Panamá
¿Son más eficientes los primates con cerebros grandes al buscar comida?
Durante mucho tiempo los científicos han seguido una pista que apunta a la dieta como la razón por la que los primates desarrollaron cerebros más grandes.
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- - Actualizado: 29/5/2024 - 09:25 am
Un grupo de científicos comparó a primates de grandes cerebros con mamíferos de cerebros más pequeños, para averiguar cuáles eran más ingeniosos a la hora de buscar comida.
Los primates, incluidos los humanos, tienen cerebros más grandes que la mayoría de los mamíferos, pero ¿por qué? Durante mucho tiempo los científicos han seguido una pista que apunta a la dieta -específicamente la fruta- como la razón por la que los primates desarrollaron cerebros más grandes.
Un equipo del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (MPI-AB) y del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) ha puesto a prueba esta idea por primera vez y ha descubierto que la teoría de la dieta frutal podría no tener mucho peso.
Los investigadores utilizaron imágenes de drones, seguimiento por GPS y análisis de comportamiento a gran escala para estudiar cómo cuatro especies de mamíferos frugívoros resolvían el mismo acertijo natural de búsqueda de alimentos en una selva tropical panameña.
Descubrieron que las especies de primates con cerebros más grandes no necesariamente resolvían el acertijo de búsqueda de frutas más eficientemente que los mamíferos de cerebro más pequeño. El estudio, publicado este miércoles en Proceedings of the Royal Society B, contradice la presunción tradicional de que se necesita un cerebro grande para tomar decisiones inteligentes a la hora de buscar comida.
Según la principal teoría sobre la evolución de cerebros más grandes en los primates, la fruta y la inteligencia actuaron en simultáneo para impulsar el crecimiento cerebral. Los animales de cerebro más grande utilizaban su inteligencia para encontrar fruta de manera más eficiente, lo que a su vez les proporcionaba más energía para alimentar un cerebro más grande.
Al fin y al cabo, la fruta es un recurso valioso pero variable. Los animales deben no solo encontrar los árboles frutales sino recordar cuándo maduran las frutas, lo cual representa una presión cognitiva. Estudios científicos previos han encontrado correlaciones entre el tamaño del cerebro y la cantidad de fruta en la dieta, apoyando la teoría dietética de la evolución del cerebro.
Pero los investigadores del MPI-AB y STRI consideraron que era un bueno momento para cuestionar esta teoría. «La hipótesis de la dieta frutal nunca se había demostrado experimentalmente», afirma Ben Hirsch, primer autor e investigador asociado de STRI.
El obstáculo ha sido metodológico. Para probar la hipótesis de la dieta frutal, los científicos deben medir la eficacia con la que un animal encuentra fruta para comer. Según Hirsch: «Los primates y muchos otros mamíferos recorren largas distancias cada día en busca de comida, lo que hace casi imposible reproducir en un laboratorio los desafíos de navegación a los que se enfrentan en la naturaleza».
El equipo de investigación sorteó este problema aprovechando un fenómeno natural que ocurre en la selva tropical de isla Barro Colorado, en Panamá. Durante tres meses al año, los mamíferos frugívoros se ven obligados a alimentarse de una especie de árbol, la Dipteryx oleifera.
«Los animales se alimentan casi exclusivamente de Dipteryx oleifera, por lo que deben resolver el mismo acertijo simultáneamente», explica Meg Crofoot, autora principal, directora de un departamento en MPI-AB y catedrática Humboldt de University of Konstanz. «Esto nos brinda una herramienta poderosa para comparar la eficiencia con la que buscan su alimento».
El equipo mapeó la ubicación de todos los árboles Dipteryx en isla Barro Colorado sobrevolando el dosel con drones durante el verano, una época en la que los árboles están coronados con llamativas flores púrpura. El mapa de árboles frutales reveló la extensión del rompecabezas frutal al que se enfrentaban los animales, pero los científicos aún necesitaban verificar la eficacia con la que mamíferos con cerebros de diferentes tamaños visitaban estos árboles.
Les hicieron seguimiento a varios individuos de dos primates de cerebro grande (monos araña y capuchinos cariblancos) y dos parientes de mapache de cerebro más pequeño (coatíes de nariz blanca y kinkajús). Con sensores GPS pudieron establecer los caminos que seguían los animales para llegar a los árboles Dipteryx, mientras que con acelerómetros pudieron confirmar que un animal estaba activo, y potencialmente alimentándose, durante una visita al árbol.
Luego, los científicos calcularon la eficiencia de la ruta como la cantidad diaria de tiempo que pasaban los animales activos en los árboles Dipteryx dividida por la distancia recorrida. Según la hipótesis de la dieta frutal, los capuchinos y los monos araña, de cerebros más grandes, tendrían que exhibir mayor eficiencia en sus rutas que los coatíes y los kinkajús.
«No encontramos pruebas de que los animales con cerebros más grandes tomaran decisiones más inteligentes a la hora de buscar comida», afirma Crofoot, que también es investigadora asociada de STRI. «Si los cerebros más grandes hacen a los animales más inteligentes, entonces no están utilizando esta inteligencia para llegar de manera más eficiente a los árboles frutales en esta selva tropical».
Entonces, ¿por qué aumentó el tamaño del cerebro en algunas especies? Los autores afirman que, al refutar la hipótesis de la dieta frutal, este estudio podría cambiar el enfoque de esta pregunta hacia ideas que van más allá de la eficiencia en la búsqueda de alimento.
«Los cerebros más grandes podrían favorecer una mejor memoria episódica, lo que permitiría a esas especies programar mejor las visitas a los árboles para maximizar la cantidad de fruta madura que encuentran», dice Hirsch. Los autores también sugieren que un cerebro más grande podría estar relacionado con el uso de herramientas, la cultura o la complejidad de vivir en un grupo social.
«Nuestro estudio no puede determinar los disparadores exactos de la evolución del cerebro», dice Crofoot, «pero hemos podido utilizar técnicas mínimamente invasivas para probar empíricamente una gran hipótesis sobre la evolución, la cognición y el comportamiento de los animales salvajes».
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