Las sociedades secretas
Publicado 1999/04/14 23:00:00
- Angel Vega Ruíz
Para la formación de las Sociedades Secretas, tenemos que tener presente que son imprescindibles tres elementos : el secreto propiamente dicho, la discriminación y el juramento.
El secreto en el ser humano es una necesidad imperiosa. El individuo evoluciona alrededor de él, nace y crece junto a él, adquiriendo inesperadas y diversas características con relación al modo en que reacciona su poseedor. Si bien es cierto que para el ser humano el secreto es la mayoría de las veces una manera de confirmar su identidad, no es menos cierto que, llevado a casos límite, llega indefectiblemente a ser un caso patológico. ¿Por qué en la vida, tanto individual como social, llega el secreto a ser necesario ? Porque es indudable que está realizando una función trascendente.
Si consideramos toda la historia de la humanidad, observaremos que nunca le han faltado grupos aislados de esa misma sociedad, que, para realizar o llevar a cabo unos fines concretos, se han asentado en el secreto. Y es que por su misma naturaleza de asociación secreta les es imprescindible para subsistir y realizarse dentro de la sociedad general, ya que de otra forma el secreto no tendría razón de ser. En conclusión, para la existencia de una sociedad o grupo secreto, es imprescindible el que tenga algo que ocultar, pero aún mucho más importante, la necesidad de que exista alguien a quien ocultárselo.
Como derivación de todo esto vemos que en realidad se trata de asumir una posición netamente separatista, pero no por ello permanecer en un aislamiento absoluto, que llevaría el apartarse por completo de esa sociedad en la que vive, formando una comunidad que haría imposible la complicidad común, de la que tan necesaria es cualquier sociedad secreta, ya que al alejarse para aislarse por completo de aquéllos que desconocen el secreto, es evidente que éste, como tal secreto, dejaría de existir.
Entramos aquí en otro considerando, al que se llegaría si esta deserción de la sociedad fuera absoluta; y es que entonces se plantearía esa actitud como una renuncia a la sociedad general, de la que tanto necesita para mantener su carácter de sociedad secreta. Por otra parte, la ruptura siempre es parcial, porque los componentes de esa agrupación secreta en otras facetas de su existencia tienen que mantener un intercambio con la macrosociedad de la que en parte se marginan.
Decíamos que otra de las condiciones elementales de una sociedad secreta era la discriminación. A poco que hagamos un examen simple de una de estas sociedades secretas veremos que la discriminación se da por hecho. Lo único que en realidad varía de una u otra de estas sociedades es precisamente el objeto de discriminar. Las discriminaciones, o en su caso la selectividad, se funda a veces en cuestiones morales ; otras en principios religiosos, sociales, intelectuales, étnicos e incluso en razones económicas.
Ejemplos nos sobrarían para abundar en esta exposición ; nos basta aquí citar solamente una sociedad secreta, como el "Opus Dei", que funda su discriminación o selectividad en el valor intelectual o de rendimiento del individuo ; o la Francmasonería, que solamente admite como miembros a los recomendados de sus mismos afiliados, después de un exhaustivo examen ante un tribunal especial; o, en fin, el Ku-Klux-Klan, cuyo requisito primordial es el racismo, y su finalidad la eliminación de negros y judíos e incluso de todos aquellos seres que no son de raza y residen en sus territorios.
Hay otros grupos que, constituidos en sociedad secreta, lo hacen como dedicación a una meta que no es del común interés de la sociedad en que viven, sino exclusivamente de algunos individuos en especial. Ejemplo de ello serían los Rosacruces, cuya misión es desentrañar ese misterio de la naturaleza del hombre mediante el conocimiento y el estudio de la teosofía y de los poderes mentales.
El último de los tres elementos de que hablamos al principio, como constitutivos fundamentales de las sociedades secretas, es el juramento. Este es el procedimiento más corriente, la creación de un compromiso firmado por una serie de juramentos que pueden llegar incluso a lo cruento y macabro, para mantener precisamente la identidad del secreto en el más absoluto silencio o desconocimiento para la gran sociedad.
