Los vanguardistas: Demetrio Herrera Sevillano
- Aristides Martínez Ortega
Publicó sus versos juveniles en un folleto que tituló Mis primeros trinos, Panamá, 1924, poemario que sólo interesa como dato bibliográfico.
Pero "Kodak", Panamá 1934, más que una revelación es una sorpresa. Pone una nota particularísima en el ambiente literario estremecido por las nuevas modalidades de vanguardia, a la que se habían sumado jóvenes poetas alentados por la publicación de Onda, de Rogelio Sinán.
Hasta el momento en que aparece Kodak, la "poesía nueva" de Panamá sigue a los modelos vanguardistas, sobre todo los españoles. Sin embargo, en el poemario de Herrera Sevillano el lenguaje vanguardista del libro es muy singular y novedoso.
En varios trabajos sobre la poesía de Herrera Sevillano se ha señalado su aproximación al creacionismo. Posiblemente se le ha vinculado a la escuela fundada por el chileno Vicente Huidobro por el hecho de que en su libro Cambiante, Herrera Sevillano incluye como epígrafe un verso de "Arte Poético", poema de Huidobro. Sobre el particular, se sabe que Herrera leyó a Huidobro, cuando él había publicado sus dos libros más importantes, Kodak, 1934, y Los poemas del pueblo, 1937. Si Herrera Sevillano conoció algún poema de Huidobro pudo ser en alguna revista, como Frontera, la revista de Rodrigo Miró, publicación que se edita por primera vez 1937.
Se pueden considerar los procedimientos técnicos que emplea Herrera Sevillano en su lenguaje poético, cercanos a los que proponen los vanguardistas creacionistas, sobre todo en un evidente esfuerzo de alcanzar una creación poética original, con imaginación e ingenio. Pero si el mundo creado por Huidobro es descomunal, cósmico, luminoso, el creado por Herrera Sevillano es en blanco y negro, común y urbano, terrestre y popular.
Los creacionistas evitaban la realidad creada por Dios, pero Herrera Sevillano no pretendió llegar a tanto, sino como divinidad menor usa lo creado para hacer su mundo poético. El poeta anima lo inanimado, y descubre relaciones ocultas que asemejan cosas lejanas y distintas de la realidad.
El mar -boxeador rápido-
tiene de pun
chin
ball
a los barquillos inquietos.
Con la toalla del viento,
la tarde frota el cuerpo
sudoroso del bóxer.
Los edificios -fanáticos del ring-
contemplan apiñados
el gran entrenamiento.
(El muelle cuchichea
con un vapor que fuma)...
Y un aplauso de ola,
hace empinar la torre
con el reloj en mano
para llevar el tiempo.
Chiquillos vagabundos,
los pájaros marinos
se cuelan por el techo.
("Kodak")
Las fachadas,
curiosas,
agrúpanse en las aceras
para mirar al que pasa.
La tarde pasea en autobús.
El sol tiene una mano
metida en la cantina
y hay un danzón travieso
que me está haciendo cosquillas.
Niños.
Corrillo sin brújula.
Un auto duerme la siesta,
y desde los balcones
saludan las banderas.
En la esquina,
un poste se entretiene
viendo en ropa interior,...
a unas naranjas.
("Kodak")
Por la plaza del espacio,
pensando vienen
y van.
Procesión de dirigibles
en un vuelo sin parada por el mundo
sideral?...
Míralas!
Están cansadas
y doloridas de andar!
Oh, las nubes!
Pobrecitas!
En qué conflicto estarán!
("Kodak")
En la rodilla de un poste
-rubí que luce la noche-
el foco sobresaltado
de una cajilla de alarma.
Los faroles eléctricos
-candelabros ante el muerto
de la calle-
echan sus brazos de luz
en las espaldas sedosas,
del silencio.
Están las casas pensando.
Y el cielo -mesa de Dios-
viste su carpeta bruna.
Traigo la mirada: grave
me va observando la sombra.
Entre la sombra hay un bulto:
algún fantasma en la sombra.
Abro el compás de mis piernas
y marco un punto
2
3...
y marco miles puntos.
La soledad ha dormido
a la ciudad en sus brazos.
Sólo mi existencia sigue:
la lleva el sueño a empellones
hacia sus paredes 4.
("Kodak")
De la tienda de un asiático
sale una niña que lleva
cristal humeante
en la mano.
(Yo tengo la esquina presa
con mi inclemente calzado)
Súbito... ¡ZAS!
Es el viento
que,
al huir de un automóvil,
me ha echado encima su cuerpo.
Los trabajadores pasan
con el cansancio en los hombros.
Un chico cruza corriendo.
Y,
el sol,
que se va cayendo,
se agarra de un edificio.
Estomacal refunfuño!...
Y por un inerte brazo
de la calle
parto aprisa.
En el camino me hallo
con al gente...
y con la brisa.
("Kodak")
Ahora voy
trazando
un línea de construcción
con los lápices de mis piernas.
Los automóviles abren los ojos.
La gente sube a las casas
por acordeones en desperezo.
En este pasadizo,
la oscuridad
me ha extraído
las pupilas.
Anuncios trepadores
contemplan sonreídos
la ciudad;
de las habitaciones
salen a tomar aire
los reflejos.
Así cruzo las calles indefensas
que el peso hiere sin piedad.
Y mis recuerdos
son
-también- motivo
de mi entrenimiento.
Suave los llevo
de una mano,
a otra,
cual rubia colección de figuritas
de estrellas
del cinema.
("Kodak")
Techo,
sombrero de zinc
para el flamante palacio.
Se lo coloca el obrero.
Un sol capataz fustiga
el ángulo de su cuerpo.
(No te yergas!...No te yergas,
que vas a romper el 0cielo)
Qué edificio!...
Si disfrutarlo pudiera
quien persistente lo hizo!
(La Canción del Esclavo)
Muslos gemelos aprietan
tibio balde de hojalata.
Dos muslos, como dos troncos,
dos muslos como dos trancas.
En los alambres practican
las ropas sus acrobacias.
Hay aplausos de chancletas,
susto de puertas extáticas.
Patio! Guardador de insectos,
entre carcomidas tablas.
Patio de niños desnudos,
y de picantes palabras.
Arrebatados, al centro
los desperdicios se lanzan,
y un varillaje de piernas
obstaculiza al que pasa.
Su rojo pendón al viento
unos fogones levantan.
Unos, sus rojos pendones,
otros, sus penas opaca.
Asco limoso en concreto,
el sol lo pinta de plata,
y de sus paredes sale
-loca cintura! -Nicasia.
(Dicen que bajo la sombra...)
(Dicen que sobre las latas...)
Oh patio de mis amores!
En tus chicuelos, mi infancia.
Patio! Torrente de bullas...
Indiscreción de muchachas.
(La Canción del Esclavo)
Rígido, vertical, a los halagos
muéstrase de la ola en sus rodillas.
Las olas sólo piensan en el juego...
las olas son chiquillas.
Aquel -arpón de pluma- fino hiere
súbito el mar, regocijado vuela.
Y del esquife azul, lo azul rayando,
dice -pañuelo enorme!-
adiós, la vela.
El muelle no. El muelle, proletario,
cautivo nace, prisionero vive.
Compensación a su fatiga, gloria,
flores iridiscente que recibe.
Justa su indiferencia a los perennes
ósculos en sus ásperas rodillas.
El muelle es un dolor...Pero las olas...
Las olas sólo piensan en el juego...
Las olas son chiquillas.
(La Canción del Esclavo)
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