La dictadura de Torrijos, balance de sombras
- REDACCION
El golpe. Una pregunta obligada al coronel Martínez era, obviamente ¿cómo se desencadenó el golpe del 11 de octubre? El ex hombre fuerte de Panamá lo explica así: "Una vez que quedó claro para todos los panameños que Arnulfo Arias había ganado la Presidencia ??"pese al fraude montado por el gobierno y la Guardia- sobrevino un clima de zozobra. El panameñismo no ocultaba su hostilidad hacia la Guardia. Así, el gobernante nombró como comandante de la Guardia Nacional a uno de los coroneles, Bolívar Urrutia, que de conformidad con el escalafón no tenía derecho al cargo.
"Para esa época menudearon los telefonemas, las visitas, y en una ocasión fui animado, por el hijo de Raúl Arango, más conocido como el Beby Arango, a dar un golpe contra el nuevo Presidente, pese a que su padre formaba parte de la fórmula en calidad de vicepresidente. Al preguntarle cómo podía proponer semejante cosa, me dijo que la relación era coyuntural, de oportunidad, y que ni Arnulfo Arias ni su padre podrían continuar mucho tiempo juntos.
"Fue Juan David Morgan, yerno del general Vallarino, quien me propuso en una reunión que tuvo lugar en casa de su suegro, un golpe para encumbrar a nuestro ex comandante a la posición de Jefe de Estado. El argumento era que había que salvar la vida del Dr. Arias quien, supuestamente, sería asesinado de un momento a otro por sus adversarios políticos.
"Volví a Chiriquí, y desde allá, monté la operación bajo mi responsabilidad personal. Antes de ello, había recibido un llamado de Torrijos, quien en un estado de absoluta embriaguez (actividad habitual en él) y poco menos que anegado en llanto, me pidió que hiciera algo por él, pues no quería ser enviado a El Salvador. Le dije, sin entrar en detalles, que la situación se iba a arreglar. Que se fuera para su casa y no hablara con nadie.
"Después supe que Torrijos no sólo le dijo todo lo que había conversado conmigo a Lakas (aunque ello no era muy claro, en aquel contexto), sino que no se fue a su casa. Todo lo contrario, previendo que lo que yo iba a hacer -fuera lo que fuese- fracasara, se refugió en casa de Efraín Angueira, enlace entre los militares de la Zona del Canal y la Guardia Nacional, y allí se puso otra de sus habituales borracheras. Es decir, que mientras yo comandaba el golpe, Torrijos estaba escondido ¡y en la Zona del Canal!".
"Una vez controlado el aeropuerto, hice gestiones para controlar el Cuartel Central en la ciudad de Panamá. Sabía que la forma más directa y segura era neutralizar la armería, para lo cual solicité el apoyo del capitán Luis Jiménez.
La toma."Originalmente había pensado llegar desde Chiriquí con mis tropas a Panamá valiéndome de camiones. Pero Torrijos, que siempre parecía tener un plan propio, trató de transar con algunos políticos, para entregarles el poder. Uno de mis hombres en la capital me avisó por teléfono, y cambié los planes. Ordené a Torrijos no tomar ninguna decisión en mi ausencia y ocupé militarmente varios aviones comerciales, monté en ellos a mis tropas, desembarcamos en Tocumen con el apoyo de la guarnición, nos trasladamos al Cuartel Central y usando una entrada que daba a la segunda planta, tomamos pacíficamente la principal instalación castrense.
"En este punto me enfrenté con una experiencia sorprendente: desde el Cuartel llamé a la Casa de Gobierno y me contestó el capitán Bolívar Rodríguez, a la sazón jefe de la Guardia Presidencial. Le conminé a entregarse y, contra todo lo esperado, se negó. Dijo que él era un militar leal, que creía en la Constitución y que de ninguna manera se rendiría.
"Antes de tomar la Presidencia por asalto, preferí hablar con otro oficial: un teniente. Éste accedió a rendirse, en tanto el Capitán Rodríguez se encerraba con llave en su oficina. Fue el único militar que no se plegó al golpe, y merece todo mi respeto. Hoy vive, amargado, en el exilio".
