Panamá
Su excelencia: La educación
El destino me llevo a Singapur a principios de los 1990s. Dicha experiencia cambio mi vida por completo. Sobre todo, la perspectiva del deber ser.
- Rodrigo Chiari Álvarez
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- - Actualizado: 14/4/2024 - 12:00 am
A mediados de la pasada década de los sesenta, el aclamado actor de origen caribeño, Sídney Poitier, estreno una de sus cintas cinematográficas, una que cimento su carrera, "Al Maestro con Cariño". Si bien es cierto que opte por estudiar la carrera de Leyes y Ciencias Políticas, esa película dejo sembrado en mí, la noble vocación de la pedagogía. Tuve la oportunidad de dar clases en diferentes esferas, como substituto.
Irónicamente, durante la primera década de este siglo, mis alumnos fueron profesores. Un amigo y ex - copartidario de mis días en el PAPO, Miguel Canales, me solicito apoyo. Si recordaran, durante el mandato de Martin Torrijos, varios profesores del Colegio Artes y Oficios realizaron actos de protestas.
Estos fueron sancionados por el ministerio respectivo. La misma incluyo un curso obligatorio antes de ser reintegrados a sus labores. Fue uno de esos momentos en que se aprende enseñando.
De más está decir que todo educador es objeto de mi admiración. Llevan a cabo una carrera distinguida. Mis padres se preocuparon e hicieron énfasis en que mis hermanos y yo completáramos nuestra educación. Un amigo sabio me dijo una vez: "te pueden despojar de todos tus bienes materiales, pero tu conocimiento se mantendrá intacto". Recuerdo con cariño a mi maestra de español en primaria, la señora Chaperón; a Mrs. Arosemena, la profesora de sociología y al Licenciado José J. Rivera en la USMA, mi profesor de Hacienda Pública. En 1979 tuve la oportunidad de retribuir todo lo aprendido y junto a otros compañeros de la facultad, apoyamos al movimiento magisterial en contra de la reforma educativa de Arístides Royo.
El destino me llevo a Singapur a principios de los 1990s. Dicha experiencia cambio mi vida por completo. Sobre todo, la perspectiva del deber ser. Esta ciudad estado asiática da prioridad a la educación de sus ciudadanos. Basada en un estricto sistema de meritocracia, el singapurense se destaca, en la medida que se prepare académicamente.
Si bien es cierto que es una sociedad competitiva, ello le permite contar con un ejército de hombres y mujeres con grandes capacidades y con un impresionante desenvolvimiento profesional. Lee Kuan Yew, el dirigente que inspiro a esta pequeña isla a convertirse en el modelo para otros países, inclusive de Europa, se preocupo por invertir en el principal capital de una nación, sus ciudadanos. Que mejor manera de hacerlo que promover centros de educación de excelencia.
En repetidas ocasiones he escuchado a políticos del patio referirse a Singapur como el modelo a seguir.
Señores, no basta erigir edificios imponentes. Estos deben ser ocupados con inquilinos talentosos, con un alto índice académico y que rindan a la patria frutos que sean transferibles a las siguientes generaciones. En el istmo existe un gran numero de centros educativos en todos los niveles, tanto públicos como privados, pero el rendimiento es pobre. Aquí no se trata de deslindar responsabilidades, muy por el contrario, se requiere buscar soluciones eclécticas.
Escuche a un José Raúl Mulino enérgico y sin titubeos al ser entrevistado por una periodista local, al referirse al tema de la educación. Su enfoque podrá haberse visto como autoritario, pero conociéndolo, el es alguien que ha dado su cuota y de una manera que pocos lo han hecho, por la democracia y los derechos individuales en este país. Que no se interprete esto como una justificación, pero JRM, como muchos otros esta hasta la coronilla de el "aquí no pasa nada". Gobiernos vienen, gobiernos van y la educación nacional sigue adoleciendo de lo mismo que hace cuarenta y cinco años. De ser una de excelencia. De ser una que prepara ciudadanos que nos permita competir en diferentes áreas académicas, científicas y culturales.
Se palpa una frustración colectiva de los padres de familia que envían a clases a sus hijos y si no es que hay un paro, el tiempo dedicado a educar a un ciudadano resulta siendo una perdida.
Señores educadores, muchos de ustedes también son padres de familia y forman parte de la gran masa decepcionada. Ustedes como todo trabajador abnegado y honesto es merecedor de una escala salarial optima. Sus alumnos merecen estudiar en salones cómodos y con acceso a herramientas de aprendizaje modernas, incluyendo el instruirse en más de un idioma. Mi inspiración son mis dos hijos, ambos con una carrera profesional, que entienden el valor del sacrificio. Si la vida no me permite dejarles ninguna herencia material, jamás me lo reprocharan, ya que ellos ponderan el valor de una educación de excelencia. Y a José Raúl, démosle una oportunidad, que como el ama a sus hijos y nietos lo hace también por Panamá.
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