Pecados de 'La Favorita'
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Amor, lujuria, desengaño, traición, locura, venganza y más.
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Una película atípica, desmelenada y de aliento shakespereano que oscila entre el melodrama amoroso y la sátira política es "La Favorita", del cineasta griego Yorgos Lanthimos.
Las protagonistas absolutas de la historia son tres mujeres que conforman un dinámico triángulo bélico y amoroso. Pero el centro de gravedad es uno de esos personajes: la reina Ana de Gran Bretaña (Olivia Colman), última soberana de la casa de los Estuardo, mujer voluble, emocionalmente inestable y de salud precaria que lleva encima el enorme peso de 17 hijos a los que vio morir.
Compiten por sus favores la rígida y muy sagaz Sarah Churchill (Rachel Weisz), duquesa de Marlborough y cerebro de todas las movidas de la monarquía (un rol análogo al del Dick Cheney interpretado por Christian Bale en la también nominada al Óscar El vicepresidente) y Abigail Hill, una joven de la nobleza, prima de la duquesa que, luego de caer en desgracia, ingresa a la vida cortesana como personal de servicio y termina con un rol decisivo en la vida de la reina.
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Esa atrevida punk prematura que encarna Emma Stone es un personaje picante: tiene inteligencia, malicia y ambiciones, pero también costados vulnerables y un resentimiento que probablemente tenga relación con un oscuro incidente con su padre. Su vínculo con Sarah irá mutando gradualmente: de la desconfianza inicial a una pasajera fascinación y finalmente al mutuo desprecio. Lanthimos sabe cómo ir sembrando conflictos como para que todo ese desplazamiento sea fluido.
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El objetivo de las disputas parece ser el poder. Pero el director trabaja el funcionamiento de los vínculos entre esas mujeres con cierta ambigüedad, deja abierta puerta para que sospechemos otras motivaciones. Y no lo hace prescribiendo ninguna en especial, lo cual es aún más interesante. Es legítimo suponer, por caso, que la reina ejerce un tipo de fascinación especial tanto en Sarah como en Abigail.'
Para Shakespeare y la dramaturgia griega clásica, los asuntos de Estado fueron siempre material para la tragedia. Lanthimos retoma esa línea.
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