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Qué triste es vivir sin Dios
... el sentido de la vida se limita a seguir las reglas de los instintos y el poder. No hay valores, ideales, respeto a las personas por lo que son. No existe el valor supremo de la vida.
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... el sentido de la vida se limita a seguir las reglas de los instintos y el poder. No hay valores, ideales, respeto a las personas por lo que son. No existe el valor supremo de la vida.
Vivir sin Dios es vivir al final de cuentas como salvajes controlados por los poderes de turno. Qué triste es vivir sin la esperanza de una felicidad eterna con Dios en el cielo. Foto: EFE.
Debe ser muy triste vivir sin una esperanza en el más allá, en una vida después de la muerte, en un cielo lleno de paz y amor, en un Dios que te espera para vivir con él para siempre. Debe ser muy triste vivir esta existencia pensando que solo hay materia evolucionada, de mil formas, pero sin consistencia espiritual, sin fundamento divino.
Que todo se hizo por sí solo y al azar. Que no hay finalidad en nada, sino que todo se mueve al capricho de fuerzas ocultas, localizables y calculables.
Que nosotros no somos más que una mezcla de músculos, huesos, sangre y órganos. Que no tenemos espíritu, sino un cerebro que logra razonar de manera muy limitada. Que somos animales un poco más avanzados por tener esa masa cerebral más compleja y desarrollada.
Que nos movemos gracias a los instintos que traemos desde el principio y que se combinan con esta inteligencia un poco más desarrollada que el resto de los animales. Que todo lo que tenemos de principios y valores morales son reglas inventadas para sobrevivir en medio del caos que provoca la lucha entre el más fuerte y el más débil.
Que para que pueda subsistir el de menos poder se crean normas de protección. Pero que no hay códigos dados por Dios, porque no hay Dios.
Y cuando se practica este enfoque descrito no hay forma de frenar la injusticia ni el atropello a la dignidad humana, porque por más leyes que haya se pueden saltar impunemente, y además no hay dignidad inherente a la persona.
Siempre, al final, vence el más fuerte, los que forman sus clanes de poder económico, político, social, étnico, nacional. No hay temor de Dios, no hay vida más allá, no hay cielo ni infierno, juicio final, castigo eterno.
Y por otro lado el sentido de la vida se limita a seguir las reglas de los instintos y el poder. No hay valores, ideales, respeto a las personas por lo que son. No existe el valor supremo de la vida.
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El aborto, la eutanasia se permiten. Todo se relativiza. No se le encuentra sentido al sacrificio, a la generosidad, al entregar la vida por una causa noble. Tampoco encuentra sentido el sufrimiento por amor. A vivir como animalitos y que se salve el que pueda en esta selva humana.
Cada uno que piense solamente en sí mismo y en los suyos. El clasismo, el racismo, la violencia como medio para vencer en cualquier campo, la mentira, la manipulación de los demás, todo está permitido. Vivir sin Dios es vivir al final de cuentas como salvajes controlados por los poderes de turno. Qué triste es vivir sin la esperanza de una felicidad eterna con Dios en el cielo.
Monseñor.
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