Dijimos que el secreto es condición misma del hombre y pervive con él. El secreto, por lo tanto, evoluciona con ese ser humano desde la infancia a la vejez. Como derivación de ese mismo fenómeno, el hombre componente de toda esa macrosociedad, hace que en ella ocurra exactamente lo mismo, que la evolución del secreto varíe consecuentemente su significado, haciéndole adquirir los variados matices correspondientes a los avatares circunstanciales. Hoy precisamente, en nuestro momento histórico, estamos viviendo el proceso que podríamos llamar a la destrucción de los secretos a niveles sociales y particulares. Así, nuestra prensa y nuestras comunicaciones parece que tienen como principal función la de indagar, por los procedimientos que sea, hasta las mismas razones de Estado, para que todos los secretos se desvanezcan. Y lo mismo corre a nivel particular e íntimo de cada individuo. Ahí están esas fotografías o videos tomadas con teleobjetivos, o esas grabaciones furtivas... secretas.
Como vemos, la tremenda curiosidad del ser humano de nuestros tiempos no tiene límites, y parece que se ha revuelto contra el secreto; y así se va desde la curiosidad científica hasta las más morbosas indiscreciones por los detalles de las vida íntimas, "secretas" de cualquier personaje.
El ser humano, por su naturaleza trascendente, tiene una especial necesidad de relación mística y mítica entre sí. No es suficiente su convivencia en comunidad, su manifestarse y relacionarse en la macrosociedad; siente las exigencias de unas ligaduras más íntimas y más concretas, que alimentan esa apetencia. Para lograrlo crea esos pequeños grupos especializados en diversas tendencias, pero en esencia siempre esotéricos y ocultistas. De ahí en nuestro momento histórico el resurgimiento y la proliferación de tanto grupo pseudoreligioso, lo mismo deístico que satánico, ante el gran derrumbamiento de la fe y la esperanza tradicional.
Aparentemente estas sociedades o hermandades se revisten de filantropía, intentando dar la imagen de que su razón de ser son los demás, es decir, el resto de la gran sociedad, pero en realidad los intereses, las metas son muy otras y quedan restringidas a su principio verdaderamente hermético, aunque trasciende ya su finalidad de control y de domino de la macrosociedad mediante la ocupación y la apropiación de los puestos claves tanto en la política, lo militar, empresas, banca, enseñanza, etc.
El gran derrumbamiento de todo el esquema tradicionalmente religioso ha sido, precisamente, el gran aglutinante de esos pequeños corpúsculos viviendo y reproduciéndose dentro de la gran sociedad, pero este fenómeno no vienen solo, sino que lo acompaña otro tremendamente importante, y es que esta sociedad contemporánea, tal como está constituida, está despersonalizando al individuo. La proliferación de las máquinas, de las computadoras, de los robots, de los cerebros electrónicos y los satélites, han hecho del hombre un número y de la vida un aceleramiento infernal. Las tremendas aglomeraciones humanas siempre enajenantes están destruyendo al hombre y su identidad, y lo convierten en masa. Masa que sólo se pretende manejar para y por razones económicas, obedeciendo a una serie de intereses creados.
Con estas circunstancias es fácil comprender que el individuo encuentre una forma de defensa al afiliarse a estas sociedades más o menos privadas, más o menos secretas, pero siempre ocultistas. Como vemos, sean del modo que sean los fenómenos sociales y vitales del ser humano, esa tendencia mítica y misteriosa le empuja siempre a formar grupos que viven al margen de la macrosociedad.
En realidad intentar la problemática de las sociedades secretas es de una complejidad mayor de la que parece, ya que aparte de cuando atañe a la psicología coexiste por otro lado el fenómeno como problema social, y último e importante el que atañe al fenómeno espiritual que hay en toda proyección humana y cuyo estudio hay que tomar con toda la seriedad del caso.
