Vicisitudes en Chile
Siendo el primer viaje de mi esposa Mayin al hermano país, optamos por curiosear Santiago durante tres días anterior al zarpe
Siendo el primer viaje de mi esposa Mayin al hermano país, optamos por curiosear Santiago durante tres días anterior al zarpe
Un tema que nuestros amigos europeos encuentran difícil de digerir por la proximidad que existe entre sus relativamente cercanos países resulta ser la prolongación de la geografía chilena. Con una longitud de 4,300 kilómetros desde Arica en su norte hasta la austral Punta Arenas, Chile es el país más extendido del mundo. Para una idea más certera de su distensión, si le yuxtaponemos en un mapa, seria el equivalente a la distancia entre las ciudades de Nueva York y Bogotá.
Visité Santiago por vez primera a mediados de la década de los setenta del siglo pasado, posterior al golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 que derrocó al socialista Salvador Allende y su gobierno izquierdista de la Unidad Popular. A mi arribo desde la antigua y elegante terminal de Tocumen al aeropuerto de Pudahuel con escala en el aeródromo Jorge Chávez de la ciudad de Lima, el impacto visual fue áspero al toparme con gallinitas hurgando en sus predios y el palacio presidencial de La Moneda en el centro de la capital recubierto de láminas de plywood durante su reparo resultado del bombardeo por aviones Hawker Hunter durante las horas del mediodía del golpe.
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Durante mi intercambio con chilenos de todo nivel social, desde la vendedora de superochos, populares galletas chocolatadas, hasta lideres empresariales, la reacción al golpe era símil a la invasión norteamericana de Panamá en las posteridades de 1989. Por un lado, las víctimas, algunas inocentes, otras no tanto, y por el otro, el alivio ante la culminación de un periodo oscuro, no representativo de la mayoría de los chilenos, resultado de la elección de Allende ante una oposición dividida, con un 36% de los votos en los comicios del 4 de septiembre de 1970 por menos de 40,000 votos sobre el candidato Jorge Alessandri del Partido Nacional.
Posterior a ese preludio, por motivos de trabajo visité el hermano país medio centenar de ocasiones, particularmente en la década de los noventa, ya ocupando Chile la posición económica puntera, para envidia de todos en América Latina, sobrellevando el desastre del experimento socialista. Ello no conlleva nuestra aprobación a la dictadura de Pinochet, pero si las políticas financieras que elevaron la calidad de vida de la gran mayoría de los chilenos, implementadas durante ese periodo por un grupo de economistas, impuestos por el gobierno de Pinochet, capacitados por Milton Friedman de la Universidad de Chicago, conocidos como los "Chicago Boys".
Aprovechando la celebración de los 500 años del primer viaje de circunnavegación global, optamos por visitar nuevamente Chile el mes pasado, embarcándonos en una expedición de 14 noches de Norwegian Lines desde San Antonio, que sirve como puerto de cruceros a la ciudad de Santiago ubicada en la cordillera, que nos trasladó al estrecho de Magallanes con destino final Buenos Aires, Argentina, un estupendo viaje que nos permitió intimar el Cono Sur y sus pingüinos, leones marinos y ballenas. Siendo el primer viaje de mi esposa Mayin al hermano país, optamos por curiosear Santiago durante tres días anterior al zarpe, sirviéndonos de anfitrión de lujo, mi caro amigo y colega Fernando Gómez Corral, quien voló dos horas desde Antofagasta, hospedándose también en el hotel Santiago Park Plaza en Providencia.
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Resulta harto positivo el faro de un querido amigo local para intimar las realidades de un país, a lo opuesto del traslado con grupos de turistas a sitios selectos para su visita. Nos impactó dantescamente la destrucción y repulsivo cuadro de una urbe pintoreteada entre monumentos y paredes resultado de las orquestadas protestas en oposición al poco popular gobierno del presidente Sebastián Piñera. Una cosa es protestar, elemento básico de una democracia, y otra es destruir, desbaratar con saña y desmedida maldad el bien común. Los daños al Metro de Santiago durante las recientes manifestaciones superan los $300 millones de dólares con significativos destrozos en 118 estaciones de la línea férrea. ¡Que forma mas obtusa de protestar el aumento del peaje, cuando la simple presencia de más de un millón de manifestantes en Santiago el pasado 22 de octubre bastaba para extirpar el decreto y otras medidas antipopulares! Tomará años resarcir la belleza a la capital chilena. El efecto a su economía y a su turismo impacta precisamente en mayor medida a los protestantes, entre ellos algunos cuyos automóviles irónicamente resultaron incendiados sin mayor recato a la propiedad privada.
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