Panamá, ¿cerca de un despertar popular?
La Asamblea es severamente criticada, la capacidad de mando y acción del Ejecutivo se cuestiona. En un Estado con débil institucionalidad, ¿fracasó la nueva democracia? No estamos a las vísperas de un nuevo octubre de 1968; pero hay que prestar atención a las señales.
La Asamblea es severamente criticada, la capacidad de mando y acción del Ejecutivo se cuestiona. En un Estado con débil institucionalidad, ¿fracasó la nueva democracia? No estamos a las vísperas de un nuevo octubre de 1968; pero hay que prestar atención a las señales.
- José María Torrijos Legazpi
- /
- /
- /
- - Actualizado: 31/10/2019 - 12:57 pm
Hay quienes lo dicen en los programas de opinión en radio y televisión; otros, lo comentan a través de las redes: Panamá está viviendo una situación similar a la de las vísperas del golpe de Estado del 11 de octubre de 1968.
Con una Asamblea Nacional denostada por diversos sectores de la sociedad -al punto que hay quienes ven viable su cierre y lo solicitan- que parece complotar contra el Palacio de las Garzas, con un Ejecutivo exigido ante el peso de las amplias expectativas con las que llegó al poder, con un proyecto de reformas constitucionales corrompido y desnaturalizado a través del debate legislativo, que solo termina por mancillar la -ya de por sí- frágil institucionalidad del Estado, y con manifestaciones populares que se van tornando cada vez más constantes y violentas; diversas voces de la opinión pública empiezan a preguntarse cuándo ocurrirá una revuelta similar a las experimentadas durante las últimas semanas en diversos puntos de Hispanoamérica.
Hay que preguntarse si, realmente, ha fracasado el proyecto de Estado postinvasión. El historiador napolitano Giambattista Vico dijo que la historia no es lineal, sino que se desarrolla en ciclos que se van repitiendo (idea resumida en la frase “la historia se repite en espiral”, concepto adjudicado erróneamente a Arnulfo Arias Madrid ). ¿Será que un ciclo de la historia política panameña se cerró y está por comenzar nuevamente?
Algunos dicen que no, que aún estamos lejos de un nuevo 11 de octubre o de un levantamiento popular de grandes proporciones; sin embargo, advierten que hay que prestar atención a las señales.
A fuego lento
“Todavía no estamos en una situación igual a la de 1968, falta madurez. Antes de 1968 las cosas estaban tan -pero tan- mal que, a nivel de la estructura de arriba, entre familias poderosas no se podían ni ver, porque se agarraban a ‘piñazos”, comenta el historiador César del Vasto.
Con César del Vasto coincide el también historiador Rommel Escarreola. “Todavía falta un poco más, no le veo ese ingrediente”, dice. El docente resume cómo era la situación política predictadura: “En 1968 había dos sectores: El de los partidos tradicionales (el Liberal, Demócrata, y una cantidad de partidos) que representaban a los sectores económicamente poderosos; y el pueblo. Arnulfo Arias era un loco que todo lo que acordaba lo echaba para atrás. Desde antes de 1968 había movilizaciones. Los detonantes del golpe de Estado de 1968 se dan mucho antes. Había movilizaciones populares gigantescas”.
Otro historiador, Edgardo Víquez, presidente de la Fundación Historia de Panamá, advierte que una coincidencia de ambos momentos históricos es la “gula de poder” por parte de los partidos y algunos personajes de la política panameña. Víquez resalta el “caudillaje de algunos diputados en ciertas causas”. Para él, el detonante del que hablan sus otros dos colegas pudiera ser la llegada de un “gobierno de línea dura” en 2024.
Aunque sorprenda, dice Rommel Escarreola que la Asamblea actual no ha caído tan bajo como cayó el Legislativo antes del golpe octubrino.
A pesar de las críticas a los diputados actuales, las burlas y reproches por sus comentarios (como el vídeo donde se le pone cara de payaso a Jairo “Bolota” Salazar, u orejas y nariz de roedor a Cenobia Vargas), y los pedidos de que se clausure el palacio Justo Arosemena; el Legislativo de los años predictadura era aún peor que el actual, comenta Escarreola: “La Asamblea estaba conformada por los partidos políticos de la oligarquía. Eran aún peores”.
Curiosamente, en aquel vídeo donde se lo ponen nariz y orejas de roeador, la diputada Cenobia Vargas, del Partido Revolucionario Democrático (el brazo político de los militares que dieron el golpe de Estado en octubre de 1968), hablaba de los intentos de la oligarquía de recuperar el control del órgano Legislativo.
