Una crítica al libre mercado desde Adam Smith
Smith, demostró que la riqueza proviene del trabajo humano productivo y no del comercio, como pensaban como pensaban los mercantilistas, ni tampoco de la naturaleza como sostenían los fisiócratas.
- Ileana Corea
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- - Actualizado: 10/7/2020 - 12:08 pm
El bienestar social nacional, es el resultado de la destreza, creatividad e ingenio de los trabajadores. Foto: EFE
Un 5 de junio de 1723 en Kirkcaldy, Escocia, era bautizado Adam Smith: Padre de la Economía clásica, filósofo de la moral y religioso protestante.
Reconocido por abordar en su obra “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, los problemas de la justicia, la libertad, la moral, la política y la esencia del hombre.
Muy cercanos al nombre de Smith, encontramos las categorías de división del trabajo, la doctrina del liberalismo económico y la tan famosa “mano invisible” que organiza y conduce los procesos bajo el automatismo económico.
Smith, demostró que la riqueza proviene del trabajo humano productivo y no del comercio, como pensaban como pensaban los mercantilistas, ni tampoco de la naturaleza como sostenían los fisiócratas.
Sin duda alguna, lo demostrado por Smith, en este sentido, no estaba tan alejado de lo planteado por Marx y Engels, setenta años después, en el famoso Manifiesto comunista.
El estudio realizado por Smith, analiza el amplio espectro del desarrollo de la economía manejada por las fuerzas del mercado, esta concepción del mecanismo del mercado mantiene una relevancia importante y persistente en la actualidad, pues esta afirmación ha convenido en la muletilla favorita de los Clérigos neoliberales, quienes han convertido al mercado en una fe sagrada, al punto de no poder criticarlo o dudar de él, y que además, concibe al Estado como el conductor directo de la sociedad hacia la miseria.
El bienestar social nacional, es el resultado de la destreza, creatividad e ingenio de los trabajadores, según Smith, aunque de injusta se le asocia doctrinariamente al “laissez faire”, lo que significa un espantajo académico, atribuyendo la consideración sobre la superficialidad del rol del Estado.
En el capítulo cuarto de las riquezas de las naciones <<nombre común de su obra cumbre>>, Smith expone que “los verdaderos problemas del intervencionismo no aparecen cuando se le impone, sino cuando se suprime”.
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Es en este punto, donde se hace visible la falacia de la supremacía del mercado, como en la producción de bienes públicos, y además de la tendencia a la formación de monopolios <<a pesar, que en muchos Estados hay leyes que los prohíben>>
Por ejemplo, en la práctica, la privatización de los monopolios naturales, no ha generado una mejora en el servicio, los precios o la cobertura, sino que ha sido abono para la corrupción y la formación de monopolios privados.
No podemos hablar de una doctrina de libre mercado, cuando se rescata a empresas o a los bancos, aumentado los subsidios y gravámenes a bienes y servicios en el comercio internacional, convirtiendo entonces, a la globalización en un recetario de desigualdades, una fábrica de pobreza y una ruta directo al abismo en donde los países ricos imponen leyes para que sean cumplidas por los países pobres.
En estos tiempos de globalización capitalista, los ricos cierran los mercados a los productos de los países pobres, que tienen cierto potencial respecto a las ventajas comparativas; entonces, la riqueza no llegará a nuestros países si sigue disfrazándose de Tratado de Libre Comercio, siempre y cuando lo inamovible son las millonarias subvenciones que los países ricos realizan.
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Por todo lo anterior expuesto, no debe ser considerada una herejía cuestionarnos si la famosa “mano invisible” funciona, o no es real, porque se configura meramente como una ilusión.
Una ilusión propia, de un economista con una profunda formación religiosa que hace alusión a la imitación bíblica del paraíso cristiano, misma que no tiene fecha de probable visibilidad o funcionamiento.
Con esto no desmerito lo relevante del aporte de Smith a las Ciencias Económicas ayer y hoy, sino la sesgada actitud de inmutabilidad que mantienen algunos políticos, académicos y negociantes frente al altar del libre de mercado.
Estudiante de la Maestría en Ciencias Sociales del IDEN-SENACYT.
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