Sobre el talento que emigra y nuestras realidades
... ¿cómo resolvemos la miseria humana que sofoca a tantos sin dejar que vean la luz de su progreso personal en medio de las sombras de carencias colectivas que afectan sus hogares?
... ¿cómo resolvemos la miseria humana que sofoca a tantos sin dejar que vean la luz de su progreso personal en medio de las sombras de carencias colectivas que afectan sus hogares?
Hay una balanza tan fundamental como esa que, en macroeconomía, mide los indicadores entre la importación y exportación de una nación; esa balanza a la que me refiero es la emigración de los talentos comparada con la inmigración de ellos. En nuestro caso, la carga está desbalanceada, y lo sabemos.
Basta recorrer las redes. Médicos, artistas, deportistas, jockeys, cantantes y científicos, entre muchos otros, encuentran rumbos para el desarrollo de sus vocaciones fuera de nuestros linderos nacionales. De haber permanecido aquí, en muchos casos, no habría pasado de un ser pino en pote de terraza de verano. Doloroso como suene esto, debe despertar más bien una conciencia nacional en vez de una conmiseración inútil.
Apreciamos el talento infatigable de aquellos que se quedan navegando aquí sin remos, valerosamente; haciendo esfuerzos por subir corriente arriba en la crecida de inconciencia colectiva que los quiere dispersar en esa desembocadura enorme de la nada y de la indiferencia. Al final es cierto que, en muchas ocasiones, ocurre aquella admonición bíblica de que nadie es un profeta en su terruño.
Parece que, antes de ser valioso localmente, debe el hombre de talento consagrarse en el crisol del extranjero. Lo que sucede, sin embargo, es que allá afuera sí se reconoce ese talento, se valora y se retiene en beneficio de naciones extranjeras.
En una ocasión, hace muchos años ya, hablaba con el amigo y pensador John Bennett, quien me confrontaba con la interrogante dolorosa de cuál era la consecuencia real de la falta de excelencia en el sistema educativo y de una formación temprana en nuestra sociedad; la respuesta es ese potencial sin explorar de aquellos niños que, desde la más tierna edad, no recibirán los alimentos adecuados, con secuelas muchas veces permanentes; niños que son víctimas, a veces, de esa educación que deja que se duerma en ellos la semilla poderosa de la creatividad humana, o que reciben de la sociedad mensajes persistentes que parecen muy contrarios a la “regla de oro” o que son productos derivados de deformación política y social y le dicen a ese niño: “cosecha lo que no has sembrado, remunérate con la moneda vil del sufrimiento colectivo, amarra la justicia real y quítale el bozal a la injusticia, haz menos de lo que la vida te ha obligado a hacer y déjate caer muy mansamente en el colchón suave de la conformidad, deja que el Estado haga labor de padre y madre y de crianza, llevando hasta tu boca sin esfuerzo aquello que la vida injusta te ha quitado, no camines largos trechos si algo o alguien puede cargar el peso muerto de tu inercia cómoda e improductiva”.
A menudo me pregunto qué enseñamos como sociedad a esos pequeños que tienen mentes sensitivas todavía, como esponjas impolutas; enseñamos, en conjunto, más ejemplos de deformación y decadencia que de edificación y crecimiento personal.
Solo en el seno del hogar y de la crianza familiar está la salvación temprana y cura de esos males que se sufren diariamente en nuestra sociedad. Pero ¿cómo resolvemos la miseria humana que sofoca a tantos sin dejar que vean la luz de su progreso personal en medio de las sombras de carencias colectivas que afectan sus hogares?; ¿cómo instamos esa solidaridad y compromiso que a todos nos permita, desinteresadamente, ver hacia el espejo frágil en que cada uno de nosotros se refleja al fin?; ¿cómo derribar los altos muros tras los cuales se refugia una política criolla y enfermiza que se ha enquistado como una parte natural del ejercicio público, enfermando a toda una nación?
Tal vez, si mantenemos permanentemente en nuestras mentes el dolor frustrante de esas inquietudes, seguramente emprenderemos el camino hacia una solución un día.
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Abogado.
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