“Pijama para seis” o enredos en alcobas
- Rosalina Orocú Mojica
Un mar de carcajadas es lo que hubo el sábado 8 de agosto en el estreno de la fabulosa comedia. Hasta los niñitos se morían de la risa.
Reían, reían y reían como locos. Las butacas no alcanzaron. Hubo que añadir en el pasillo una hilera de sillas. A pesar de ello, se quedaron personas de pie. Pero valió la pena.
No era para menos. “Pijama para seis” la dirigía Edwin Cedeño. Tenía que ser buena.
Las expectativas fueron satisfechas.
Chicos y grandes se fueron acomodando en sus butacas. Al segundo llamado ya no había puesto vacío, pero la gente seguía llegando. Afortunadamente tenían sillas extra.
Suena el timbre y se corre el telón.
Aparecen en escena Jacqueline (Dayra Torres) y Bernard (Luis Gustavo Macías), en la sala de su “nido de amor”, que después se convertirá casi en un manicomio.
Son un matrimonio feliz, en el que todo pareciera marchar sobre ruedas.
Pero, ¡cuidado!, las apariencias engañan. Vivimos en una sociedad en la que la doble moral es como el pan de cada día.
Resulta que picados por el gusanito de la tentación, quedan “nadando entre dos aguas”, porque, ya lo dice el refrán, “el pez muere por la boca”. Sí, la boca es la gran culpable de todos los enredos que van sucediendo en cadena y que parecieran no tener bien e ir arrastrando consigo a los protagonistas de esta comedia, la favorita de Edwin Cedeño, según dice en el programa de mano de “Pijama para seis”, en el que una infidelidad arrastra a otra, como una mentira a las demás.
Nadie puede señalar al otro, porque todos tienen “rabo de paja”.
Cuando vayan a verla, recuerden “no se fíen de las apariencias”, “lo que parece ser no es” y aunque parezca de locos, todos están cuerdos, sencillamente es asunto de causa y efecto. Cosechas lo que siembras. El elenco siembra chascos y cosecha risas.
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