa “abrazar vacas”, en una visita a su país natal hace dos años. En partes de Holanda, abrazar vacas es parte de un movimiento más amplio para conectar a la gente con la vida del campo.
Aproximadamente una década antes, en el 2007, los Vullers —él un ex gerente de cadena de suministros, ella una ex contadora— cambiaron sus vidas corporativas para establecer su granja en Naples, Nueva York.
En mayo del 2018, compraron a Bonnie y a Bella, eligiéndolas por sus personalidades dulces y porque carecen de cuernos.
Las sesiones de una hora de duración para abrazar vacas, con un precio de $75 por hora para dos personas, están limitadas a dos por día, con un máximo de cuatro participantes por sesión. Cada sesión es supervisada por dos contrapartes humanas: un terapeuta ecuestre, por lo general Suzanne Vullers, que interpreta los estados de ánimo de los animales para asegurar una interacción segura y positiva con sus nuevos amigos humanos, y un segundo encargado, que vigila a los otros animales en el campo.
Al igual que otras formas de terapia, la esperanza es que los visitantes fomenten su confianza, empatía y conexión con las vacas y con sus propias emociones.
Un día reciente, dos pares de personas, una pareja de Silicon Valley y un dúo de madre e hija del norte del Estado de Nueva York, llegaron a abrazar vacas.
“¿Manejar cinco horas para abrazar una vaca?”, dijo Karen Hudson, de 57 años, gerente de una compañía constructora y quien asistió a la sesión vespertina con su hija Jessica Ercoli, de 27 años, quien es oficial de libertad condicional. A Hudson le traía recuerdos de visitar la granja de su abuela.
Guiando a las mujeres, entusiasmadas, pero cautelosas, al campo, Suzanne Vullers les ofreció orientación sobre cómo acercarse exitosamente antes de demostrar ella misma los métodos.
Hay que mantener la calma. “Entre más relajadas estén, mejor será para ustedes y para ellas”, dijo, debido a que caballos y vacas por igual perciben emociones y responden de manera acorde —la mayor parte del tiempo.
“¡No te limpies los mocos en mí!”, dijo Ercoli a Bella.
En la sesión matutina, Colin Clover, de 50 años, gerente de reclutamiento en Facebook, recordó que su prometida Alexandria Rivas, de 31 años, una recepcionista, tenía recuerdos cariñosos de visitar la granja lechera adyacente a su universidad. La idea de sentarse junto a una vaquilla de 400 kilos lo intimidaba un poco. Los nervios disminuyeron cuando, dijo, Vullers lo planteó en una forma que él entendía: “Piense en cómo interactuaría con su perro”.
Los Vullers invitaron a los visitantes a dar un premio a las vacas.
Acomodándose en el pasto, las vacas ofrecieron a los participantes lo que habían viajado tan lejos para experimentar: la oportunidad de un cálido abrazo.
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