Poetas panameños de la Generación Barroca de 1638
Publicado 2002/11/28 00:00:00
- Aristides Martínez Ortega
Hemos sostenido en distintos escritos que el punto de partida de la poesía panameña es la tragedia neoclásica en versos, La Política del Mundo, de Víctor De La Guardia y Ayala, autor nacido en Penonomé en 1772. Su obra fue estrenada en esa ciudad de Coclé en 1809, y editada en San José de Costa Rica en 1902. A la modalidad poética neoclásica otros dos panameños harán modestos, pero genuinos aportes, como lo son los poemas de Manuel María Ayala Oramas (1785-1824) y los de Mariano Arosemena (1785-1824).
A estos se fueron sumando los de las generaciones románticas, y los que siguieron a éstos los sucedieron de manera ininterrumpida hasta hoy. Por esta secuencia es que ubicamos el punto de partida de la poesía panameña en la obra de Víctor De La Guardia y Ayala.
Sin embargo, con bastante anterioridad a esta fecha se ha encontrado a un grupo de panameños que acompañaron a españoles residentes en Panamá en un homenaje lírico que se le hizo al gobernador de esta ciudad, Enrique Enríquez, quien murió en el Istmo el 3 de noviembre de 1638. Los manuscritos fueron enviados a Madrid, ordenados y precedidos de un prólogo del poeta panameño Mateo de Rivera, uno de los poetas participantes en el homenaje y, sin duda, el autor de los poemas de mayor calidad de la antología, que fue editada poco después en esta ciudad, en el año de 1642, por Pedro Taso.
A este grupo de poetas panameños y españoles los presentó en una edición de 1984 el diplomático y estudioso Antonio Serrano de Haro como la generación barroca panameña de 1638, bajo el título de Llanto de Panamá.
Es cierto que este libro prueba que desde la primera mitad del siglo XVII, en pleno auge del barroco en España como Mateo Rosas de Oquendo, autor de romances; Juan de Miramontes y Zuázola, autor de Armas y Antárticas; y Juan Francisco de Páramo y Cepeda, autor de Alteraciones del Dariel. También se dedicaron a la creación poética seis panameños que aportaron distintos poemas cada uno, a Llanto de Panamá. Sus nombres son los siguientes: Mateo de Ribera, Gines de Bustamante, Francisco de Figueroa, Bartolomé de Aria Gutiérrez, Diego Fernández de Madrid y Francisco de la Cueva.
Estos poetas quedaron perdidos y olvidados hasta que el manuscrito original fue descubierto en Nueva York.
El título del impreso es Discurso que hizo el Reino de Panamá y Provincia de Veragua de la Vida y Acciones de Don Enrique Enríquez, su gobernador y Capitán General, y del Hábito de Santiago; en el llanto que hicieron a su muerte el año de mil seiscientos treinta y ocho... Serrano de Haro lo publica en la fecha indicada, 1984, bajo el título Llanto de Panamá.
Debido a tan reciente divulgación no se había registrado el punto de partida de la poesía panameña en fecha tan remota, pues sólo se conocían como aportes de la poesía en la época colonial de Panamá, los que habían hecho los españoles Rosas de Oquendo, Miramontes y Zuázola, y Páramo y Cepda, cuya obra, Alteraciones del Dariel es de reciente publicación.
La existencia de esta generación de poetas panameños barrocos nos obliga a considerarlos una generación rescatada que corre de los inicios de la poesía panameña, aunque hay un extenso paréntesis hasta que surge la generación de Víctor de la Guardia y Ayala, como representante de la modalidad neoclásica.
A estos se fueron sumando los de las generaciones románticas, y los que siguieron a éstos los sucedieron de manera ininterrumpida hasta hoy. Por esta secuencia es que ubicamos el punto de partida de la poesía panameña en la obra de Víctor De La Guardia y Ayala.
Sin embargo, con bastante anterioridad a esta fecha se ha encontrado a un grupo de panameños que acompañaron a españoles residentes en Panamá en un homenaje lírico que se le hizo al gobernador de esta ciudad, Enrique Enríquez, quien murió en el Istmo el 3 de noviembre de 1638. Los manuscritos fueron enviados a Madrid, ordenados y precedidos de un prólogo del poeta panameño Mateo de Rivera, uno de los poetas participantes en el homenaje y, sin duda, el autor de los poemas de mayor calidad de la antología, que fue editada poco después en esta ciudad, en el año de 1642, por Pedro Taso.
A este grupo de poetas panameños y españoles los presentó en una edición de 1984 el diplomático y estudioso Antonio Serrano de Haro como la generación barroca panameña de 1638, bajo el título de Llanto de Panamá.
Es cierto que este libro prueba que desde la primera mitad del siglo XVII, en pleno auge del barroco en España como Mateo Rosas de Oquendo, autor de romances; Juan de Miramontes y Zuázola, autor de Armas y Antárticas; y Juan Francisco de Páramo y Cepeda, autor de Alteraciones del Dariel. También se dedicaron a la creación poética seis panameños que aportaron distintos poemas cada uno, a Llanto de Panamá. Sus nombres son los siguientes: Mateo de Ribera, Gines de Bustamante, Francisco de Figueroa, Bartolomé de Aria Gutiérrez, Diego Fernández de Madrid y Francisco de la Cueva.
Estos poetas quedaron perdidos y olvidados hasta que el manuscrito original fue descubierto en Nueva York.
El título del impreso es Discurso que hizo el Reino de Panamá y Provincia de Veragua de la Vida y Acciones de Don Enrique Enríquez, su gobernador y Capitán General, y del Hábito de Santiago; en el llanto que hicieron a su muerte el año de mil seiscientos treinta y ocho... Serrano de Haro lo publica en la fecha indicada, 1984, bajo el título Llanto de Panamá.
Debido a tan reciente divulgación no se había registrado el punto de partida de la poesía panameña en fecha tan remota, pues sólo se conocían como aportes de la poesía en la época colonial de Panamá, los que habían hecho los españoles Rosas de Oquendo, Miramontes y Zuázola, y Páramo y Cepda, cuya obra, Alteraciones del Dariel es de reciente publicación.
La existencia de esta generación de poetas panameños barrocos nos obliga a considerarlos una generación rescatada que corre de los inicios de la poesía panameña, aunque hay un extenso paréntesis hasta que surge la generación de Víctor de la Guardia y Ayala, como representante de la modalidad neoclásica.
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