El gobierno. "Así comenzó una nueva etapa: la organización del régimen militar que, deseo subrayarlo con especial relieve, no pretendía ser una revolución, no buscaba perpetuarse en el poder, sino -esencialmente- limpiar el país de tanta podredumbre, elaborar un nuevo Código Electoral y, en el plazo de un año, convocar al pueblo a comicios auténticamente libres.
"No fue fácil integrar el Gabinete y las empresas autónomas, porque lo que más me interesaba era mantener alejados del Gobierno a los políticos gastados y desacreditados. Quienes se me acercaron con más intenciones de influir fueron, concretamente, David Samudio, y Fernando Eleta, pero jamás les di beligerancia alguna. De tarde en tarde los recibí -no sin antes hacerles pasar por una larga antesala-.
"Entre tanto, hay un incidente que creo vale la pena que conozca el pueblo. Cuando el golpe aún estaba fresco, corrió el rumor de que los Estados Unidos lanzaría un operativo militar para reinstalar al Presidente Arias. En el seno del Estado Mayor de la Guardia, donde yo había nombrado como jefe a Torrijos, aunque el poder real lo retenía yo, sin ningún género de componendas o mediatizaciones, se habló de esa supuesta invasión. En esa plática, por primera vez, escuché a Torrijos proponer que si los americanos invadían, se buscara el apoyo de Fidel Castro. "Yo tengo contactos para conseguir el apoyo de Cuba", dijo sin ambages. Yo me opuse frontalmente y le dije que no quería volver a escuchar de coqueteos con Cuba o con ninguna forma de comunismo. Él se excusó y dijo que su hermano "Monchi" (Moisés) era quien realmente tenía relaciones con el partido y, a través de él, podría obtener ayuda de Castro".
La corrupción: Al asumir el mando del gobierno, el Coronel Martínez creó una Junta de Gobierno, integrada por los coroneles José María Pinilla y Bolívar Urrutia, que en realidad no eran sino dos mascarones de proa. Otro tanto sucedió en el estado mayor de la Guardia, donde Torrijos fungía como jefe, pero quien mandaba, en realidad, era el líder del golpe. Y fue precisamente en el seno de ese organismo es donde Martínez se dio cuenta, de la noche a la mañana, que había un cáncer terrible dentro de la Guardia: la corrupción.
"Yo siempre había sabido -aunque jamás practiqué esa clase de acciones- que en la Guardia los oficiales, y hasta los soldados, hacían sus "rebuscas". Desde la boleta del tránsito hasta hacerse de la vista gorda frente a una pequeña ilegalidad, eran prácticas instituidas dentro de la organización. Pero hasta que asumí el poder no me di cuenta de la hondura de la corrupción. Para sólo mencionar dos caos: una vez, un compañero de armas dejó caer, como quien no quiere la cosa, en la sesión del Estado Mayor, la información de que había una persona dispuesta a pagar cien mil dólares porque se le permitiera exportar café colombiano como si fuera panameño, vía la Zona Libre. Yo me opuse firmemente, y planteé que uno de los objetivos del golpe era, precisamente, la erradicación de tales indignidades.
"En otra ocasión me ofrecieron dieciocho mil dólares, por parte de los propietarios de La Estrella de Panamá, tío y sobrino, que se encontraban en pleito: el uno para que le quitara al otro la concesión de imprimir los billetes de la Lotería Nacional; el otro, para que no se le despojara de ese negocio, por una parte, pingüe y generoso y, por la otra, convierte al periódico en referencia en un aliado del gobierno de turno. Aquí también rechacé el intento de soborno, e hice otro tanto con muchas ofertas parecidas, a la vez que exhortaba a mis colegas a hacer otro tanto. Ellos, en apariencia, estaban conformes. En el fondo, comenzaban a preguntarse si el jefe que les había tocado en suerte no era más bien un obstáculo que había que remover".
Conclusión. Hay muchos otros datos en el tintero que, por razones de espacio, omitimos. Ellos se refieren, entre otras cosas, a la estrecha relación entre Torrijos y los comunistas; a la muerte del padre Gallegos; a numerosos negociados que "la revolución" panameña ha hecho con los dineros del fisco; en fin a todo el proceso de distorsión política, económica, social y cultural que se produjo cuando, al ser exiliado del país el Coronel Martínez surgió la alianza entre militares, "empresarios progresistas", tecnócratas y comunistas.
