Panamá
Eligio Tejedor, entre la tradición de fabricar tambores y la disminución de los pedidos
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La venta de los tambores es cíclica y depende de las festividades, expone el artesano, cuyas creaciones han llegado al extranjero.
![Eligio Tejedor junto a sus creaciones. Foto: Mides](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2022/11/10/eligio-tambor-panama.jpg)
Eligio Tejedor junto a sus creaciones. Foto: Mides
![Eligio Tejedor en plena faena de fabricar un tambor. Foto: Mides](https://www.panamaamerica.com.pa/sites/default/files/imagenes/2022/11/10/tambor-panama-eligio.jpg)
Eligio Tejedor en plena faena de fabricar un tambor. Foto: Mides
Los tambores de Eligio Tejedor han llegado a Estados Unidos, Canadá y Costa Rica. A nivel local son reconocidos en el festival del Manito Ocueño.
La música lo atrajo desde pequeño. Recuerda que aprendió observando y a los 20 años se animó a confeccionar su primer tambor.
El taller de este herrerano de 72 años es un lugar sencillo, desprovisto de cualquier lujo, pero en el que impera el conocimiento. Armado con sus herramientas, machete y escoplo, Eligio les da forma a sus instrumentos. Es un proceso complejo, porque también debe afinarlos.
El primer paso consiste en escoger la madera correcta. Siempre apuesta por el cedro amargo. Luego de darle forma al cilindro, debe forrar el tambor con cuero de vaca.
El ajuste debe ser perfecto y eso se consigue con cuerdas que tiran de cuñas ubicadas en el centro del instrumento. Otra cuerda se añade con el objetivo de que el ejecutante pueda colgarlo en su hombro.
Para corroborar que la caja que ha traído a este mundo tenga el sonido adecuado, Eligio hace alarde de su faceta como músico. En escena aparecen los bolillos que ha esculpido, con los que hace sonar el cuero.
"Hay ritmo en la caja", dice con una gran sonrisa.
Mientras sonaba la caja, Eligio recordó aquellos días en que trabajaba la tierra. En ese tiempo se pagaban dos (2) dólares el día de trabajo. Eran faenas duras con poca remuneración. Para esa época no había empresas, fábricas o instituciones que pagaran un seguro social, por eso nunca pudo acceder a un programa de protección social.
La venta de los tambores es cíclica, depende de las festividades, indica Eligio.
"Es una profesión hermosa que me ayudó a criar a mis hijos, pero en estos días no se piden tambores como en otros años, por eso ingresé al programa 120 a los 65. Trabajé muy duro como agricultor, como músico y como artesano, pero no pude acceder a una jubilación que me permitiera tener un ingreso en mi vejez", narra.
Para la ministra del Mides, María Inés Castillo, la historia de Eligio demuestra la necesidad que existe de proteger a los adultos mayores que no perciben ingresos económicos y que viven en pobreza o pobreza extrema.
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