¿Quieres amargarte la vida?
- Mons. Rómulo Emiliani cmf.
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Si quieres amargarte la vida recuerda día y noche el mal que te han hecho. Recuerda todos los pormenores y vívelos en tu memoria de la manera más intensa posible. Una y otra vez. Mantén la memoria de todo y cuéntalo a todos los que puedas. Y deséale todo el mal posible al agresor o agresores. Nunca perdones. Jamás. Si quieres amargarte la vida envidia todo lo que puedas al que tiene más que tú, al que destaque y brille en cualquier cosa. Piensa todo lo malo que puedas de esa persona y mancha su fama. Comenta que todo eso que tiene lo consiguió con trampas. Levántale falsos. Calumnia con tu lengua. Enloda todo su comportamiento. Quítale todo mérito. Promueve la cultura de la sospecha siempre que puedas. Debes imitar en todo lo posible a Caín matando su buen nombre, su trayectoria. Así tendrás tus manos del alma manchadas de sangre y te amargarás de por vida. Porque tu conciencia no la podrás silenciar siempre, y en algún momento renacerá con fuerza la luz en corazón y verás todo el mal que has hecho y el dolor profundo taladrará todo tu ser y no podrás dormir tranquilo, y tus días transcurrirán en la pesadumbre, la tristeza que te carcomerá el alma como comején insaciable, hasta caer en una profunda depresión. Porque a la conciencia no se la puede callar siempre. Está viva y en cualquier momento te asalta de sorpresa, en una emboscada emocional y mental que te aturde y te tumba.
Si quieres amargar tu vida piensa solo en ti mismo, conviértete en una isla, hazlo todo para ti mismo, nunca compartas, acapara, guarda todo para ti, practica la avaricia, y si vas a dar algo, sea de lo que te sobre, de lo que ya no te sirva para nada, y hazlo solo cuando te vean. Así te aplaudirán y dirán que eres generoso. Pues hoy te digo que hay en la vida mucha gente amargada, triste, rabiosa, frustrada, fracasada, porque nunca amaron, nunca sirvieron, nunca hicieron nada por nadie. Porque han sido envidiosos, egoístas, rencorosos, y se han dado cuenta de que su vida no ha servido para nadie. Y se han quedado solos, abandonados, aun con mucho dinero. Nadie los quiere. Pobre gente.
Pero si quieres ser feliz, ama a Dios con todo tu corazón y al próximo como a ti mismo. Sé una persona compasiva, generosa, perdona setenta veces siete, alégrate del triunfo del otro, comparte lo que tienes, y sobre todo comparte tu vida, tu ser con los demás. Sé una persona humilde y amable, dispuesta a servir de la manera más desinteresada posible.
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