Jaqué, en peligro de pasar a ser un ‘pueblo fantasma’
- Adiel Bonilla (adiel.bonilla@epasa.com)
En los últimos 5 años, esta población darienita ha perdido unos 1,000 habitantes. Actualmente, cerca de un centenar de sus casas están cerradas. Su lejanía del resto del país, aunado a las secuelas del modelo de seguridad, la falta de empleos y de políticas de apoyo estatal han arrinconado a Jaqué.








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Desde el aire, Jaqué (población de Darién, cerca de la frontera con Colombia) se ve como un pequeño oasis urbano rodeado de exuberante naturaleza. En tierra, el atributo natural sigue vivo, pero el pueblo ofrece clara evidencia de que muere.
- 201 dólares cuesta el vuelo (ida y vuelta). Sale del aeropuerto Marcos Gelabert.
Residentes de Jaqué valoran su situación
- Muchos quisieran permanecer en su pueblo, pero emigrar sigue siendo la opción más viable.
- Benjamín Garabato - Agricultor: Los indígenas de acá producimos plátano, arroz, yuca, otoe y criamos animales. Pero en el caso de los cerdos, muchas veces invertimos tiempo y dinero, pero cuando traemos la carne, las tiendas no tienen la capacidad para comprarnos todo, y nos produce pérdidas. Estamos muy preocupados porque no tenemos dónde vender.
- Macario Morales - Dirigente comunitario: El pueblo va en decaída; no se ve avance y hay mucha desnutrición. ¡Por favor, pueblo panameño, apoyen a esta comunidad distante! Estamos a 16 horas vía marítima y 1 hora vía aérea. Aun así, no queremos ir a darles problemas a la capital. Queremos mejorar las cosas acá, pero no lo lograremos sin el apoyo del Gobierno central.
- Ovidio Díaz - Ganadero: En Jaqué, el pueblo ni siquiera consume una res que se sacrifique. Antes nos dejaban comerciar con Juradó (Colombia) y vendíamos hasta 6 vacas en un día, porque allá es más grande. Pero cuando nuestras autoridades cerraron la frontera no nos dieron otra opción. En verdad, vamos en camino a ser un pueblo fantasma.
El silencio que habla
- Un recorrido por las veredas de Jaqué es suficiente para constatar la escasez de población y el aumento de casas vacías.
Desde el aire, Jaqué (población de Darién, cerca de la frontera con Colombia) se ve como un pequeño oasis urbano rodeado de exuberante naturaleza. En tierra, el atributo natural sigue vivo, pero el pueblo ofrece clara evidencia de que muere.
Conformada por una mezcla de afrodescendientes, indígenas emberá y wounaan y desplazados colombianos, la población en Jaqué envejece. Los jóvenes no encuentran oportunidades y emigran a la ciudad. Mientras, un importante segmento de sus niños, mayormente indígenas, enfrentan pobreza y desnutrición.
Paraíso perdido
Sorprende que esta sea la realidad de una comunidad bendecida con tierras fértiles, ríos y playas limpias... todo arropado con una alucinante selva tropical.
“Cuando presencié el sol ocultándose tras la montaña y en perfecta sintonía con las olas, prometí volver a Jaqué, y cada vez que puedo lo hago”, explica el fotógrafo y viajero internacional Ron Seiler.
De hecho, Jaqué tiene fama de regalar a sus moradores y visitantes una de las puestas de sol más extraordinarias de Panamá. El sol muere en el horizonte marino matizado por islotes.
Por algo, en 2004, la editorial Fe y Alegría publicó para Iberoamérica el libro “Jaqué, paraíso perdido”.
Y los que logran descubrir el paraíso darienita, pueden disfrutar de sus 5,600 metros de playa limpia. Y si lo que se busca es una aventura nocturna de avistamiento de tortugas marinas para esta época del año, es también un famoso destino de desove de las especies golfina y tortuga verde.
“Recibimos pequeños grupos de turistas que vienen a disfrutar la experiencia de estar cerca de las tortugas o de presenciar el nacimiento y liberación de sus crías. Pero nos gustaría que vinieran más visitantes”, expresa Iber Valencia Gamboa, miembro del grupo Protección a las Tortugas Marinas en Jaqué.
