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Reseña histórica de la familia Arias Madrid
- Arnulfo Arias O.
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En el seno de ese remoto y humilde hogar comienzan a germinar personalidades que tendrían marcada influencia en el destino de la Nación: Harmodio y Arnulfo Arias.

Familia Arias Madrid, año 1905. Aparecen doña Carmen, don Antonio y sus hijos, entre ellos, Arnulfo, el más pequeño, al centro, entre doña Carmen y don Antonio. Harmodio de pie detrás del hombro izquierdo de don Antonio. Foto: Cortesía.
Nuestro tatarabuelo, José Gabriel Arias, era oriundo de la provincia de Cartago, en Costa Rica.
En el siglo XIX, su hijo Antonio Arias se viene a radicar en Puerto El Gago, provincia de Coclé y contrae nupcias con Carmen Madrid, hija de Manuel De La Guardia Dominicci.
Fruto de esa unión nacen Antonio, Harmodio, Gerardo, Alfredo, Arnulfo, Eudoxia, Benjamín, Josefa y Carmen.
En el seno de ese remoto y humilde hogar comienzan a germinar personalidades que tendrían marcada influencia en el destino de la Nación.
Nuestra bisabuela Carmen fue sin duda el norte, que guió a sus hijos a través de esos tiempos difíciles, tiempos que hacían duros a los hombres y a su corazón.
Más allá de ser miembros de una "aristocracia rural", calificativo peyorativo tal vez, dado por algunos a nuestro linaje, lo cierto es que la vida de nuestros antepasados no fue del todo glamorosa ni atestada de lujos.
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Una modesta casa, de paredes blancas y espesas, coronada de tejas quemadas por el sol debió ser ese primer hogar.
Mi bisabuelo Antonio, fue modesto ganadero y mi bisabuela tuvo que dedicarse a otras actividades alternas para traer el sustento a casa.
Tal vez fue ella la que precisamente impulsó a sus hijos hacia el estudio y la superación, al esfuerzo y al trabajo.
Mi abuelo, Arnulfo Arias, la recordaba siempre como una mujer trabajadora, entregada por completo a su familia.
Fotos antiguas y descoloridas, traen a mí la noción de una mujer dura, firme, apegada a la fe y siempre sombría.
Gran mérito debió tener esa gran mujer, considerando el hecho de que impulsó a sus hijos Arnulfo y Harmodio a cursar estudios en el extranjero, a pesar de su humilde cuna y a costa, tal vez, de muchas privaciones para el resto de la familia.
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En cuanto a los otros vástagos de la familia, Gerardo Arias Madrid incursionó en la política también, llegando a ser Diputado por la provincia de Coclé, entre los años de 1932 y 1936.
Era un hombre místico de mirada profunda, que aún hipnotiza si se detiene uno a revisar sus fotos de antaño en las que resaltan los ojos penetrantes.
Personas muy serias que lo llegaron a conocer, aseguraban que en presencia y para el asombro de muchas personas, solía convocar a las culebras, llamándolas familiarmente por sus nombres y que, como dóciles gatitos, venían a reclamar caricias a sus pies.
Según cuenta la leyenda, se adentraba en las cavernas más oscuras de Penonomé por días enteros, sin compañía alguna y llevando consigo tal vez una lámpara de kerosene y algunas provisiones. Muere en el año de 1936, en un desafortunado accidente ocurrido durante una reparación de su casa.
El hecho de que los atentados persiguieran a algunos miembros de esta familia es bastante conocido ya. La esquirla de una bala perdida que durante los tiempos finales de la Guerra de los Mil Días vino a impactar a Arnulfo a la tierna edad de dos meses, aunque no fuera un atentado, lo familiarizan a temprana edad con este tipo de heridas, que se repitieron en varias ocasiones a lo largo de su carrera política.
Harmodio también fue objeto de un atentado contra su vida durante su periodo presidencial y, conforme he podido tener noticias, hasta mi bisabuela Carmen fue objeto de un atentado por una empleada doméstica que, animada por enemigos políticos, vertió cianuro en su café, afortunadamente sin que ella lo tomara.
Abogado.
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