Solamente tenemos que darnos cuenta de todo el simbolismo gráfico que acompaña a cada una de estas sociedades : la mayoría los encontramos en los más antiguos rituales caldeos, asirios, babilónicos, egipcios, judaicos, etc. Y no olvidemos que toda simbología es la piedra angular de lo cabalístico, de lo ancestral, de lo misterioso. El mismo juramento, la misma iniciación, para la mente humana no son más que símbolos. Observamos que lo mismo que en cualquier religión o en cualquier sociedad esa simbología integra o excluye a sus miembros.
Por ello, cuando se ha estado iniciado, se ha pertenecido a cualquier secta, sociedad secreta o religión- lo que supone estar en los conocimientos y secretos de la misma-, la deserción no se admite. Y en la mayoría de ellas, el desertor es perseguido de un modo u otro.
Si observamos la proyección de la Sociedad Mundial hacia el futuro que tiene enfrente, no tiende precisamente a la supresión o desaparición de estas microsociedades. El hombre contemporáneo se está produciendo en un entorno de inseguridad, fenómeno que le hace propicio a la búsqueda de cualquier tipo de estas microsociedades.
Es necesario remarcar sobre el desequilibrio en que está sumido nuestro tiempo. Toda esta descomposición está influyendo de un modo directo en el hombre de este siglo, y esa es la razón por la cual busca en los ritos del pasado dar sentido a su vida, que -según su perspectiva- las pocas alternativas actuales no le ofrecen nada convincente, olvidando que solo el "Gran Yo soy".. el Supremo Creador... eterno, sin principio ni final, invisible, puede llenar ese vacío que lleva cada ser humano.
El hombre arrastra en su interior la desilución, el desconcierto y la añoranza de la fe perdida. Lentamente se le va yendo su capacidad de asombro, llegando a parecerle natural toda la artificiosidad que le aleja de un modo progresivo de su propio naturaleza.
Sólo una cosa no le ha variado, su necesidad primaria, sus rasgos esenciales, en resumen, su íntima personalidad. Eso ni más ni menos que eso, su ancestral necesidad de conocer el misterio del que viene y hacia el que marcha, ha sido, es y será la piedra angular que lo aglutina en los momentos de desaliento en cualquier grupo o sociedad secreta.
El secreto en el ser humano es una necesidad imperiosa. El individuo evoluciona alrededor de él, nace y crece junto a él, adquiriendo inesperadas y diversas características con relación al modo en que reacciona su poseedor. Si bien es cierto que para el ser humano el secreto es la mayoría de las veces una manera de confirmar su identidad, no es menos cierto que, llevado a casos límite, llega indefectiblemente a ser un caso patológico. ¿Por qué en la vida, tanto individual como social, llega el secreto a ser necesario ? Porque es indudable que está realizando una función trascendente.
Si consideramos toda la historia de la humanidad, observaremos que nunca le han faltado grupos aislados de esa misma sociedad, que, para realizar o llevar a cabo unos fines concretos, se han asentado en el secreto. Y es que por su misma naturaleza de asociación secreta les es imprescindible para subsistir y realizarse dentro de la sociedad general, ya que de otra forma el secreto no tendría razón de ser. En conclusión, para la existencia de una sociedad o grupo secreto, es imprescindible el que tenga algo que ocultar, pero aún mucho más importante, la necesidad de que exista alguien a quien ocultárselo.
Como derivación de todo esto vemos que en realidad se trata de asumir una posición netamente separatista, pero no por ello permanecer en un aislamiento absoluto, que llevaría el apartarse por completo de esa sociedad en la que vive, formando una comunidad que haría imposible la complicidad común, de la que tan necesaria es cualquier sociedad secreta, ya que al alejarse para aislarse por completo de aquéllos que desconocen el secreto, es evidente que éste, como tal secreto, dejaría de existir.
Entramos aquí en otro considerando, al que se llegaría si esta deserción de la sociedad fuera absoluta; y es que entonces se plantearía esa actitud como una renuncia a la sociedad general, de la que tanto necesita para mantener su carácter de sociedad secreta. Por otra parte, la ruptura siempre es parcial, porque los componentes de esa agrupación secreta en otras facetas de su existencia tienen que mantener un intercambio con la macrosociedad de la que en parte se marginan.
