Debut y despedida del primer general istmeño
- REDACCION
Esteban Huertas no tuvo tiempo de saborear el triunfo. General del primer ejército que tuvo Panamá, fue obligado a renunciar un año después, acusado de "traidor"
Esteban Huertas. Con este nombre comienza la historia de las fuerzas armadas en el Panamá republicano. La fecha: 3 de noviembre de 1903. Este joven general (tenía apenas 27 años aquella tarde) hizo posible que Panamá se separara de Colombia, y según su propio relato, estuvo a punto de morir en el intento.
Esteban Huertas había sido asignado a Panamá desde 1890. Vino a la edad de 14 años, acá se casó con panameña, tuvo un hijo aquí y, como él decía, se sentía panameño.
Participó activamente en la Guerra de los Mil días (1899-1902), del lado triunfador, el conservador, batallando tenazmente en 35 acciones militares en Colombia y Panamá, de las cuales 15 fueron navales, en su gran mayoría en el Pacífico panameño. Combatió duramente a los liberales y los derrotó en la batalla del puente de Calidonia.
Indeciso
El general no contestó ni sí ni no cuando lo invitaron a sumarse al movimiento separatista. Los panameños sabían que sin Huertas y sus tropas, cualquier intento de separación era en vano. Él también lo sabía.
En sus memorias se jacta de su silencio, y se mofa de los revolucionarios que, en el momento crucial, andaban “pálidos de miedo” sin saber si contaban con él, o no.
Colombia envió el Batallón Tiradores al mando de dos generales muy temidos, Juan Tovar y Ramón Amaya, para sofocar la rebelión.
Le correspondió al propio Huertas recibir a los generales (El resto del batallón fue retenido en Colón). Él sabía que venían a apresarle o a matarlo, pero no demostró temor ni le dijo nada a los conjurados panameños.
Tovar le pidió que durmieran en la misma habitación esa noche del 3 de noviembre, y Huertas cree que era con la intención de asesinarlo. Es que no confiaban en el pequeño general manco (le faltaba el brazo derecho), casado con una ciudadana panameña.
Cuando en 1921 Huertas recuerda estas cosas, se le lee amargado porque en la historia oficial no le reconocen su valor como prócer.
¿Primer golpe militar?
Una vez consumada la separación, Esteban Huertas se pone al frente del Primer Ejército del Istmo, y empezó a dictar “órdenes generalísimas”.
Sin embargo, los conservadores, aliados de Huertas en la Guerra de los Mil Días, no creían necesario un ejército, y apenas Manuel Amador Guerrero asumió la Presidencia (febrero de 1904) empezó el desmantelamiento.
En marzo se dictó el primer decreto que reducía el número de hombres, y en noviembre la abolición total.
En 1921 Huertas escribió: “Suprimiendo el militarismo se velaba el respeto a la fuerza y quedaba la república incipiente en manos de la política, de la diatriba, del soborno y de todo cuanto pueden idear hombres hábiles en estratagemas y logrerías...”.
La verdad es que Amador Guerrero temía una revolución de los cuarteles contra el poder civil, pues los soldados sólo obedecían a Huertas.
Hay dos versiones de estos hechos. Una es de Huertas, quien asegura que le levantaron un expediente por sedicioso y traidor. En el juicio declararon los señores Nicanor de Obarrio y Juan Antonio Henríquez, quienes afirmaron que todo era una falsedad.
Al general jamás se le tomó declaración. El expediente del caso nunca ha sido encontrado.
La otra versión proviene del prócer Tomás Arias, quien en 1904 era el equivalente al de Secretario de Guerra, superior de Huertas.
Dice Arias que Huertas, con sus intrigas, logró que Amador le pidiera su renuncia, que se hizo efectiva el 31 de octubre de 1904. Cinco días después, el presidente le escribió preocupado a su ex secretario de guerra para decirle que faltaban 500 rifles. Temían una asonada.
