¿Qué clase de corazón tenemos?

Es hacerse buen samaritano del que está apaleado por la vida. Es tender la mano, ayudar, proteger, buscar soluciones. Foto: Cortesía.

Dependiendo del corazón que tengamos, así nos irá por la vida y así mismo haremos el bien o seremos una carga para la humanidad. Está los que tienen corazón de piedra y los que tienen corazón de carne. Los primeros son aquellos que no les importa el bien de nadie, sino solo piensan en sí mismos.

Todo gira alrededor de su propio yo. Son egocentristas. Nadie más existe en el mundo. La tragedia de los demás no les importa nada. Son indiferentes al sufrimiento del otro.

El dolor del próximo no es cosa suya. Son insensibles a todo drama humano. En verdad tienen un corazón de piedra.

Los encontrarás en la historia trabajando en los campos de concentración nazi, viendo cómo llevaban a las cámaras de gas, o colgaban en la horca, o fusilaban a la vista de todos los prisioneros a cualquiera, sea por viejo, enfermo, por su raza o porque había cometido cualquier falta.

Son los que han sido torturadores en las dictaduras, haciendo sufrir y asesinando a los opositores del régimen de turno. O los sicarios, asesinos a sueldo, que matan por dinero sin importar que las víctimas tuvieran familia, fueran inocentes o no, el cargo que tuvieran, pero había que matarlos porque ese era su oficio.

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Los de corazón de piedra son los que trafican drogas, sabiendo que tantos jóvenes morirán o terminarán locos o inservibles, pero eso no importa.

Lo único importante es ganar dinero, enriquecerse. Los de corazón de piedra son los que teniendo un gran capital dan sueldos de miseria a la pobre gente, sin importar cómo está de alto el costo de la vida.

Son gente de corazón de piedra los que caen en corrupción robando al Estado, o sea al pueblo, impidiendo con eso que se construyan más hospitales, asilos, escuelas, carreteras. Son personas con corazón de piedra los que maltratan a sus esposas física o mentalmente, torturando sus almas o cuerpos, sin que les interese su salud para nada. O maltratan sin piedad a sus hijos causando en ellos grandes traumas.

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Tener un corazón de carne implica dejar que Dios actúe en el alma y el amor sea el motor y motivo que haga actuar a una persona. Eso lo hace a uno sensible al dolor del otro, a su drama, y le impulsa a buscar cómo aliviar el sufrimiento del próximo.

Es hacerse buen samaritano del que está apaleado por la vida. Es tender la mano, ayudar, proteger, buscar soluciones, ingeniársela para que el otro mejore. Tener un corazón de carne es dejarse tocar por la situación difícil que atraviesa el otro y ponerse en sus zapatos. Es comprender su situación y preguntarse: Y yo, ¿qué puedo hacer por él?

Monseñor.