Análisis
¿Regresamos a 1968?
- Cristóbal Silva
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En esos momentos no se respetaba ni Constitución ni leyes, no había real institucionalidad y políticos cometían toda clase de desmanes, como hacer fraudes, robar urnas, lo cual pude presenciar, cuando diputados y ministros candidatos con sus varilleros asaltaban y se llevaban las urnas de sitios de votación en plena vía pública cuando habían perdido.
Desorden y menosprecio institucional dio como resultado el golpe de Estado militar de 1968 por parte de oficiales de la Policía Nacional, liderados por Boris Martínez y Omar Torrijos.
El título dado a este artículo suena apocalíptico, indeseable y expresivo de una frustración ciudadana que se origina por la situación política e institucional que actualmente se vive en Panamá.
Para aquellos que vivimos los tiempos previos al golpe militar, podemos hablar de la lucha por llevarse la mejor "tajada" del erario y mantener el control político en el país que tenían entablada los miembros del poder económico de la época, distribuidos en un gran número de partidos políticos, grandes y chicos (5,000 miembros), con todo tipo de nombretes, que hacían alusión a quienes eran sus dueños.
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En esos momentos no se respetaba ni Constitución ni leyes, no había real institucionalidad y políticos cometían toda clase de desmanes, como hacer fraudes, robar urnas, lo cual pude presenciar, cuando diputados y ministros candidatos con sus varilleros asaltaban y se llevaban las urnas de sitios de votación en plena vía pública cuando habían perdido.
La descomposición política era tal que hasta llevaron a la Presidencia a un personaje iliterato que luego "echaron abajo" en medio de la lucha.
Este desorden y menosprecio institucional por parte de los dueños del poder económico dio como resultado el golpe de Estado militar del año 1968 por parte de oficiales de la Policía Nacional existente, liderados por Boris Martínez y Omar Torrijos, quien eventualmente tomó las riendas absolutas del movimiento y se convirtió en un dictador.
En ese momento, la institucionalidad constitucional del Estado se desconoció totalmente cuando el preclaro panameño y defensor de la constitucionalidad Dr. Carlos Iván Zúñiga se atrevió a entregar en sus manos al Sr. Torrijos un ejemplar de la Constitución exigiendo respeto y este, en claro desprecio, la tiró al piso.
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De allí en adelante, muchos sabemos qué pasó en 21 años.
Hoy día, parece que estamos en medio de una situación muy parecida a la antes descrita.
El poder político persiste y quiere mantener el control político del Gobierno, sirviéndose grandes negocios en una amplia mesa, de la cual caen migajas que aprovecha el pueblo desamparado bajo el concepto del "juego vivo" para ver qué "me toca a mí".
Esto no es solo para el ciudadano de a pie, sino para la clase media profesional que se conforma con tener algo de respiro social y económico.
Por eso cuando me preguntan para qué quiero una constituyente, mi respuesta es que "no quiero que regrese el año 1968".
Por eso tenemos todos que concordar en un gran movimiento constituyente, para refundar la nación y que nos permita modernizar y ejercer una institucionalidad democrática y progresista que nos permita alcanzar el bien común para todos.
Ojalá no regrese nunca otro año 1968.
Ingeniero.
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