Epicentro
Sobre el juicio de Salomón
...el Derecho se aprende estudiando, pero la justicia se ejerce pensando...
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La justicia del ayer, del hoy y del mañana, debe ser universal, impersonal y sabia. Foto: Archivo.
Muchas cosas se han escrito sobre Salomón; inclusive sobre temas tan irrelevantes como el color de su piel o su raza (El Color de Salomón, Bishop Benjamín Tucker). Sin embargo, lo que más destaca en la histórica personalidad de ese hombre es la sabiduría excepcional que desplegaba en sus ideas y en sus juicios.
Su pensamiento, parecía impregnado de un conocimiento universal, poca veces visto o igualado por otros pensadores; una especie de cordón umbilical entre lo santo y lo humano, sin dejar por ello de tener aplicación práctica a la vida del hombre.
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"Hay algo que no pasa, y es la Justicia", Sabiduría, 1,15. Pasan los milenios, pasan los cambios ecológicos del mundo y las transformaciones evolutivas de la vida sobre la tierra; pero la justicia no pasa, porque incluso en esos ciclos que pueden escapar la voluntad del hombre, está el balance universal de todo lo que existe.
Parafraseando, entonces, al jurista Angel Ossorio, el Derecho se aprende estudiando, pero la justicia se ejerce pensando. Pero no se trata de cualquier tipo de razonamiento, ni de cualquier tejido de expresión jurídica del hombre, sino más bien de decisiones que revisten elementos de universalidad, que se aplican siempre, que no dependen ni del sitio, ni del tiempo, ni de la condición humana de las cuales o sobre las cuales se pronuncian. Sentencias y decisiones que son tan válidas hoy, como pudieron ser hace tres mil años.
De esas decisiones vertidas precisamente por Salomón, nos ha quedado una que especialmente enuncia el ejercicio más claro de la justicia, de manera inapelable.
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Dos prostitutas que compartían un cuarto y habían dado a luz de manera simultánea, elevaron su causa al tribunal del rey. Durante la noche, una de esas mujeres había asfixiado involuntariamente al hijo, quedándose dormida, tal vez, mientras le daba pecho, y presuntamente lo había cambiado por el otro niño que aún vivía.
Cuando la madre que fuera víctima del acto despertó, se encontró con que su hijo había sido sustituido por el cadáver del infante fallecido y que la otra -presunta homicida- lo cargaba en brazos, alegando que era el suyo.
Pasan los milenios, pasan los cambios ecológicos del mundo y las transformaciones evolutivas de la vida sobre la tierra; pero la justicia no pasa, porque incluso en esos ciclos que pueden escapar la voluntad del hombre, está el balance universal de todo lo que existe.
La causa compleja llega entonces al rey Salomón, quien rápidamente determinaría que no sería con argumentos, ni retórica, que se decidiría la causa. Habiéndole expresado eso a las mujeres, mandó por su espada y determinó que lo más justo, humanamente, era que la criatura se partiera en dos, llevando cada madre la parte que le correspondiera.
Pero inmediatamente, al escuchar su decisión, una de ellas pidió al juez clemencia para la criatura, deponiendo sus intereses y aceptando que fuera entregado íntegramente a la otra.
En cambio, la otra alegó simplemente que si no era para ella el niño, no sería para nadie, y que la decisión era la justa.
Salomón, comprendiendo que la justicia no se ejerce con el odio o el dolor, con el egoísmo ni con la emoción insana, sentenció: "Para la primera el niño, y no lo maten, pues ella es su madre".
La justicia del ayer, del hoy y del mañana, debe ser universal, impersonal y sabia, en el más alto grado de la moralidad humana. No basta, pues, que se estudie el Derecho, como la mejor herramienta para la convivencia humana, sino que el ejercicio del mismo, y de la justicia, responda a un fuero interno muy profundo que nunca puede errar.
Abogado.
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