Juventud, vacíos y alcoholismo
- Rosalina Orocú Mojica
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El hábito del consumo del alcohol lo siembra la sociedad. Esta debe ayudar a erradicarlo.
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Casi toda actividad social o motivo de celebración es una excusa para beber esta droga lícita. Archivo.
Carta blanca tiene el alcohol en Carnaval, y el saldo es desenfreno, accidentes vehiculares y hasta la muerte.
Entre los más afectados están los jóvenes.
Javier González Q. hace un enfoque del problema.
Afirma que "un bebedor no se hace en dos fiestas ni en tres.... un adicto no se improvisa", e insta a tomar conciencia sobre el alcoholismo.
¿Por qué cree que a los jóvenes les gustan tanto las bebidas alcohólicas?
No es que les gusten tanto. Para una gran mayoría de personas es respuesta inconsciente a una subcultura que promueve su uso, con la falsa visión de buscar alegría y, en el peor de los casos, aliviar su tristeza.
Esta segunda motivación merece especial atención, pues hoy las ofertas amables y sanas para la juventud son escasas.
El luminoso "futuro" -que era un sinónimo de juventud- se presenta gris oscuro. Ni siquiera la seguridad de un empleo acorde con su preparación y capacidad.
Y mucha atención: las adicciones malsanas son un gran negocio de las multinacionales, y el consumo de bebidas alcohólicas es
una puerta de entrada.
Los hábitos se forman, se aprenden poco a poco, eso sí, sin pausa. Cada "cumpleaños", cada "grado", cada "Carnaval" se potencia consumiendo bebidas alcohólicas.
Entonces, la convivencia con estas "celebraciones" siembra el hábito, y muchos jóvenes lo asumen como componente de su cultura, que será "acompañado para proporcionar alegría o aliviar la tristeza".
El alcoholismo es un cáncer social, de baja intensidad al comienzo, pero es irreversible, y si no se confronta, es progresivo y mortal, pero antes de matar, degenera a sus víctimas y afecta a la sociedad como un todo.
¿Cómo ayudarlos a divertirse sin alcohol?
Desde la familia, aprendiendo a disfrutar cada alegría sin necesidad de un "estimulante externo" que afecte la realidad sencilla que se celebra. Y aprender a asumir las dificultades sin "esconderse en drogas falsas". Recuperar la "conciencia" real; meditar en "por qué hacemos lo que hacemos".
Vivimos entre muchos hábitos inconscientes. En eso consisten los hábitos, dirán algunos sabihondos, pero es que los hábitos se aprenden, se van conformando y, si desde el comienzo hay discernimiento, entonces, muchos de tales hábitos se pueden eliminar. Hay una fórmula práctica: "Las cosas se deshacen así como se hicieron".
¿Cómo influyen en su conducta sus pares?
Desde la casa y la escuela se siembra el hábito de "competir", de ser el primero (así no corresponda a ser mejor), pero ser lo "máximo", no importa cómo ni en qué. Como el consumir bebidas es asunto de "valientes, libres, lanzados y campeones", entonces, es indispensable imitar a tales "héroes, valientes y tenaces". Y no olvidar que como el alcohol ahuyenta el miedo y sube la euforia (o falsa alegría), pues se sienten valientes y felices.
Es un círculo vicioso, cuando se agota el efecto de valentía, "este cielo", se choca con la dura realidad. Y para escapar de "este infierno" se recurre a otras dosis de bebidas alcohólicas. Entonces, por la resistencia que va adquiriendo el cuerpo consumidor cada vez hay que aumentar la cantidad y la frecuencia.
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