La envidia: sinónimo de rencor y celos
Publicado 2003/02/19 00:00:00
Los filósofos griegos la definen como "el dolor y coraje hacia la buena suerte de los demás", y es un sentimiento que se puede volver nocivo cuando se apodera de la paz de un individuo, situación que se presenta en todas las épocas y culturas, sin distingos de sexo, edad o condición social. Pero, ¿por qué surge la envidia?
El vocablo envidia procede del término griego "invidere", que significa "ver con malos ojos", porque el que está penetrado por ella, mira así las cualidades, éxitos y posesiones de sus semejantes, lo que le lleva a acumular rencores y grandes insatisfacciones. El afectado acostumbra encubrir sus emociones y simula no importarle lo que sucede a su alrededor, porque le resulta vergonzoso aceptar que el bien ajeno le inspira molestia y, a veces, hasta hostilidad hacia quien logra reconocimiento.
Hay ocasiones en que la envidia es tan intensa, que quien la padece pierde el control y evidencia actitudes que lo delatan, como gestos, palabras, sonrisas fingidas y agresividad, pero cuando percibe que los demás han notado su desagrado, se justifica mediante distintos argumentos, en los que se incluyen la intención de denigrar a quien considera su rival.
Es muy difícil que alguien no haya sentido alguna vez envidia, aunque nadie lo reconozca, pero cuando es algo pasajero, puede servir como estímulo para cumplir objetivos.
Desde temprana edad, los padres deben enseñar a sus hijos a apreciar lo que tienen, a adquirir seguridad en sí mismos y a luchar por alcanzar los ideales, de manera que los episodios de envidia no tengan la menor importancia, ya que de acuerdo a los especialistas en salud mental, la infancia es la etapa que proporciona los cimientos del carácter, la personalidad y autoestima. Pero si en vez de fomentar alta estima en el pequeño, constantemente se le compara con sus hermanos mayores, vecinos o conocidos, llegará un momento en que al sentirse tan devaluado, deseará ser como otros y poseer lo ajeno.
Esta desvalorización ocasiona frustración, sensación de fracaso y rechazo hacia sí mismo, lo que generalmente va de la mano con críticas y odio hacia la persona envidiada. A esto se une la soberbia, pues el afectado no tiene la más mínima disposición de aceptar que otros, a los que considera iguales o inferiores, logren más reconocimiento, posean mayores bienes o logren destacarse en el ámbito profesional o el social. El envidioso es egoísta, tiene exagerado afán de poseer todo para sí y una actitud en donde los sentimientos de los demás no le importan nada.
Para evitar que la envidia convierta su vida en un infierno, debe desarrollar habilidades que le ayuden a comprender por qué se presenta la envidia y tratar que el malestar que le genera se transforme en estímulo para conseguir lo que desea. Es indispensable que adquiera confianza en sí mismo y en los demás. Controle la ansiedad, tal vez sea necesario que visite a un psiquiatra o un psicólogo para que le ayude.
Debe empezar a aceptar que el comportamiento que ha tenido con los demás es equivocado y que no le aporta ningún beneficio, al contrario, le produce ansiedad y depresiones. Valore lo que tiene y no se compare con nadie, pues siempre habrá personas peores y mejores que uno.
La envidia no va a desaparecer de la noche a la mañana, es un proceso que demanda tiempo y constancia; pero vale la pena hacer un esfuerzo por lograr seguridad, incrementar la autoestima y vivir la vida con tranquilidad. Recuerde que la vida es corta, los demás se van a morir... y usted también.
El vocablo envidia procede del término griego "invidere", que significa "ver con malos ojos", porque el que está penetrado por ella, mira así las cualidades, éxitos y posesiones de sus semejantes, lo que le lleva a acumular rencores y grandes insatisfacciones. El afectado acostumbra encubrir sus emociones y simula no importarle lo que sucede a su alrededor, porque le resulta vergonzoso aceptar que el bien ajeno le inspira molestia y, a veces, hasta hostilidad hacia quien logra reconocimiento.
Hay ocasiones en que la envidia es tan intensa, que quien la padece pierde el control y evidencia actitudes que lo delatan, como gestos, palabras, sonrisas fingidas y agresividad, pero cuando percibe que los demás han notado su desagrado, se justifica mediante distintos argumentos, en los que se incluyen la intención de denigrar a quien considera su rival.
Es muy difícil que alguien no haya sentido alguna vez envidia, aunque nadie lo reconozca, pero cuando es algo pasajero, puede servir como estímulo para cumplir objetivos.
Desde temprana edad, los padres deben enseñar a sus hijos a apreciar lo que tienen, a adquirir seguridad en sí mismos y a luchar por alcanzar los ideales, de manera que los episodios de envidia no tengan la menor importancia, ya que de acuerdo a los especialistas en salud mental, la infancia es la etapa que proporciona los cimientos del carácter, la personalidad y autoestima. Pero si en vez de fomentar alta estima en el pequeño, constantemente se le compara con sus hermanos mayores, vecinos o conocidos, llegará un momento en que al sentirse tan devaluado, deseará ser como otros y poseer lo ajeno.
Esta desvalorización ocasiona frustración, sensación de fracaso y rechazo hacia sí mismo, lo que generalmente va de la mano con críticas y odio hacia la persona envidiada. A esto se une la soberbia, pues el afectado no tiene la más mínima disposición de aceptar que otros, a los que considera iguales o inferiores, logren más reconocimiento, posean mayores bienes o logren destacarse en el ámbito profesional o el social. El envidioso es egoísta, tiene exagerado afán de poseer todo para sí y una actitud en donde los sentimientos de los demás no le importan nada.
Para evitar que la envidia convierta su vida en un infierno, debe desarrollar habilidades que le ayuden a comprender por qué se presenta la envidia y tratar que el malestar que le genera se transforme en estímulo para conseguir lo que desea. Es indispensable que adquiera confianza en sí mismo y en los demás. Controle la ansiedad, tal vez sea necesario que visite a un psiquiatra o un psicólogo para que le ayude.
Debe empezar a aceptar que el comportamiento que ha tenido con los demás es equivocado y que no le aporta ningún beneficio, al contrario, le produce ansiedad y depresiones. Valore lo que tiene y no se compare con nadie, pues siempre habrá personas peores y mejores que uno.
La envidia no va a desaparecer de la noche a la mañana, es un proceso que demanda tiempo y constancia; pero vale la pena hacer un esfuerzo por lograr seguridad, incrementar la autoestima y vivir la vida con tranquilidad. Recuerde que la vida es corta, los demás se van a morir... y usted también.
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