Transformaciones globales, educación y futuros
... se ha planteado que la velocidad de los cambios impone transformaciones en la educación, especialmente en la educación superior, de modo de ajustarla en su estado y su tasa de cambios actuales -que es relativamente lenta y retrasada en contenidos científicos y técnicos pertinentes-.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 26/7/2021 - 12:00 am
El desenfrenado cambio tecnológico no solo es la irrupción de las tecnologías de la información y comunicación, sino la Inteligencia Artificial, la Robótica, el Big Data, la impresión 4D, que podremos llamar infotecnologías. Foto: Cortesía.
Debemos recusar a quienes propician los discursos del choque de civilizaciones o los fundamentalismos religiosos y políticos, sean neoliberales, cristianos o islámicos para llamar a la Bestia por sus nombres actuales. En suma, hace falta pensar. Ilustración: Cortesía de Ana Sofia, Raquel y Gregorio Urriola.
Debemos recusar a quienes propician los discursos del choque de civilizaciones o los fundamentalismos religiosos y políticos, sean neoliberales, cristianos o islámicos para llamar a la Bestia por sus nombres actuales. En suma, hace falta pensar. Ilustración: Cortesía de Ana Sofia, Raquel y Gregorio Urriola.
Se ha hecho un lugar común caracterizar nuestra época como la de las grandes transformaciones, un verdadero cambio civilizatorio habida cuenta la velocidad y la profundidad de los cambios en curso. Por un lado, el desenfrenado cambio tecnológico, sintéticamente llamada Cuarta Revolución Industrial, donde no solo es la irrupción de las tecnologías de la información y comunicación, sino la convergencia de nuevas tecnologías digitales como la Inteligencia Artificial (IA), la Robótica, el Big Data, la impresión 4D, entre otras, que brevemente podremos llamar infotecnologías.
Por otra parte, y de manera concomitante, se avanza en una nueva fase de la globalización económica donde el mercado deja de ser internacional sino realmente global, gestionado y liderado por megaempresas, donde una centena de ellas poseen activos y riquezas que superan la riqueza material de un número enorme de países pequeños o medianos, dando por resultado que un 1% de la población más rica del mundo concentra el 85% de la riqueza mundial. Así pues, tenemos un mundo globalizado, gestionado por una ideología globalista, pero de asimetrías crecientes, nunca antes conocidas en la Historia.
Frente a esto, se ha planteado que la velocidad de los cambios impone transformaciones en la educación, especialmente en la educación superior, de modo de ajustarla en su estado y su tasa de cambios actuales -que es relativamente lenta y retrasada en contenidos científicos y técnicos pertinentes-. El objetivo es que se pueda producir, sobre todo, recursos humanos, empleados, adecuadamente calificados, que posean las competencias tecno-científicas como actitudinales (competencias blandas) acordes con las necesidades de la revolución tecnocientífica en la actual fase como las demandas de las empresas y mercados.
Esta percepción tiene una dosis de verdad, pero acarrea enormes riesgos, y es que dejemos de lado la formación de lo que a los humanos nos hace humanos, esto es, nuestra propia humanidad, y la conciencia de nuestra condición humana.
Buena parte de este desenfoque viene del punto de vista tecnocrático que confunde inteligencia con conciencia, y conocimiento con información. Es cierto que la Inteligencia Artificial y la Robótica deben ser incorporadas en la formación, y ese desarrollo creará riqueza a niveles inimaginables.
Sin embargo, podemos correr el peligro de agravar la división social no solo entre naciones sino dentro de grupos humanos, donde una parte de la humanidad pudiera escindirse en esos mundos de Alfas, Betas, Gammas y Omegas que Aldous Huxley prefigurara, o simplemente los nuevos bárbaros, tal como ha venido señalando Yuhal Noah Harari en un best-seller justamente célebre, pero igualmente los pensadores de la decolonialidad, y antes que ellos, el pensamiento crítico de la Escuela de Frankfurt, y, mucho antes, los sabios de los grupos humanos cuyas culturas fueron prácticamente arrasadas a nombre de la modernidad capitalista, pero que son hoy los verdaderos guardianes de la Tierra.
La conjunción de la infotecnología y la biotecnología, el negocio de los datos y su manipulación a escalas sin precedentes; el paso de la hegemonía de la propiedad de las cosas a la propiedad de los datos, pueden dar al traste con la democracia y con la supervivencia del Homo Sapiens. Ya el propio Schumpeter lo presintió y Daniel Bell lo advirtió al analizar las contradicciones culturales del capitalismo.
De ahí que habrá que enfatizar, para resguardarlas y salvarlas, a la libertad y la democracia, a la reflexión ética y a las artes y a las Humanidades, verdaderos reductos de eso que es tan poco probable que las máquinas inteligentes logren replicar: nuestras conciencias.
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Obviamente, no estamos apelando a la ética con campañas de rancia moralina o de recitación pueril a unos valores que los que buena parte de la clase política, los líderes políticos y económicos y hasta religiosos desacreditan a diario con su repugnante y pernicioso comportamiento.
Y mucho menos avalamos posiciones tecnófobas o anti-ciencia. Pero el relato liberal que desde el siglo XVIII se ha venido imponiendo con su creencia de progreso sin límites hace rato dejó de ser la práctica de la democracia y la economía real del mundo, y el cambio climático y otros desastres naturales y humanos deben ponernos en guardia contra la ciencia sin conciencia
Hay que re-inventar la democracia y poner sobre nuevas bases la economía, volviendo a la centralidad de las comunidades humanas y de los andamiajes de unos derechos humanos largamente construidos entre todos.
Debemos recusar a quienes propician los discursos del choque de civilizaciones o los fundamentalismos religiosos y políticos, sean neoliberales, cristianos o islámicos para llamar a la Bestia por sus nombres actuales. En suma, hace falta pensar. Y hace falta organización y participación, sin las cuales los peores llenarán los vacíos de la dirección política, como hemos padecido aquí, allá y acullá.
Docente y gestor universitario.
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