Reactivando el turismo
Panamá siempre tuvo mucho que ofrecer, lo que pasa es que no hemos sabido cómo vendernos. De qué vale ser la gema más atractiva, si nadie te conoce.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 13/3/2021 - 12:00 am
Panamá puede atraer docenas de millones de turistas, en vez de la anémica cifra en franca descendencia, que ronda los dos millones, desde hace más de una década. Foto: Cortesía. Jaime Figueroa.
Ardua tarea tenemos por delante. El panorama actual luce estéril, abatido, inerte. Arribando a Tocumen el lunes, noté detalles desoladores. El kiosco de la Autoridad de Turismo frente a la salida de Aduanas se ha convertido en un basurero telarañoso, francamente mejor sería eliminarle del todo en vez de mantenerle allí como las ruinas de Panamá La Vieja, sin áurea flecha, sin verdor.
Todas las puertas de acceso cerradas. Esperando otros de mi grupo que llegaban en diferente vuelo, se me acercó un agente de policía notificándome que no podía esperar allí. Ni corto, ni perezoso le mostré mi pasaporte y pase de abordar. Me dio chance, diría él, cuando su descortesía era precisamente lo que deseamos evitar a toda costa. Tercermundismo a tutiplén. ¡Así no se hace turismo!
Que diferencia con el aeropuerto de Miami, boyante, como abejas al panal, donde los agentes del orden están allí precisamente para asistir. Donde la agente de Copa me ofreció registrar mi equipaje de mano, repleto de libros bien pesados, sin costo adicional. Donde hasta los agentes de seguridad dan un cortés good morning. Allá, donde el turismo es esencia de su economía, si lo tienen bien clarito.
Lo que tiene que hacer Panamá, y no lo está haciendo, es primeramente revisar el estado de su inventario. Que quebró (y resulta fluido el inventario de bancarrotas) para crear oportunidades de inversión para aquellos que aun gozan de profundos bolsillos haciendo florecer lo abandonado, para crear cientos de miles de empleos perdidos, inmiscuyendo al Ministerio de Economía y Finanzas para plasmar los incentivos a la inversión. Por Dios, no es ciencia nuclear, al contrario, sentido común.
Seguidamente, hay que limpiar todo. La ciudad luce fétida, lagañosa desde hace un año, basura por doquier. Hay que cepillar con farola por doquier. La ciudadanía tan cochina como su ambiente, no entiende que el papelito que se arroja en la calle eventualmente lo tendrá que recoger otro. Ah, para eso están las hormiguitas. Pereza de progreso, así tampoco es la cosa.
El Gobierno, en vez de estar robando cámara a diestra y siniestra autoaplaudiendo la llegada de cajetitas conteniendo unas pinches vacunas, debiese copiar el ejemplo gringo y masivamente vacunar a toda la población. Cuanto antes. Mientras más se alarga la fila de vacunación menos salimos de este enredo. Gozamos de pocos habitantes, unos cuantos millones. Si yo fuese presidente ya hubiese conseguido, como sea, diez millones de vacunas para todos los panameños.
La verdad es que la gente esta ávida por viajar. Las compañías de cruceros tienen reservas copadas. Posterior a un año de encierro, aquellos que gozan de un ahorrito están desesperados por un cambio de ambiente. Panamá siempre tuvo mucho que ofrecer, lo que pasa es que no hemos sabido cómo vendernos. De qué vale ser la gema más atractiva, si nadie te conoce.
Allí, Costa Rica, con todo respeto, un pueblón, nos lleva años luces en mercadeo y entusiasmo. Y Costa Rica ni siquiera es lo que queremos emular, debemos ir mucho más allá porque Panamá puede atraer docenas de millones de turistas, en vez de la anémica cifra en franca descendencia, que ronda los dos millones desde hace más de una década.
Hay que darle amor al empeño. No se puede hacer turismo sin una infraestructura adecuada. El sistema de autopistas nacionales es un engaño. El infernal tranque para atravesar la ciudad y acercarse a las playas del Pacífico detiene cualquier esfuerzo por reforzar turismo de provincias.
El costo de los vuelos internos es vergonzoso. Allí, o no existen ganancias, o no hay incentivos por el Estado para su fomento. Tantas cosas que hacer y aquí estamos arrullando la hamaca de la indiferencia con constante excusitis y pereza. Qué pena Panamá.
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