Enrique Jaramillo Levi nos habla de otro tipo de seducción, la de la palabra
Actualizado 2018/03/06 15:46:15
- Rosalina Orocú Mojica
Enrique Jaramillo Levi, creador de mundos, escritor nato, que juega con la palabra como un niño con masilla, apasionado de los libros y quien también ejerce la docencia con el mismo entusiasmo que el oficio de escribir, comparte un mensaje fruto de su ingenio, acerca de cómo nacen y crecen en él las ideas para ir armando sus escritos.
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![El escritor dedica uno de sus libros.](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2018/03/06/enrique_jaramillo_levi_dediando_obra-3.jpg)
El escritor dedica uno de sus libros.
Cada uno tiene sus truquitos, técnicas, estrategias, secretitos...estilo. Todos y para todo. Los escritores no son la excepción y he aquí que el panameño Enrique Jaramillo Levi comparte algunos consejos sobre este momento tan especial en que se inspira y comienza a escribir.
Con ese dominio de la palabra que posee ilustra al respecto a quienes quieren incursionar en la escritura creativa.
Jaramillo Levi es un maestro de la pluma panameña, autor de más de 75 libros en varios géneros (40 son de cuento y 13 de poesía), promotor literario, docente y editor, ganador del premio nacional de literatura 'Ricardo Miró' 2005 en la sección cuento con su libro 'En un instante y otras eternidades'.
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Él creó más de cinco de los concursos de literatura existentes en el país y el Concurso centoamericano de literatura 'Rogelio Sinán'.
Cuentos de Jaramillo Levi se han traducido y publicado en Alemania, Austria, Brasil, Estados, Francia, Hungriá y Polonia.
Veamos lo que comparte este diligente y brillante cuentista colonense sobre el proceso creativo, ese mundo de sensaciones, esa catársis...
"Cuando las fuerzas ocultas se desatan en un escritor al momento de crear, es perfectamente factible que mediante el movimiento concertado de sus dedos desplazándose súbita y febrilmente sobre el teclado, la imaginación no solamente sea, en efecto, la consabida “loca de la casa” sino que, literalmente, se convierta en toda una gran casa enloquecida. Una casa, se entiende, concebida como mundo propio, único, intrasferible, henchido de sí mismo. Porque a veces es tal el ímpetu emocional o la irracionalidad capaz de crear imágenes con la magia de las palabras, o el desparpajo intelectual que nos guía al írseles dando vida como si fuéramos auténticos magos o posesos, o como médiums a través de quienes “alguien” o “algo” dictara sin pausa la articulación precisa de situaciones, atmósferas y personajes muy particulares que poco a poco cobran vida en el texto, que entonces el novelista o cuentista que somos, seducido desde adentro, acepta casi sin saberlo el reto de ese mundo íntimo súbitamente desatado, y sin escatimar palabras en ese primer rapto de creatividad extrema termina, como reza el refrán, tirando la casa por la ventana. Lo cual supone darle rienda suelta a los impulsos creativos sin medir límites ni ponderar prejuicios ni cortapisas al escribir. Y todo esto implica, qué duda cabe, un fuerte grado de intuición, de automatismo, de instintividad, incluso de sana improvisación cuya única rienda es la natural fluidez que caracteriza al lenguaje. Al lenguaje de la escritura. Un lenguaje que consciente o inconscientemente se mantiene en secreta sintonía con el ser interior, con la vivencia íntima, con los deseos y las fobias, con los recuerdos enterrados que de pronto afloran, con el anticipo de situaciones de algún modo posibles… "
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