Mensaje
Sí, ha resucitado, vive
Está inmerso en el corazón del mundo, llevando a la humanidad hacia adelante, en un proceso ascendente, para entregarla al Padre.
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Está inmerso en el corazón del mundo, llevando a la humanidad hacia adelante, en un proceso ascendente, para entregarla al Padre.
Sí, él venció a la muerte, con él nosotros venceremos cualquier cosa, porque con él somos invencibles. Foto: AP.
Sí, él venció a la muerte, con él nosotros venceremos cualquier cosa, porque con él somos invencibles. Foto: AP.
Oiga, sí, él resucitó.
Venció a la muerte, el peor enemigo del hombre.
Allí donde nadie a nivel personal, ni grupos o poderes económicos, políticos, científicos, ha podido jamás hacer nada, ante la muerte, donde caen todos nuestros títulos, influencias, riquezas, tratamientos médicos, Cristo se enfrentó y la venció.
Esa es la gran noticia.
No todo acaba con la muerte.
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Tus seres queridos y amigos fallecidos resucitarán.
Todos resucitaremos.
La creación entera será transformada, resucitada.
La muerte no podrá vencernos.
El centro del evangelio, lo que hace la gran diferencia con cualquier otro mensaje de cualquier religión, creencia o cultura, es que Cristo resucitó.
La muerte, que ha acabado desde siempre con cualquier ser humano y cualquier creatura sobre la tierra, ha sido superada, combatida y vencida por un hombre, el Verbo encarnado, Jesús de Nazaret y llevada a la más grande humillación, su derrota definitiva.
Y él, ese Cristo santo, nos ha prometido resucitarnos.
Y creemos en él.
Sabemos que no nos engaña, no nos promete nada falso.
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Y por XXI siglos, la Iglesia lo ha proclamado, “Él vive”, “Él reina”, está glorificado, sentado a la derecha del Padre.
Y sí, está vivo, sigue actuando en la historia de la humanidad.
Está inmerso en el corazón del mundo, llevando a la humanidad hacia adelante, en un proceso ascendente, para entregarla al Padre.
Él es el buen pastor, conoce a sus ovejas, a todas y cada una, y las ama, y está pendiente de cada uno de nosotros.
Conoce hasta el número de cabellos que tenemos, las veces que respiramos, lo que pensamos, lo que ansiamos, lo que tememos.
Todo él lo contempla, y con ojos de amor, no de juez inquisidor y castigador.
Tenemos un Dios, el único, el Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es misericordioso, paciente, infinitamente sabio y poderoso, que nos creó no para que nos condenáramos, para que nos fuéramos al infierno, sino para que estuviéramos con él eternamente.
Claro, nos dio libertad, libre albedrío, podemos hacer mal uso de él y poner en peligro nuestra salvación.
Por lo tanto, no tengamos miedo a la muerte.
Esa barrera, esa frontera que nos sepultaba para siempre en la nada, ha sido vencida por Cristo nuestro Señor.
Y eso nos invita a pensar siempre positivamente.
A ver todo con optimismo.
A evitar el cultivo de ideas negativas y derrotistas.
Sí, él venció a la muerte, con él nosotros venceremos cualquier cosa, porque con él somos invencibles.
Monseñor
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