Proclama por la desmilitarización
Publicado 2001/12/09 00:00:00
- San José
El 29 de noviembre se reunieron en Bambito, Chiriquí, los presidentes de Panamá y Costa Rica en conmemoración del sesenta aniversario del Tratado de Límites entre nuestros dos países. Este fue negociado por el embajador de Panamá, Don Ezequiel Fernández Jaén, y por el secretario de Relaciones Exteriores de Costa Rica Lic. Alberto Echandi Montero, bajo las presidencias respectivas del Dr. Arnulfo Arias Madrid y el Dr. Rafael Angel Calderón Guardia.
El Presidente Rodolfo Chiari en 1928 propició la concertación del Protocolo Guizado-Castro Beeche, que no fue sancionado por Costa Rica, según Ernesto Castillero en su Historia de Panamá, "por la ruda campaña de prensa en su contra." Igual suerte corrió en 1938 el Convenio de la Espriella-Zúñiga Montúfar bajo la presidencia del Ing. Juan Demóstenes Arosemena. Sólo en 1941 fue firmado y sancionado el Tratado de Límites Arias Madrid-Calderón Guardia, de acuerdo con Castillero "sin diferir en gran cosa de los precedentes que habían hallado en Costa Rica tan fuerte oposición". El documento, continúa Castillero, "acepta en casi toda su extensión la línea White en el Atlántico, y la Loubet en el Pacífico, sin mencionarlas, pero en la primera determina dos desvíos de 165 kilómetros cuadrados de cada lado, que ambos países ceden el uno al otro." Además, a las dos naciones se les reconoce el derecho a la libre navegación del Río Sixaola. Así quedó resuelto el conflicto territorial con Costa Rica que había provocado en 1921 la Guerra de Coto, nuestra única experiencia bélica desde nuestra Independencia.
Desde esa fecha nuestra historia con Costa Rica ha sido la historia de una enemistad superada y de una amistad cultivada, la cual se ha desarrollado en una auténtica hermandad entre panameños y ticos.
En la reunión de Bambito la Presidenta Mireya Moscoso y el Presidente Miguel Angel Rodríguez firmaron seis acuerdos, sobre cooperación técnica y científica, extradición, intercambio de información relacionada con el blanqueo de capitales, cooperación agropecuaria en el área fronteriza, cooperación turística, autorización a dependientes de personal diplomático y consular para desempeñar actividades remuneradas y cooperación entre los Ministerios de Relaciones Exteriores. De esta manera se incrementa el entrelazamiento entre nuestros dos países.
Pero mucho más importante fue la decisión consignada en la Declaración Conjunta de ambos Presidentes, en el número 34 de sus 41 entendimientos de opinión y de acción internacionales: "los Mandatarios instaron a las autoridades comerciales de sus respectivos países para que pongan celeridad en el proceso de negociación (de un Tratado de Libre Comercio), el cual deberá estar listo en el primer trimestre de 2002". Adicionalmente, el Presidente Miguel Angel Rodríguez le presentó a las autoridades panameñas su Plan de Acción Inmediata para la Reactivación de la Integración Centroamericana, con propuestas para reformar al PARLACEN, como también la Corte Centroamericana de Justicia, y para poner a funcionar efectiva y eficazmente el Comité Ejecutivo del Sistema de Integración de Centro América (SICA). El documento merece ser acogido con entusiasmo, discutido con celeridad y lo que se acuerde entre los Presidentes del Istmo puesto en práctica cuanto antes, de manera a avanzar en "un proceso de decidida voluntad política para consolidar nuestras metas de integración regional, con carácter de urgencia". Se busca por este medio crear las condiciones políticas que favorezcan el aumento en la productividad económica, el incremento en las inversiones y con ello una mayor efectividad en la lucha contra el desempleo y la pobreza. Aunque los medios no nos informan de la reacción oficial panameña a este Plan en sus líneas generales, es de esperar que haya sido positiva y que ambos Presidentes se esfuercen en lo que les queda de su período por convencer a sus colegas centroamericanos que juntos reactiven la integración.