Pero hoy, algo ha quedado claro: no había tal intento revolucionario cuando se dio el golpe. Torrijos no sólo no participó en él, sino que se refugió en la Zona del Canal y en la casa del hombre de la CIA y, finalmente, tomó las riendas del proceso derribando al hombre que lo había protegido, mediante el atizamiento de las ambiciones nacidas al amparo de la corrupción. ¿Hasta dónde intervino la embajada americana en este desenlace? Ni Boris Martínez ni el periodista lo saben. Pero al pueblo, perspicaz como es, sabrá sacar ??"atinadamente- sus propias conclusiones.
(Artículo publicado en 1980. El autor fue jefe de redacción de La Prensa de Honduras. Es escritor y docente universitario).
Los desaparecidos
Tal vez sea el capítulo más sombrío del régimen de Omar Torrijos. Fueron más de un centenar de personas las que fueron sacadas de su entorno familiar y profesional, y de la mayoría todavía hoy no se tiene ni rastro.
El partido que Omar Torrijos creó en 1979 se ha encargado de endilgarle todos estos muertos a Manuel Antonio Noriega, brazo derecho a quien el general le encargó el G-2, sección de la Guardia encargada de inteligencia y contrainteligencia.
Lo cierto es que Noriega pudo ser la mano ejecutora de asesinatos y desapariciones. Pero Torrijos no hizo nada por impedirlo.
En el camino Torrijos hizo aprobar una Constitución que lo coronaba como Jefe de Gobierno, legalizando su ejercicio del poder por encima de las atribuciones del presidente de la república, que era nombrado por él.
También mantuvo cerrados los medios de comunicación que le eran adversos; encarceló a quienes se opusieron a sus mandatos; exilió a cientos de panameños y cerró la Universidad de Panamá la que, al ser reabierta bajo la excusa de su "democratización", quedó en manos de la izquierda adicta a su regimen.
Desde entonces la institución no ha sido la misma.
Desaparecidos durante el régimen de Omar Torrijos
Héctor Gallego
Se lo llevaron en Santa Fe, Veraguas. 9 de junio de 1971.
Sacerdote. La comisión de la Verdad calificó esta desaparición en el capítulo de "Escarmiento a líderes comunitarios". Dos hombres se presentaron a casa de Jacinto Peña, y se lo llevaron "al cuartel por orden superior". Cuando iba entre los hombres, Jacinto y su esposa Clotilde escucharon un chillido del padre, a quien montaron en un jeep de capota blanca. Nunca más lo han vuelto a ver.
Heliodoro Portugal
Cafe Coca-Cola en Santa Ana. 14 de mayo de 1970.
Calificado el caso como "Asesinato a la izquierda antimilitarista". Una camioneta roja se detuvo frente al café. Del carro se bajaron dos civiles, lo detienen, lo introducen a la fuerza al carro y se lo llevan. Al mes de la desaparición, un policía llegó a la casa diciéndoles que la víctima mandaba a decir que no se preocuparan. Sus huesos aparecieron 30 años después en el Cuartel de Tocumen.
Andrés Fistonich
Visto por última vez en septiembre de 1970.
Fistonich es arrestado y confinado en la Cárcel Modelo por participar en el intento de golpe al general Omar Torrijos, el 16 de diciembre de 1969. A principios del 70 es liberado y sus relaciones con Torrijos mejoran. Hasta se convierte en parte de su seguridad personal, pero luego tuvieron altercados. En septiembre se le vio uniformado camino a Colón. Nunca más se le vio.
Alcibiades Bethancur
Cuartel Central, Panamá. 16 de febrero de 1971
El caso forma parte de "Asesinatos de los antimilitaristas". Un familiar dijo que lo andaban rastreando y allanaron la casa. Melbourne Walker participó en el operativo. Lo fueron a buscar a Chame, donde estaba pescando. El encargado de eso fue Rubén Mascuñana, subteniente, amigo de la familia. Lo encontraron. Lo trajeron a la sede del G-2. Hasta la fecha se desconoce su paradero.
Rita Wald
Galerías Obarrio. Vista por última vez el 27 de marzo 1977
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