Decíamos que otra de las condiciones elementales de una sociedad secreta era la discriminación. A poco que hagamos un examen simple de una de estas sociedades secretas veremos que la discriminación se da por hecho. Lo único que en realidad varía de una u otra de estas sociedades es precisamente el objeto de discriminar. Las discriminaciones, o en su caso la selectividad, se funda a veces en cuestiones morales ; otras en principios religiosos, sociales, intelectuales, étnicos e incluso en razones económicas.
Ejemplos nos sobrarían para abundar en esta exposición ; nos basta aquí citar solamente una sociedad secreta, como el "Opus Dei", que funda su discriminación o selectividad en el valor intelectual o de rendimiento del individuo ; o la Francmasonería, que solamente admite como miembros a los recomendados de sus mismos afiliados, después de un exhaustivo examen ante un tribunal especial; o, en fin, el Ku-Klux-Klan, cuyo requisito primordial es el racismo, y su finalidad la eliminación de negros y judíos e incluso de todos aquellos seres que no son de raza y residen en sus territorios.
Hay otros grupos que, constituidos en sociedad secreta, lo hacen como dedicación a una meta que no es del común interés de la sociedad en que viven, sino exclusivamente de algunos individuos en especial. Ejemplo de ello serían los Rosacruces, cuya misión es desentrañar ese misterio de la naturaleza del hombre mediante el conocimiento y el estudio de la teosofía y de los poderes mentales.
El último de los tres elementos de que hablamos al principio, como constitutivos fundamentales de las sociedades secretas, es el juramento. Este es el procedimiento más corriente, la creación de un compromiso firmado por una serie de juramentos que pueden llegar incluso a lo cruento y macabro, para mantener precisamente la identidad del secreto en el más absoluto silencio o desconocimiento para la gran sociedad.
Dijimos que el secreto es condición misma del hombre y pervive con él. El secreto, por lo tanto, evoluciona con ese ser humano desde la infancia a la vejez. Como derivación de ese mismo fenómeno, el hombre componente de toda esa macrosociedad, hace que en ella ocurra exactamente lo mismo, que la evolución del secreto varíe consecuentemente su significado, haciéndole adquirir los variados matices correspondientes a los avatares circunstanciales. Hoy precisamente, en nuestro momento histórico, estamos viviendo el proceso que podríamos llamar a la destrucción de los secretos a niveles sociales y particulares. Así, nuestra prensa y nuestras comunicaciones parece que tienen como principal función la de indagar, por los procedimientos que sea, hasta las mismas razones de Estado, para que todos los secretos se desvanezcan. Y lo mismo corre a nivel particular e íntimo de cada individuo. Ahí están esas fotografías o videos tomadas con teleobjetivos, o esas grabaciones furtivas... secretas.
Como vemos, la tremenda curiosidad del ser humano de nuestros tiempos no tiene límites, y parece que se ha revuelto contra el secreto; y así se va desde la curiosidad científica hasta las más morbosas indiscreciones por los detalles de las vida íntimas, "secretas" de cualquier personaje.
El ser humano, por su naturaleza trascendente, tiene una especial necesidad de relación mística y mítica entre sí. No es suficiente su convivencia en comunidad, su manifestarse y relacionarse en la macrosociedad; siente las exigencias de unas ligaduras más íntimas y más concretas, que alimentan esa apetencia. Para lograrlo crea esos pequeños grupos especializados en diversas tendencias, pero en esencia siempre esotéricos y ocultistas. De ahí en nuestro momento histórico el resurgimiento y la proliferación de tanto grupo pseudoreligioso, lo mismo deístico que satánico, ante el gran derrumbamiento de la fe y la esperanza tradicional.