El documento más significativo de la reunión de Bambito fue la Proclama por la Paz, la Seguridad Humana y la Demilitarización. Los presidentes Moscoso y Rodríguez partieron de un rasgo singular que comparten nuestros países. "La vocación histórica de nuestros dos países por la paz, afirmaron, se ha manifestado diáfanamente en nuestra decisión de abolir los ejércitos en una zona que en el pasado se caracterizó por la guerra civil, el golpe de Estado, el militarismo y la disputa interestatal." Asumen el nuevo concepto de seguridad humana elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarollo, en sustitución del tradicional concepto de seguridad nacional, conscientes que "el modelo de seguridad militar, que imperó en el pasado, ha dejado de ser funcional... (y) que el autoritarismo y el militarismo no son más que confesiones de fracaso de los Estados en el proceso de construir sociedades justas".
Comprueban, además, que no existen amenazas contra la integridad territorial de nuestros países y que necesitamos importantes recursos para responder a nuestras enormes necesidades sociales. Establecen una Comisión Binacional de Seguridad Humana para diseñar y aplicar una política común en esta materia. Culminan su Proclama con un llamado a los jefes de Estado de Latinoamérica "a adherirse a acciones que busquen la eliminación progresiva de las fuerzas militares, mediante su transformación gradual en instituciones policiales civiles." Y como comprenden que la desmilitarización abarca una gama de componentes y variantes, proponen 17 otras medidas de índole institucional, económica, educativa, internacional y de derechos humanos, para hacerla progresivamente realidad.
Me siento plenamente identificado con la Proclama de ambos presidentes. El 7 de junio del año en curso, cuando presenté mi libro Democracia sin Ejército, la experiencia panameña, en un acto que honró con su presencia el Premio Nobel de la Paz y ex presidente de Costa Rica Oscar Arias, sugerí algo parecido cuando dije:
"La política de desmilitarización constituye una de las muy pocas políticas de Estado que hemos acordado los políticos panameños. Y como política de Estado basada en un consenso nacional, es generadora de reconciliación... Confío que comenzamos a vivir en un Panamá en el cual la desmilitarización hace desaparecer la división profunda que padecimos durante años entre quienes luchamos por recobrar el civilismo y quienes favorecieron el predominio militarista. Nuestro futuro requiere un nuevo esfuerzo no ya de rescate, sino de perfeccionamiento de la civilidad, es decir de una profundización y ampliación de la democracia, para que ésta nos incluya a todos, nos reconcilie definitivamente y superemos las fracturas económicas, sociales y culturales que aquejan a nuestra comunidad nacional. Nuestras diferencias han de concentrarse en los diversos modos de perfeccionar la civilidad de nuestra nación. ¡Que más nunca, por nuestras diferencias, nos persigamos, exiliemos, torturemos y hasta nos matemos los unos a los otros! ¡Que más nunca nuestra incapacidad de entendernos provoque una invasión de nuestro país! Esta debe ser la voluntad expresamente declarada con humildad por ambas partes en la que hemos estado divididos.
Para concluir, sugiero al Gobierno Nacional que Panamá y Costa Rica, unidos los dos países en la desmilitarización, que sirve de instrumento de reconciliación interna y de neutralidad externa, le propongan al resto del Istmo Centroamericanos compartir estos ideales. Así, en la región donde antes se concentró el fragor de un conflicto civil violento, ahora se constituiría un oasis de paz. Si lo hiciéramos convertiríamos para nosotros este propósito de desmilitarización y de neutralidad en lo que el filósofo Jacques Maritain llama un ideal histórico concreto."
Sólo faltó a la Proclama completar el llamado a la desmilitarización con un llamado a su corolario, la neutralidad. Hubiera sido tanto más apropiado que hace unos años Costa Rica proclamó su neutralidad activa y que, cuando Panamá adoptó el año pasado por consenso de todas las fuerzas políticas sus Fundamentos de la Política Nacional de Seguridad, incluyó como componente una política exterior tendiente hacia la neutralidad no sólo de Canal, sino de todo el país. Dicho sea de paso ese documento se basó, por propuesta del entonces denominado Partido Demócrata Cristiano, ahora Partido Popular, en el concepto de seguridad humana que la Proclama asume como fundamental.