Pese a todo este potencial ecológico, el turismo no está desarrollado en esta hermosa pero apartada comunidad panameña.
Tal vez se deba a que no es fácil llegar a Jaqué.
Por mar, hay que completar 18 extenuantes horas de navegación, partiendo de los puertos en Panamá. Este tipo de viaje cuesta $50 (ida y vuelta).
Por aire es más cómodo y rápido. Volando con Air Panamá se toma solo 1 hora, desde el aeropuerto Marcos A. Gelabert en Albrook. Pero el pasaje cuesta $108 en una vía o $201 el boleto ida y vuelta, con vuelos los lunes y viernes.
Por otro lado, la crisis económica que se registrado en los últimos años en Jaqué ha provocado el cierre de restaurantes y hoteles.
“Pero sí hay posibilidades de hospedajes desde $8 diarios, y comidas a $3, con moradores del pueblo”, agrega Iber Valencia.
Pero ¿qué provoca que este pintoresco lugar se esté quedando sin gente y sumido en la decadencia?
Según sus propios moradores, varios factores se han conjugado para que se dé esta preocupante realidad.
Seguridad
“Hace unos 6 años se decretó el cierre comercial de la frontera con Colombia, supuestamente porque los productos que se llevaban de aquí quedaban a mitad de camino para el consumo de los guerrilleros colombianos”, recuerda Macario Morales, quien se desempeñó como corresponsal para La Voz del Darién.
Lo cierto es que en Jaqué todos hablan con añoranza del cierre de la frontera, decretado por las autoridades panameñas.
Antes de esto, desde el municipio colombiano de Juradó (de unos 8,000 habitantes) se daba un gran flujo de compradores.
“De Jaqué llevaban sal, azúcar, arroz, todo tipo de mercancía seca, así como reses y puercos”, recuerda Morales.
Y en las veredas del pueblo también se escuchan todo tipo de historias que dan cuenta del supuesto contacto de comerciantes panameños con grupos armados al margen de la ley.
Y aunque la Policía Nacional tenía una presencia modesta en el área, para esa época el nuevo Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) llegó a poner orden. Instaló un completo centro permanente y desplegó una red de patrullaje en esas costas.
“Las actividades irregulares de colombianos en playas panameñas de la franja fronteriza cesaron. Y dejó de darse el paso esporádico de grupos armados que atemorizaban a nuestra población”, precisó el mayor Larry Solís.
“Por temor no salíamos ni a la playa en las noches. Ahora muchos están contentos con la presencia del Senafront, pero hay que reconocer que algunos muestran resistencia porque ya no pueden hacer otro tipo de actividades”, explica el morador Iber Gamboa.
¿Cuánto afectó a la economía el reforzamiento de la seguridad? Es una pregunta que todavía no encuentra respuesta.
La época de comercio pujante se fue. Le ha seguido un éxodo hacia la capital. Y más reciente, el resurgir de iniciativas comunitarias de algunos de los pobladores que han quedado y que piden al resto del país que voltee su mirada a este paraíso perdido al final de Darién.
Casas cerradas son la carta de presentación
Ventanas cerradas y puertas con candados a plena luz del día constituyen una característica típica del paisaje urbano del Jaqué de hoy.
Actualmente, unas 75 casas permanecen cerradas, de familias que se trasladaron a otros sectores (la mayoría hacia la capital).
Entre $3,000 y $5,000 se puede adquirir una de estas residencias en abandono, algunas incluso con sus terrenos en regla.
Y es que esta comunidad de habitantes, tradicionalmente dedicados a la agricultura y a la pesca, en las últimas décadas experimentó el abandono sistemático de las autoridades regentes del sector agrícola.
Situación que se complicó con la fama creciente de que era un lugar peligroso por su cercanía a la frontera con Colombia y a los grupos armados de ese país que operaban muy cerca. Y aunque la seguridad ha mejorado, el comercio decayó con el cierre comercial de esta frontera, que por generaciones trajo desde Juradó (Colombia) flujo de divisas hacia Jaqué. El panorama desalentador se remata con niveles preocupantes de desnutrición y pobreza. Pero los jaqueenses no pierden la esperanza.
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