Entierran al último descendiente del Rey Salomón y Reina de Saba
Publicado 2000/11/09 00:00:00
Los restos del emperador de Etiopía Haile Selassie I, fueron enterrados en Addis Abeba, en un acto oficial que trata de recuperar la memoria de quien decía ser último vástago de la estirpe del rey Salomón y la reina de Saba.
Las honras fúnebres tienen lugar veinticinco años después de la muerte en circunstancias no aclaradas del legendario monarca, destronado por un golpe de Estado y cuyo cadáver permaneció durante todo este tiempo oculto detrás de un lavabo de su palacio real.
Miembros de la familia imperial, representantes diplomáticos y miles de partidarios de la monarquía compusieron el cortejo fúnebre, a cuya cabeza figuraban los restos mortales y que hizo un recorrido de diez kilómetros por las calles de Addis Abeba, antes de la inhumación en la Catedral de la Santísima Trinidad.
El funeral fue oficiado por el patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía, Abune Paulos, quien cantó un réquiem en el que calificó al difunto de "elegido de Dios" y "defensor de la fe", como soberano del único reino secularmente cristiano en la historia de Africa.
La ceremonia fue interrumpida en varias ocasiones por el llanto de los asistentes y puso fin, al menos de manera provisional, a una apasionada polémica que en el último cuarto de siglo ha enfrentado en este país a partidarios y detractores del monarca.
De la dinastía de los Lebna Dengel, una familia que según el mito desciende de los amores del bíblico rey Salomón de Judea y de la reina de Saba, originaria del actual Yemen, Haile Selassie subió al trono en 1930 y durante 44 años se mantuvo en él.
Con el apodo de "El León de Judea", el soberano disfrutó de un poder absoluto y conservó durante su reinado un sistema feudal que heredó de sus antepasados y en el que la opulencia y el fasto de la corte contrastaban con la extrema pobreza de los súbditos.
El rey se enfrentó a varias revueltas populares de descontento, que fueron reprimidas de forma sangrienta y que desembocaron en su derrocamiento en 1974 por el coronel Mengistu Haile Meriem, quien impuso un férreo régimen marxista conocido como "El terror rojo".
Tras su destronamiento, Halie Selassie vivió durante algunos meses bajo arresto domiciliario en su palacio de la capital etíope hasta su fallecimiento en 1975, a los 83 años y, según el parte de defunción, a causa de un colapso circulatorio.
Pese a esa versión de las autoridades de la época, los simpatizantes del rey responsabilizaron de la muerte a los guardianes del soberano, quien durante su cautiverio no recibió atención medica, a pesar de su avanzada edad, y que de acuerdo con algunas versiones pudo ser envenenado.
La figura del emperador había permanecido desde entonces en el ostracismo oficial y, según observadores locales, su rehabilitación responde al interés del actual Gobierno del primer ministro Meles Zenawi de ganarse políticamente a los partidarios de la monarquía.
El misterio que rodeó siempre a Haile Selassie I, cuyo nombre significa El Poder de la Trinidad, sirvió al teólogo jamaicano Marcus Garvey para fundar a mediados de siglo XX la religión del Rastafarismo, cuyos adeptos aún idolatran al emperador etíope.
De largas trenzas, fervientes amantes de la música reggae e impenitentes fumadores de marihuana, los rastafaris nunca creyeron que su divinidad viviente hubiera muerto y todavía hoy están convencidos de que permanece escondido, con 108 años, en algún lugar de Africa, a la espera de volver a tomar las riendas de su doctrina mística.
Las honras fúnebres tienen lugar veinticinco años después de la muerte en circunstancias no aclaradas del legendario monarca, destronado por un golpe de Estado y cuyo cadáver permaneció durante todo este tiempo oculto detrás de un lavabo de su palacio real.
Miembros de la familia imperial, representantes diplomáticos y miles de partidarios de la monarquía compusieron el cortejo fúnebre, a cuya cabeza figuraban los restos mortales y que hizo un recorrido de diez kilómetros por las calles de Addis Abeba, antes de la inhumación en la Catedral de la Santísima Trinidad.
El funeral fue oficiado por el patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía, Abune Paulos, quien cantó un réquiem en el que calificó al difunto de "elegido de Dios" y "defensor de la fe", como soberano del único reino secularmente cristiano en la historia de Africa.
La ceremonia fue interrumpida en varias ocasiones por el llanto de los asistentes y puso fin, al menos de manera provisional, a una apasionada polémica que en el último cuarto de siglo ha enfrentado en este país a partidarios y detractores del monarca.
De la dinastía de los Lebna Dengel, una familia que según el mito desciende de los amores del bíblico rey Salomón de Judea y de la reina de Saba, originaria del actual Yemen, Haile Selassie subió al trono en 1930 y durante 44 años se mantuvo en él.
Con el apodo de "El León de Judea", el soberano disfrutó de un poder absoluto y conservó durante su reinado un sistema feudal que heredó de sus antepasados y en el que la opulencia y el fasto de la corte contrastaban con la extrema pobreza de los súbditos.
El rey se enfrentó a varias revueltas populares de descontento, que fueron reprimidas de forma sangrienta y que desembocaron en su derrocamiento en 1974 por el coronel Mengistu Haile Meriem, quien impuso un férreo régimen marxista conocido como "El terror rojo".
Tras su destronamiento, Halie Selassie vivió durante algunos meses bajo arresto domiciliario en su palacio de la capital etíope hasta su fallecimiento en 1975, a los 83 años y, según el parte de defunción, a causa de un colapso circulatorio.
Pese a esa versión de las autoridades de la época, los simpatizantes del rey responsabilizaron de la muerte a los guardianes del soberano, quien durante su cautiverio no recibió atención medica, a pesar de su avanzada edad, y que de acuerdo con algunas versiones pudo ser envenenado.
La figura del emperador había permanecido desde entonces en el ostracismo oficial y, según observadores locales, su rehabilitación responde al interés del actual Gobierno del primer ministro Meles Zenawi de ganarse políticamente a los partidarios de la monarquía.
El misterio que rodeó siempre a Haile Selassie I, cuyo nombre significa El Poder de la Trinidad, sirvió al teólogo jamaicano Marcus Garvey para fundar a mediados de siglo XX la religión del Rastafarismo, cuyos adeptos aún idolatran al emperador etíope.
De largas trenzas, fervientes amantes de la música reggae e impenitentes fumadores de marihuana, los rastafaris nunca creyeron que su divinidad viviente hubiera muerto y todavía hoy están convencidos de que permanece escondido, con 108 años, en algún lugar de Africa, a la espera de volver a tomar las riendas de su doctrina mística.
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