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La obligatoriedad de una vacuna contra la COVID-19 que aún no existe se politiza en Brasil
- Brasilia / EFE / @panamaamerica
Los movimientos antivacunas, afines al oficialismo, han crecido en Brasil desde el año pasado, cuando aún no se tenía noticias de la existencia de la COVID-19, y se han hecho todavía más fuertes en la medida en que la pandemia ha avanzado en el país, que ya ha superado los 5.4 millones de contagios.
La vacuna contra la COVID-19 todavía no existe, pero la obligatoriedad o no de su aplicación ya genera duras polémicas políticas en un Brasil polarizado entre la negacionista derecha del presidente Jair Bolsonaro y una variopinta oposición.
El debate anticipado sobre la vacuna enfrenta a los grupos más radicales del conservadurismo, que forman la base dura del llamado "voto bolsonarista", con partidos que van desde la derecha moderada hasta la izquierda y defienden la inmunización de toda la población contra el coronavirus, que ya ha matado a más de 154,000 brasileños.
Los movimientos antivacunas, afines al oficialismo, han crecido en Brasil desde el año pasado, cuando aún no se tenía noticias de la existencia de la COVID-19, y se han hecho todavía más fuertes en la medida en que la pandemia ha avanzado en el país, que ya ha superado los 5.4 millones de contagios.
Pese a que aún siguen siendo grupúsculos sin mucho calado, esos movimientos mantienen una febril actividad en las redes sociales, a las que Bolsonaro considera una especie de termómetro político.
El mandatario no ha respaldado directamente a esos grupos, pero les ha hecho un claro guiño al adelantar que la vacuna contra la COVID-19 no será obligatoria, lo cual se encaja en sus concepciones sobre la "libertad de decisión" que tiene cada individuo.
Esa misma "libertad" fue esgrimida por Bolsonaro cuando se opuso a las cuarentenas y otras medidas de prevención que, en los momentos más duros de la pandemia, fueron adoptadas por muchos gobernadores y alcaldes en el marco de sus atribuciones constitucionales.
La politización de las medidas de aislamiento social, que dividió a Brasil entre los partidarios del encierro y la necesidad de salvar a la economía defendida por Bolsonaro, propició un adelanto de la campaña para las presidenciales de 2022, en las que el mandatario aspira a renovar su mandato de cuatro años.
La mayor disputa política por esas medidas enfrentó a Bolsonaro y al gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, de centroderecha y que pasó de ser un antiguo aliado del gobernante a convertirse en un enconado adversario desde que asomó su intención de aspirar a la Presidencia en 2022.
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El pasado fin de semana, Doria renovó su embate con Bolsonaro al decir que, al menos en el estado de Sao Paulo, que tiene un acuerdo con la empresa china Sinovac para desarrollar una vacuna contra la covid-19, sus 42 millones de habitantes serán obligados a tomarla, lo cual es apoyado por los partidos progresistas y de izquierdas.
Bolsonaro recogió el guante y sostuvo que la decisión sobre ese asunto le corresponde al Ministerio de Salud y ya ha sido tomada: "No será obligatoria y punto final", declaró.
"Hay un gobernador que se titula como médico de Brasil y dice que será obligatoria, pero no será", apuntó el mandatario, aunque muchos analistas consideran que el asunto puede acabar en la Justicia, pues según la Corte Suprema los gobernadores y alcaldes tienen el poder de decidir sobre los asuntos de salud pública en sus regiones.
Doria respondió casi que en plan de candidato: "Estamos en una carrera por la vida, no en elecciones", pero el país "precisa más que nunca de paz, de amor y de vacunas", declaró.
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La alta incidencia de la enfermedad y la diversidad genética de Brasil han hecho del país uno de los centros de experimentación de posibles vacunas preferenciales en el mundo.
Sao Paulo, a expensas de Doria, tiene un acuerdo de cooperación para el desarrollo de una vacuna con Sinovac, laboratorio chino que pretende tener el antídoto antes de diciembre y entregarle a ese estado brasileño unas 42 millones de dosis para mediados de 2021.
El Ministerio de Salud, por su parte, ha firmado un convenio con la empresa AstraZeneca y la Universidad de Oxford, mediante el cual permitió experimentar en el país la vacuna que desarrollan, de la cual ya adquirió 100 millones de dosis por adelantado.
En Brasil también se prueban las fórmulas desarrolladas por la multinacional Johnson & Johnson y el consorcio BioNTech (Alemania) y Wyeth/Pfizer (Estados Unidos), y los estados de Bahía y Paraná se apresan a iniciar experimentos con la Sputnik V rusa.
Hasta ahora, la comunidad científica considera más adelantadas las experiencias realizadas por Oxford y Sinovac, dos posibilidades que, en un Brasil dividido, también acaban siendo una referencia a la adelantada disputa entre Bolsonaro y Doria.
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