El 13 de noviembre, Huertas le escribió una carta confidencial e insultativa a Amador Guerrero, en la que de manera inexplicable, al final, le invita amable para que visite al día siguiente, a las seis de la mañana, el cuartel junto al nuevo secretario de Gobierno, Santiago de la Guardia.
De la Guardia y Amador aseguran que en ese momento Huertas pensaba hacerlos prisioneros. Toda la trama del golpe de Estado, depende de esa última línea de la carta del general.
Tomás Arias escribió en sus memorias: “Me permití aconsejarle (al presidente Amador) que no concurriera a la invitación de Huertas, porque, a mi concepto, ella constituía una celada”.
Huertas escribió en 1921 que el 18 de noviembre Amador lo invitó sin previo aviso a la Presidencia, y le dijo: “Tengo orden del gobierno americano de dar de baja a las fuerzas. Dígale a sus oficiales que ellos pueden colocarse de tenientes y vigilantes de la Policía, así como también alguna parte de la tropa”.
Huertas renunció, y dijo que con él todos sus hombres.
Celestino Araúz y Patricia Pizzurno señalan en uno de sus libros: “Rápidamente se puso de manifiesto que el ejército nacional comandado por el general Huertas, estaba integrado por efectivos díscolos, insubordinados, indisciplinados, levantiscos y venales. La tropa carecía de entrenamiento y constituía un factor de perturbación”.
William McCain, en su libro “Los Estados Unidos y la República de Panamá”, señala que los liberales, al mando de Belisario Porras, se habían planteado una revolución (dejando entrever la cooperación de Huertas), y para eso consultaron con el encargado de negocios de EE.UU. Joseph Lee, quien le advirtió que el Tratado del Canal y la Constitución preveían que el gobierno del norte estaba facultado para intervenir en caso de revuelta.
En un informe al Departamento de Estado, sobre la situación de Panamá y su ejército, Lee comenta: “(El ejército) Representa contínua amenaza para la república, porque siempre será un instrumento fácil para ambos partidos (conservador y liberal), y será una fuente inagotable de intranquilidad hasta tanto no se suprima”.
En el decreto 171 del 18 de noviembre de 1904 se acepta la “renuncia” del jefe del instituto armado, general Esteban Huertas, licenciándose la tropa al día siguiente.
Huertas escribió entonces: “Así terminaron las últimas tramas contra quien, como jefe del Batallón Colombia, había dado una patria a los panameños”.
Testimonio de Esteban Huertas sobre el 3/11/03
El general escribe en tercera persona, como si fuera otro el narrador. Se califica a sí mismo como “Principal autor del movimiento efectivo”.
A las 3:30 le llegó a Huertas una nota de Amador que decía: “Huertas, no hay movimiento. Si nos quitan la cabeza a cualquiera de nosotros, que nos la quiten, dejémonosla quitar sin condenar a los demás”.
Dos horas después, 5:30 pm, Tovar llegó al cuartel asustado por rumores de motín. Insistía en usar la frase “viene gran convoy” para referirse al apoyo colombiano para sofocar la rebelión de los panameños.
Después llegaron los sobrinos de Tovar y el general Ramón Amaya con noticias: había agitación en el parque de Santa Ana. Todos los colombianos llegaron al Cuartel de Chiriquí a refugiarse.
Huertas le dijo a Joaquín Caicedo Albán “no hay cuidado”, y con eso tranquilizó un poco a los oficiales, menos al general Amaya, quien hizo señas a Tovar (la mano en forma de pistola que se puso en la sien) para que matara a Huertas.
Huertas se dio cuenta que su vida corría peligro, y decidió actuar. Tomó las armas y dio órdenes a sus hombres para que apresaran a los oficiales.
Fueron siete los generales colombianos que fueron detenidos por un capitán recluta que acababa de ingresar al Batallón Colombia: Marco Antonio Salazar. Puso en manos de Fernando Arango, director de la Policía, a todos los detenidos.
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