Epicentro
Sobre el rumbo nacional
... admiremos mucho, a todo aquel que, viniendo de un extracto muy humilde, logra superar esas cadenas que, según las frías estadísticas, lo habrían obligado a repetir algunos desaciertos de sus progenitores...
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 06/10/2020 - 12:00 am
Lo primero es saber que si no hay rumbo no hay destino; y que el timón de la nación debe necesariamente calibrarse, sabiendo que lo que se cultiva ahora, en el presente, será fruto del mañana. Foto: EFE.
Con el tiempo, uno va aprendiendo que la política, en sí, es en realidad un verdadero arte para la convivencia humana; que los artífices, o apropiadores de la misma, son distintos a ella y a su espíritu real; que el hombre que termina errando no debe ser objeto de condena por parte de la sociedad, sino que debe uno condenar más bien el acto en sí que lo llevó a transitar el curso del camino errado, por múltiples razones.
Sea quien sea, es un ser humano, al fin, sujeto a todo tipo de ataduras que, desde muy pequeños, se nos van encadenando y van forjándole el carácter a los hombres.
¿Dónde está, pues, el error de ese carácter?: ¿en el hombre mismo o en el seno de la sociedad que lo amamanta y cría, haciendo de él, según las circunstancias, un ciudadano ejemplar o un delincuente por oficio?
Ciertamente que en el individuo está la salvación, y que la voluntad de dar un salto para superar tragedias y desgracias, la pobreza o la carencia, le pertenece solo a aquel que sufre de ellas; pero la sociedad en la que crece ese individuo, las oportunidades que le ofrece, el andamiaje cívico y moral, la formación educativa, son todos elementos que gravitan fuera de la propia voluntad del hombre.
Las costumbres que edifican, el hábito de estudio y de trabajo, las responsabilidades paternales que debería repetir como un patrón, vienen a ser solo los factores del aprendizaje que asimila desde el exterior, por medio del ejemplo de otros, por la práctica y por el ejercicio personal.
Admiremos, entonces, y admiremos mucho, a todo aquel que, viniendo de un extracto muy humilde, logra superar esas cadenas que, según las frías estadísticas, lo habrían obligado a repetir algunos desaciertos de sus progenitores; progenitores biológicos, que es, a veces, todo lo que son, porque por conductas aprendidas prefieren no asumir las responsabilidades tan difíciles que muchos padres deben enfrentar, con sacrificios, privaciones, con su tiempo, con su dedicación y hasta con parte de sus vidas.
Si el destino colectivo de una nación, y el bienestar genérico de quienes la componen, reposa en parte en los patrones que solo puede proveer la sociedad, debe entonces enmendarse pronto el rumbo que la nuestra lleva.
No se trata de rendirle culto a las costumbres, o de acogerse a códigos morales que eran de uso diario en una era de papel; el mundo cambia y las adecuaciones generacionales son parte de la vida evolutiva.
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Sin embargo, el orden sin imposición, la conducta que es un faro propio que le enseña al hombre a conducirse solo y esas reglas de oro que nacen en la propia cuna de la consciencia individual, son como semillas que requieren también de un suelo fértil para germinar y hacerse fuertes; necesitan de ese eco de una sociedad que aprecia y engrandece atributos personales como el de la honestidad, la honra y responsabilidad social, que deben siempre encumbrarse en vez de ser objeto de condena o burla colectiva.
Lo primero es saber que si no hay rumbo no hay destino; y que el timón de la nación debe necesariamente calibrarse, sabiendo que lo que se cultiva ahora, en el presente, será fruto del mañana, y que en ese esfuerzo impersonal no cabe el egoísmo individual o colectivo, que es como la arena movediza en el camino del progreso nacional.
Abogado.
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