Estrategias
Sobrevivir, vivir y transformar Panamá
Cada uno de los que han muerto y mueren en esta hora por falencias en las estrategias sanitarias de contención y mitigación de la pandemia, pesan. Y cuentan los que están por morir, que en una semana pueden ser, a este paso, cientos.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 20/7/2020 - 12:30 am
La sociedad responderá positivamente si se le explica e involucra respetuosa y realmente. Foto: EFE.
Todos los males sociales, económicos, políticos y culturales de Panamá, un país que marcha a tres velocidades, son previos a la pandemia y están instalados en nuestro ADN social.
Solo que ahora, luego de enero de 2020, han salido a reflotar para mostrar las miasmas pútridas sobre la que marcha este triste país fenicio y demostrar su inviabilidad congénita, porque nadie debe construir sino sobre roca.
Todo lo malo, empezando por la lógica excluyente y depredadora del modelo económico ha salido a flote. E igual las lacras de nuestra idiosincrasia política. Pero hay una ventaja, las máscaras también caen y los grandes beneficiarios de este orden natural del imperio del mercado, han sido puestos en evidencia.
Ha quedado desnuda la lógica salvaje de este capitalismo salvaje que hasta los papas se atreven a condenar.
Y sus testaferros asesores y demás tecnocracia en medios y juntas de notables, ya no pueden decirnos que la receta neoliberal es la única y, menos aún, la mejor receta de políticas.
Pero volvamos los ojos al aquí y ahora de este Panamá de hoy, julio de 2020. Panamá agoniza. Suena y es dramático.
Cada uno de los que han muerto y mueren en esta hora por falencias en las estrategias sanitarias de contención y mitigación de la pandemia, pesan. Y cuentan los que están por morir, que en una semana pueden ser, a este paso, cientos.
En las estadísticas diarias son números; en las vidas de la gente son parte de nuestra carne que se desprende con tristeza, dolor y lágrimas.
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Pero no son bajas, no cayeron en ningún combate. Fueron enfermos en un país enfermo y alienado. Señores: esto no es una guerra. No hay un enemigo que derrotar. El coronavirus no es alguien sobre lo que podamos vencer.
No. Es una pandemia. Y solo la ciencia, el conocimiento, la vigilancia epidemiológica y socio-económica, la trazabilidad, el distanciamiento social, el uso correcto y no carnavalezco de mascarillas, el lavado frecuente de manos, y políticas públicas de solidaridad, puedn romper la cadena de contagio, con el fin primario de que haya menos muertos y el sistema médico no colapse.
Y para eso hay que Vivir y quién dijo vida, dijo lucha, inteligencia, disciplina, audacia. Hay que reinventarnos. El futuro de Panamá no está escrito en las estrellas.
En lo inmediato hay que escalonar el uso del transporte público, que es el segundo foco de contagios, amén del hacinamiento en viviendas de 30 metros cuadrados o menos.
Si hay que ocupar más hoteles, que se haga; si hay que rebajar sueldos y canonjías que se haga, dando el ejemplo los padres de la patria y los funcionarios que superan los 4 mil dólares mensuales, sin excepción.
La sociedad responderá positivamente si se le explica, involucra respetuosa y realmente; si llamamos a los jóvenes a una cruzada de solidaridad y alfabetización sanitaria en lugar de un simulacro de educación que a nadie engaña.
Sus barrios y vecinos los necesitan. Obtendrán lecciones de vida inapreciables y formarán el carácter que es el supremo fin de toda educación verdadera.
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Es bueno que se hagan más pruebas diarias y se trace el seguimiento a los pacientes.
Pero eso es apenas una parte. La otra es aislar a los pacientes, en especial a los pacientes de mayor comorbilidad fuera de sus hogares, incluso si hay que obligarles.
Esto no es tema de voluntad. Es un tema de sanidad y seguridad públicas.
Y por eso, quien no dé muestras fehacientes de cuidar a su familia y vecinos debe ir preso o confinado, como hasta hoy se atrevió a anunciar el flamante ministro.
Hay que hacer cercos sanitarios barriales, explicando en cada comunidad cómo y durante cuánto tiempo se hace. Igual hay que darle trazabilidad a la ayuda y hacerla efectiva y cierta y transparente.
Medios tecnológicos los hay y pueden adaptarse, desde drones y celulares.
Correlativamente, hay que asegurar un mínimo del subsidio de subsistencia para los que realmente lo necesitan… que son decenas de miles de familias.
Hay que decirle al país con claridad qué vamos a hacer en los próximos meses.
No necesitamos un plan de oficina. Necesitamos una estrategia y algunas tácticas basadas en evidencia científica, en lo médico, en lo técnico-productivo y social.
Seguro, la estrategia supondrá variaciones tácticas – en el simil militar que detesto emplear- pero se debe tener y publicar una ruta. O ¿para qué le pagamos a los que nos gobiernan? Piensen, imaginen, tomen decisiones informadas, expliquen, convenzan.
Y, finalmente, hay que exigirles a los que gobiernan que terminen ese matrimonio aberrante del ratón que cuida el queso con quien, por sufragio, está llamado a repartirlo con equidad, transparencia y mesura, como un buen padre de familia. Si no, el barril de pólvora sobre el que están sentados, les estallará en las narices.
Nadie lo desea, pero eso puede suceder. Todos deseamos que sea en democrática convivencia que definamos, raizalmente, en nuevo Panamá que todos nos merecemos.
Economista. Docente y gestor universitario.
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