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¿Está girando América del Sur a la izquierda nuevamente?
- The Economist
Las elecciones en Argentina quizás no signifiquen el retorno de la izquierda al poder en el cono sur.
Hace cuatro años, el inesperado triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de Argentina marcó el declive de la “marea rosa”, un largo periodo de hegemonía de la izquierda en Sudamérica. A partir de entonces, candidatos de centro-derecha empezaron a ganar en Perú, Ecuador, Chile y Colombia (aunque en Ecuador Lenín Moreno giró a la derecha estando ya en el poder). El año pasado, el político de ultraderecha Jair Bolsonaro ganó la presidencia de Brasil. En Venezuela, poco después de la victoria de Macri, la oposición barrió al Partido Socialista Unido de Venezuela de Nicolás Maduro en las elecciones parlamentarias, la última contienda electoral libre que tuvo ese país. Evo Morales, el presidente de izquierda de Bolivia desde el 2006, perdió un referendo para una reforma en la Constitución que le permitiría postularse para un cuarto mandato.
El mes pasado, las aspiraciones de Macri a un segundo mandato se fueron a pique cuando perdió en las elecciones “primarias” (un ensayo general, en realidad). Todo indica que en las elecciones reales de octubre los peronistas volverán al poder en la figura del socialdemócrata Alberto Fernández y su compañera de fórmula, Cristina Fernández, quien ya lideró un gobierno populista de izquierda del 2007 al 2015. ¿Lo que está ocurriendo en Argentina nuevamente presagia un cambio más amplio en el clima político de la región?
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Algunos analistas creen que sí. Apuntando que los políticos de izquierda han perdido en el pasado reciente más bien porque sus candidatos eran los gobernantes en turno y no porque los votantes se hayan vuelto más conservadores, Christopher Garman de la empresa consultora Eurasia Group escribió que las elecciones “antisistema o a favor del cambio” amenazan con acabar con políticas favorables al mercado en varios países sudamericanos en los próximos tres años.
Tiene algo de razón. Los presidentes de izquierda fueron populares en parte porque la “marea rosa” coincidió con un auge en las materias primas. Sus sucesores no tuvieron esa suerte. Actualmente es difícil gobernar en Sudamérica. Los votantes están enojados por una mezcla de crecimiento muy lento o estancamiento económico, escándalos de corrupción, delincuencia y servicios públicos de mala calidad. Las noticias falsas, los “hechos alternativos” y las difamaciones en las redes sociales han dañado la confianza de los ciudadanos en sus líderes e instituciones. La fragmentación política ha provocado que varios de los presidentes actuales carezcan de la mayoría legislativa requerida para aprobar reformas necesarias. Eso sucede en particular en el caso de Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y Martín Vizcarra en Perú. En muchos casos, la luna de miel política ha sido breve. El índice de aprobación de Duque está alrededor del 35%, mientras que los de Piñera, Moreno y Bolsonaro languidecen en el rango entre el 20 y el 30%.
Aun así, nada de eso significa automáticamente un regreso hacia la izquierda. Argentina es un caso especial. El fracaso del intento de Macri de limpiar el desastre económico que dejó Cristina Fernández y su consecuente descenso hacia la recesión y la inflación explican por qué los votantes lo han abandonado. Quizás el único paralelismo potencial está en Ecuador, donde Moreno, al igual que Macri, ha recurrido al Fondo Monetario Internacional y ha conseguido solo un crecimiento mediocre. No es difícil imaginar la victoria en el 2021 de un candidato respaldado por Rafael Correa, el anterior líder populista de Ecuador.
No obstante, la izquierda tiene sus propios problemas. En Uruguay, tras 14 años en el poder, el Frente Amplio se percibe agotado. La elección de octubre podría brindarle el triunfo a la centro-derecha. En Chile y Perú, la izquierda está dividida. En todas partes la catástrofe venezolana es usada como instrumento de propaganda contra los políticos de izquierda que no han marcado distancia de Maduro o desmontado la leyenda de Hugo Chávez, su mentor y antecesor. Y al igual que el giro a la derecha, la “marea rosa” originalmente se debió más a un sentimiento contra quienes estaban en el poder que a un cambio ideológico en los votantes.
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Los populistas tienden a ser más exitosos que los moderados cuando se trata de soportar tiempos difíciles. Tomemos como ejemplo a México, el cual eligió el año pasado a Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda, como presidente. López Obrador sigue teniendo aceptación principalmente porque sus programas sociales cuidadosamente promocionados y otros gestos persuaden a muchos mexicanos de que el presidente está de su lado. En Bolivia, tras ignorar los resultados del referendo, Morales podría conseguir reelegirse en octubre, en parte porque controla el Estado. Sin embargo, al final, si se lo permiten, el electorado se pone en contra de los populistas que fracasan. Ya les pasó a Fernández y a Maduro.
En vez de un regreso a la izquierda, la política sudamericana se está moviendo en un patrón de inestabilidad con ciclos cortos de cambio. Eso es una bendición agridulce. A los imitadores de Chávez y Morales les será más difícil establecer hegemonías duraderas. Sin embargo, a su vez, eso impedirá la inversión a largo plazo y la continuidad de las políticas apropiadas que Sudamérica necesita.
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