Mensaje
Usted tiene el más grande título
... los falsos mesías de la humanidad, prometían la felicidad con fórmulas variadas: con ideologías, sistemas económicos, superstición y hechicería, placeres, vicios, poder terrenal, y toda clase de aberraciones.
- Rómulo Emiliani
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- - Publicado: 10/10/2020 - 12:00 am
Llegó Cristo rey y, muriendo en la cruz, consiguió desterrar el poder del mal y el castigo eterno. Foto: Archivo.
¿Sabe que usted carga a cuestas el más grande título que jamás se ha dado y se dará?
Que fue conseguido por Jesucristo para usted, derramando la sangre en la cruz y pagando el precio del rescate, porque usted estaba apresado por las tinieblas en el pecado y tenía como herencia la condenación eterna.
Usted estaba destinado por culpa del pecado a vivir una existencia oscura y triste, vacía y degradante.
Pero llegó Jesucristo, el hijo de Dios Padre, y su misión consistió en salvarlo. Y lo hizo de manera gratuita.
No teníamos ningún mérito para exigir nada. Todo era pecado en nuestra vida, en la existencia de la humanidad. No había manera de salir del atolladero.
Todos, los falsos mesías de la humanidad, prometían la felicidad con fórmulas variadas: con ideologías, sistemas económicos, superstición y hechicería, placeres, vicios, poder terrenal, y toda clase de aberraciones.
Y la humanidad seguía vacía y consumiéndose en la miseria moral y en todos los aspectos.
Llegó Cristo rey y, muriendo en la cruz, consiguió desterrar el poder del mal y el castigo eterno. E hizo que Dios Padre incluyera a todos los redimidos en el corazón de su hijo, declarándolos también sus hijos.
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Y comienza la etapa última de la humanidad, donde Dios Padre nos ama como ama a Cristo y nos llama hijos suyos. Y gracias a la sangre de Cristo y por pura gracia divina, nos constituye el Señor en hijos de Dios Padre en Cristo Jesús.
Y a partir de ese momento somos amados como el Padre ama al Hijo. Y nos convierte su amor en coherederos con Cristo del reino eterno. Ya no estamos huérfanos, ya no estamos solos. Somos hijos de Dios Padre en Cristo.
Ser hijos de Dios y para siempre. El más grande título. Por encima del de presidentes, emperadores, reyes, el título de hijo de Dios, el más grande.
Todo lo demás es efímero, pasajero. Cargos, posesiones, honores, fama, nada de eso es permanente. Todo se lo lleva el tiempo y la muerte. Nada pasa al otro mundo. Pero el ser hijo de Dios Padre en Cristo subsiste para siempre, por los siglos de los siglos.
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Tomar conciencia de ser hijo de Dios por el bautismo y llevar ese título con dignidad mejora radicalmente la autoestima, dándole a la persona un autorrespeto único.
Ya nunca se acomplejará uno ante nadie. Ya no se sentirá menos que nadie. Tampoco más. Sino que, simplemente, uno sabe que su Padre tiene todo el poder y la gloria. Que su reino no tiene fin. Y eso te da gran seguridad, confianza y paz.
Monseñor.
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