Forma de producción
Razón profunda de las APP
- Ulises M. Calvo E. [email protected]
En términos inversos a los que son utilizados para vendernos las APP, es la gran empresa privada la que requiere esa forma de producción para garantizar sus tasas de retorno de capital...
En Panamá, el Pleno de la Asamblea aprobó en segundo debate el proyecto de ley que crea el régimen de las APP para el desarrollo del incentivo de la inversión privada. Foto: EFE
Desde el Gobierno y sectores muy interesados de la empresa privada, se promueve la Alianza Público Privada (APP), como un novedoso mecanismo de construcción de obras, que constituye respuesta al clamor de un agotado e ineficiente sector público, es decir, por necesidades de la nación, sale la empresa privada a gestionar lo público, al punto que instituciones financieras internacionales como el FMI, recomiendan la adopción del sistema.
La causa profunda y basal de la opción es otra y la revela entre otros, el historiador norteamericano Richard Brenner, profesor emérito de UCLA, quien ha narrado la insurgencia del denominado “neoliberalismo” como una mal denominada mutación del sistema económico que llegó a sus límites de expansión y desde la década de 1980, no crea riqueza, sino a través del sector financiero.
Después de varias décadas de acumulación posteriores a la segunda guerra mundial, el capitalismo se ralentizó en forma definitiva, pues ya no existen recursos ociosos ni fuerzas por desatar al estilo de las transformaciones de Polangy, de manera que el modo de producción acusa una mutación, en la que el 1% se hace más rico y aumenta la brecha con el resto.
Los denominados Brics o economías emergentes, incluidos los “tigres asiáticos”, se desarrollaron con la utilización de tecnologías de punta, pero mano de obra barata, lo que se tradujo en una contracción de la formación de capas medias y fin del ensanchamiento del consumo.
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Las tasas de retorno y ganancia del capital, distan de las que fueron en los años de posguerra y eso ha generado que la gran empresa produzca utilidades de la mano de grandes proyectos gubernamentales, con la consecuente cuota de coimas y corrupción.
Odebrecht no inventó el agua tibia y Brenner llega tan lejos, como anunciar el fin de la economía de mercado y la vuelta a una especie de feudalismo en el que el gran capital produce en condición de socios de la administración estatal, fenómeno que resulta sellado a través de prácticas corruptas.
En términos inversos a los que son utilizados para vendernos las APP, es la gran empresa privada la que requiere esa forma de producción para garantizar sus tasas de retorno de capital, al tiempo que los burócratas del gobierno, complican las posibilidades de ser sujetos de formas tradicionales de peculado.
Si esto es cierto, las campañas adecentadoras y éticas de “caiga quien caiga”, se estrellarán contra una forma de producción cuyas bases necesitan ser socavadas, pues la corrupción avanza hacia prácticas de normalización y ocultamiento de rastros, mientras un sector social clama por un adecentamiento de la política, sin comprender el auténtico significado de la plaga que enfrentan.
Abogado.
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