Aparentemente estas sociedades o hermandades se revisten de filantropía, intentando dar la imagen de que su razón de ser son los demás, es decir, el resto de la gran sociedad, pero en realidad los intereses, las metas son muy otras y quedan restringidas a su principio verdaderamente hermético, aunque trasciende ya su finalidad de control y de domino de la macrosociedad mediante la ocupación y la apropiación de los puestos claves tanto en la política, lo militar, empresas, banca, enseñanza, etc.
El gran derrumbamiento de todo el esquema tradicionalmente religioso ha sido, precisamente, el gran aglutinante de esos pequeños corpúsculos viviendo y reproduciéndose dentro de la gran sociedad, pero este fenómeno no vienen solo, sino que lo acompaña otro tremendamente importante, y es que esta sociedad contemporánea, tal como está constituida, está despersonalizando al individuo. La proliferación de las máquinas, de las computadoras, de los robots, de los cerebros electrónicos y los satélites, han hecho del hombre un número y de la vida un aceleramiento infernal. Las tremendas aglomeraciones humanas siempre enajenantes están destruyendo al hombre y su identidad, y lo convierten en masa. Masa que sólo se pretende manejar para y por razones económicas, obedeciendo a una serie de intereses creados.
Con estas circunstancias es fácil comprender que el individuo encuentre una forma de defensa al afiliarse a estas sociedades más o menos privadas, más o menos secretas, pero siempre ocultistas. Como vemos, sean del modo que sean los fenómenos sociales y vitales del ser humano, esa tendencia mítica y misteriosa le empuja siempre a formar grupos que viven al margen de la macrosociedad.
En realidad intentar la problemática de las sociedades secretas es de una complejidad mayor de la que parece, ya que aparte de cuando atañe a la psicología coexiste por otro lado el fenómeno como problema social, y último e importante el que atañe al fenómeno espiritual que hay en toda proyección humana y cuyo estudio hay que tomar con toda la seriedad del caso.
Solamente tenemos que darnos cuenta de todo el simbolismo gráfico que acompaña a cada una de estas sociedades : la mayoría los encontramos en los más antiguos rituales caldeos, asirios, babilónicos, egipcios, judaicos, etc. Y no olvidemos que toda simbología es la piedra angular de lo cabalístico, de lo ancestral, de lo misterioso. El mismo juramento, la misma iniciación, para la mente humana no son más que símbolos. Observamos que lo mismo que en cualquier religión o en cualquier sociedad esa simbología integra o excluye a sus miembros.
Por ello, cuando se ha estado iniciado, se ha pertenecido a cualquier secta, sociedad secreta o religión- lo que supone estar en los conocimientos y secretos de la misma-, la deserción no se admite. Y en la mayoría de ellas, el desertor es perseguido de un modo u otro.
Si observamos la proyección de la Sociedad Mundial hacia el futuro que tiene enfrente, no tiende precisamente a la supresión o desaparición de estas microsociedades. El hombre contemporáneo se está produciendo en un entorno de inseguridad, fenómeno que le hace propicio a la búsqueda de cualquier tipo de estas microsociedades.
Es necesario remarcar sobre el desequilibrio en que está sumido nuestro tiempo. Toda esta descomposición está influyendo de un modo directo en el hombre de este siglo, y esa es la razón por la cual busca en los ritos del pasado dar sentido a su vida, que -según su perspectiva- las pocas alternativas actuales no le ofrecen nada convincente, olvidando que solo el "Gran Yo soy".. el Supremo Creador... eterno, sin principio ni final, invisible, puede llenar ese vacío que lleva cada ser humano.
El hombre arrastra en su interior la desilución, el desconcierto y la añoranza de la fe perdida. Lentamente se le va yendo su capacidad de asombro, llegando a parecerle natural toda la artificiosidad que le aleja de un modo progresivo de su propio naturaleza.
Sólo una cosa no le ha variado, su necesidad primaria, sus rasgos esenciales, en resumen, su íntima personalidad. Eso ni más ni menos que eso, su ancestral necesidad de conocer el misterio del que viene y hacia el que marcha, ha sido, es y será la piedra angular que lo aglutina en los momentos de desaliento en cualquier grupo o sociedad secreta.

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