El baile de los que sobran
Ecuador, Chile, Bolivia y, en España, las manifestaciones catalanas. En las últimas semanas Hispanoamérica ha visto cómo la masa sale a las calles, se manifiesta, grita el descontento que siente por cómo se maneja el sistema. El escritor Pedro Rivera, en un tuit, indicó que se trataba del despertar de pueblos que ya habían identificado al neoliberalismo como el “enemigo en común”.
¿Estará Panamá cerca de una “despertar” así? En este punto los historiadores difieren. Para César del Vasto y Rommel Escarreola, la presión ejercida hasta ahora por parte de los movimientos populares no es la suficiente; Edgardo Víquez, al contrario, ve el nacimiento de una fuerza.
“En este lapso no ha habido movilizaciones masivas, salvo la de la Universidad de Panamá”, comenta Escarreola. Al preguntársele por las manifestaciones de Suntracs y Frenadeso, solo se limita a decir: “¿Y detrás de ellos quién?”. Hay manifestaciones, sí, pero todavía no han alcanzado los niveles ni la peligrosidad suficiente como para que pongan en riesgo la estabilidad del Estado, explica.
Para César del Vasto, estas manifestaciones no llevarán a nada, porque “la descomposición social ha llegado al límite” y no hay un interés realmente masivo. "La juventud, a diferencia de lo que sucedía en la década del 90, no sale a pelear. En los 90 la juventud todavía peleaba para cambiar la realidad, lo intentaba. Ahora le vale todo a la juventud que solo quiere evadirse, porque compraron el modelo de evasión y ahí se están pudriendo. No hay fuerza de cambio, grupos de presión de cambio en Panamá ni un programa claro”, lamenta.
Edgardo Víquez tiene una visión más positiva y considera que los movimientos populares de los últimos días son más significativos de lo que se piensa: “Las protestas han ido de menos a más: Los primeros días acudían unas cuantas personas; el pasado martes [29 de octubre] se vio un grupo mucho más grande, y ya al día siguiente [miércoles 30 de octubre] se notaba que había muchos más antimotines resguardando la Asamblea. Se empieza a notar la presión ciudadana con respecto a lo que sucede en la Asamblea”.
El miércoles 30, las protestas tomaron un rostro más violento y se caracterizaron por los enfrentamientos entre policías y manifestantes. Hubo 54 detenidos, varios heridos, y múltiples destrozos, entre esos, la vandalización de la sede del PRD.
A pesar de su postura, Rommel Escarreola sí anota un elemento a favor de la sociedad panameña actual: El nivel intelectual y de transparencia es mayor (comparado con los niveles del Panamá de la década de 1960): “Hoy en día, por lo menos, hay más fiscalización. La sociedad está más ilustrada, más formada, tiene mayor capacidad de criterio. Ya no es tan fácil como en 1968”.
Es más, Víquez compara la realidad panameña con la chilena. Él habla de una “primavera latinoamericana” y destaca algunos elementos que se repiten en ambas naciones: La desigualdad (el alto costo de la vida, pensiones irrisorias, alto costo de la educación) y el hecho de que tanto Chile como Panamá mantienen constituciones elaboradas durante sus respectivas dictaduras militares.
Me guío por los signos
Al hablarle de Chile, César del Vasto solo comenta que “estamos lejos”; sin embargo, el también investigador se atreve a adelantar lo que podría suceder si la administración actual no satisface las expectativas de la población: “Todo indica que de fracasar Nito Cortizo, lo más seguro es que el sistema imponga a Ricardo Lombana o Ricardo Martinelli como tendencia; pero eso no resolverá el problema.
Edgardo Víquez coincide con del Vasto en que las opciones para 2024 pudieran ser Martinelli o Lombana; aunque también añade el nombre de Richard Morales, quien pudiera aprovechar su línea progresista y conseguir el “apoyo de los movimientos sociales históricamente segregados” como las feministas y LGBTI, que “están empezando a unirse”. Morales, fue uno de los detenidos la noche del 30 de octubre.
En el siglo XXI los golpes de Estado ya no se hacen con las armas, sino a través de la vía democrática. Por eso, César del Vasto habla que, de seguir así, Panamá podría sufrir una “venezolanización” de su política.
Edgardo Víquez lo secunda y comenta que cualquier sacudida al sistema será a través de las urnas: “A mí juicio no hay posibilidades de un golpe de Estado. Hasta allá no. No creo que haya un grupo que se vaya a tomar el poder. No ha ocurrido en Ecuador ni en Chile, donde también están peleando por otra Constitución”.
Rommel Escarreola, al respecto, advierte: “No estamos todavía en ese punto, pero se están activando las señales”.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.