Epicentro
Sobre el consentimiento a las medidas de emergencia impuestas
...en estos críticos momentos la preservación de la vida se convierte en la voluntad manifiesta de todos y cada uno de los que vivimos en esta nación.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 01/4/2020 - 12:00 am
Colaboremos todos, apoyemos a quienes también tienen familias y hacen un esfuerzo extraordinario para mantener la paz y la salud en la nación. Foto: Archivo.
Seamos sinceros; la medida de suspender temporalmente, mediante decreto, la sagrada libertad ciudadana de circular por todo el territorio nacional, consignada en el Artículo 27 de la Constitución Nacional, podría tener visos reales de posible inconstitucionalidad manifiesta.
Sin embargo, dicha medida de emergencia, y tal vez de hecho, para efectos legales, ha sido acogida de manera voluntaria por la población, única que ostenta al fin y de manera real el poder público.
En una situación como la que vivimos, la voluntad popular se expresa en silencio, en el seno del propio hogar y en la conducta privada de todos y cada uno de los ciudadanos, que entienden que más que una imposición de medidas, se trata más bien de una aceptación tácita y solidaria de las reglas de conducta que son consentidas de manera colectiva.
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No se trata aquí simplemente de colaborar con las autoridades, sino entender que esas autoridades también son meros ciudadanos, en ejercicio transitorio de un mandato, y que en estos críticos momentos la preservación de la vida se convierte en la voluntad manifiesta de todos y cada uno de los que vivimos en esta nación.
No cedemos en nada nuestra libertad ciudadana al acoger y consentir el contenido de los decretos de emergencia, porque al final esas libertades naturales nadie las da y nadie las quita, sino que más bien debemos entender que al seguir las estrictas reglas de conducta que la propia pandemia impone, estamos siguiendo un mandato natural que prevalece por sobre todo lo demás: el instinto de conservación, la custodia del bien más preciado del hombre, que es su propia vida.
Por ello, no debemos empantanarnos en la arena movediza de los tecnicismos legales y en una letra escrita que no va al ritmo de las realidades que hoy vivimos sin precedente alguno.
Colaboremos todos, apoyemos a quienes también tienen familias y hacen un esfuerzo extraordinario para mantener la paz y la salud en la nación.
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Ese consentimiento, voluntario y colectivo al fin, no significa que se está firmando un contrato en blanco, que permita el abuso de libertades individuales, el exceso de la fuerza hemos visto en algunas circunstancias, o la falta del respeto de forma alguna por parte de los funcionarios públicos a todo ciudadano al que al final se deben.
Colaboración mutua, solidaridad de todos, especialmente de las instituciones financieras que no pueden entender que sus accionistas no pueden llevar al otro mundo ninguno bono y que los dividendos no se hacen efectivos en el cielo.
Al final, la economía puede sanar, como ha ocurrido tantas veces en el mundo, que ha sabido conquistar las grandes depresiones; pero la vida, esa no tiene vuelto cuando la enfermedad imperante nos reclama que con ella solamente se haga el pago.
Solidaridad y consentimiento de las reglas de emergencia es, en este caso, el ejercicio claro del poder público y no el sometimiento que algunos han creído.
Abogado
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