Turismo sostenible en Panamá
- Jaime Figueroa Navarro / [email protected]
El colapso de mayor evidencia mundial en turismo sostenible ocurre en Venecia. Lamentablemente, el exceso de turismo está destrozando, poco a poco, el encanto de la ciudad.
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A finales del mes pasado, recibí una cordial invitación de la Dra. María Isabel Cifuentes Martín, directora del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Piloto de Colombia, para dar una conferencia sobre el tema a un nutrido grupo de estudiantes colombianos visitantes en el auditorio del hotel Continental.
La Organización Mundial del Turismo define turismo sostenible como “el turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas”.
Ampliando la definición de la OMT, el turismo sostenible debe incluir aquellas actividades turísticas respetuosas con el medio natural, cultural y social, y con los valores de una comunidad que permite disfrutar de un positivo intercambio de experiencias entre residentes y visitantes, donde la relación entre el turista y la comunidad es justa y los beneficios de la actividad es repartida de forma equitativa, y donde los visitantes tienen una actitud verdaderamente participativa en su experiencia de viaje. En ese sentido, se trata del desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
El colapso de mayor evidencia mundial en turismo sostenible ocurre en Venecia. Lamentablemente, el exceso de turismo está destrozando, poco a poco, el encanto de la ciudad. La constante afluencia de cruceros ha provocado el colapso del entorno. Para salvaguardar su sostenibilidad lo mejor es fomentar el turismo de invierno o, bien, el alojamiento en poblados aledaños.
¿Qué acontece en Panamá? Ante todo, hemos sufrido una significativa baja en la afluencia de turistas, mayor aun si tenemos en cuenta que las cifras oficiales reflejan la entrada y salida irregular de cientos de miles de venezolanos y colombianos que no son turistas. Aun así, la mayoría de los turistas reales se hospedan en hoteles todo incluido de las playas, sin una participación directa de las comunidades que les rodean ni sus contundentes beneficios.
Hace falta una sesuda planificación por las entidades regentes del turismo al igual que una urgente responsabilidad por resultados, común denominador inexistente, resultado de nombramientos políticos que carecen de toda lógica y meritocracia.
También nos hace falta un análisis de crecimiento que permita la expansión de infraestructura existente, siendo evidente el caso en el Centro de Visitantes de Miraflores, sitio de mayor número de visitantes del Istmo donde ya no se cabe, a pesar de nuestro continuado clamor por un nuevo centro en las esclusas de Cocolí, que ha debido ser parte estructural del proyecto de expansión del Canal y no a posterior cotejo.
La capital se encuentra en un caótico estado donde el tráfico vehicular ha colapsado a falta de una continuada planificación urbana, el crecimiento desmedido del parque vehicular y la falta de agentes de tránsito que hagan cumplir las leyes. Peor aún, la falta de amabilidad hacia el turista y el local se hace evidente en todo intercambio.
Más allá, hace falta la orientación y el desarrollo de nuevos sitios de turismo. Aquí se construyen hoteles, mas no magnetos al turismo para coparles. En ese punto enfoqué la médula de mi conferencia: atracciones turísticas. Caso en mano, Panamá Viejo.
Si generamos un plan para la reconstrucción de unas ruinas que poco atractivo gozan, de estricta estirpe colonial, que incluya alojamientos de siete estrellas, actividades de esparcimiento, un icónico galeón restaurante y le unimos con el cordón del Camino Real hasta Portobelo, la Ruta del Oro, donde transitó durante tres siglos la mayor cantidad del brillante metal en la historia, creamos un inmenso atractivo que complementa al Casco Antiguo, lo que crearía innumerables fuentes de empleo a lo largo del camino para que los millones de peregrinos puedan vivir esa experiencia y cuando retornen a sus sitios de origen, servir como los mejores embajadores de turismo istmeño, asegurando la multiplicación de visitantes. ¡Eso sí llenaría los hoteles, eso sí tendría un efecto multiplicador en el número de visitantes!
Y por allí nos vamos, en vez de despilfarrar millonadas en absurdos y muy deslucidos Carnavales capitalinos, enfocando de una vez por todas nuestras energías en proyectos que sí garantizan la sostenibilidad de nuestro entorno y el mayor beneficio a todas las comunidades.
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