La reunión de Bambito es, a mi juicio, de transcendencia para Panamá y Costa Rica. Felicito a ambos presidentes por su realización. He sido un crítico franco del gobierno de la Presidenta Moscoso en muchos aspectos, pero gustoso reconozco este acierto.
Dada la significación del evento, tanto hacia el pasado como hacia el futuro, sólo lamento que los dos presidentes no se hayan hecho acompañar por altos representantes legislativos de sus respectivas oposiciones. Al darle así un carácter plenamente nacional a sus delegaciones se habrían destacado mejor el sentido y la importancia del acontecimiento y habrían garantizado más que las políticas que formularon tuvieran la indispensable continuidad.
Le señalaría a la Señora Presidenta Mireya Moscoso lo incongruente que es su acierto en este aspecto de su política internacional con el mantenimiento de una actitud de agresividad e imposición hacia el Organo Legislativo de su propio país.
¡Ojalá, por el bien de Panamá y de lo que pudiera hacer de positivo su gobierno en el resto de su período constitucional, ella reorientara su rumbo! El acierto de la reunión de Bambito podría servirle de estímulo en este sentido.
(ariyan@sinfo.net)
El Presidente Rodolfo Chiari en 1928 propició la concertación del Protocolo Guizado-Castro Beeche, que no fue sancionado por Costa Rica, según Ernesto Castillero en su Historia de Panamá, "por la ruda campaña de prensa en su contra." Igual suerte corrió en 1938 el Convenio de la Espriella-Zúñiga Montúfar bajo la presidencia del Ing. Juan Demóstenes Arosemena. Sólo en 1941 fue firmado y sancionado el Tratado de Límites Arias Madrid-Calderón Guardia, de acuerdo con Castillero "sin diferir en gran cosa de los precedentes que habían hallado en Costa Rica tan fuerte oposición". El documento, continúa Castillero, "acepta en casi toda su extensión la línea White en el Atlántico, y la Loubet en el Pacífico, sin mencionarlas, pero en la primera determina dos desvíos de 165 kilómetros cuadrados de cada lado, que ambos países ceden el uno al otro." Además, a las dos naciones se les reconoce el derecho a la libre navegación del Río Sixaola. Así quedó resuelto el conflicto territorial con Costa Rica que había provocado en 1921 la Guerra de Coto, nuestra única experiencia bélica desde nuestra Independencia.
Desde esa fecha nuestra historia con Costa Rica ha sido la historia de una enemistad superada y de una amistad cultivada, la cual se ha desarrollado en una auténtica hermandad entre panameños y ticos.
En la reunión de Bambito la Presidenta Mireya Moscoso y el Presidente Miguel Angel Rodríguez firmaron seis acuerdos, sobre cooperación técnica y científica, extradición, intercambio de información relacionada con el blanqueo de capitales, cooperación agropecuaria en el área fronteriza, cooperación turística, autorización a dependientes de personal diplomático y consular para desempeñar actividades remuneradas y cooperación entre los Ministerios de Relaciones Exteriores. De esta manera se incrementa el entrelazamiento entre nuestros dos países.
Pero mucho más importante fue la decisión consignada en la Declaración Conjunta de ambos Presidentes, en el número 34 de sus 41 entendimientos de opinión y de acción internacionales: "los Mandatarios instaron a las autoridades comerciales de sus respectivos países para que pongan celeridad en el proceso de negociación (de un Tratado de Libre Comercio), el cual deberá estar listo en el primer trimestre de 2002". Adicionalmente, el Presidente Miguel Angel Rodríguez le presentó a las autoridades panameñas su Plan de Acción Inmediata para la Reactivación de la Integración Centroamericana, con propuestas para reformar al PARLACEN, como también la Corte Centroamericana de Justicia, y para poner a funcionar efectiva y eficazmente el Comité Ejecutivo del Sistema de Integración de Centro América (SICA). El documento merece ser acogido con entusiasmo, discutido con celeridad y lo que se acuerde entre los Presidentes del Istmo puesto en práctica cuanto antes, de manera a avanzar en "un proceso de decidida voluntad política para consolidar nuestras metas de integración regional, con carácter de urgencia". Se busca por este medio crear las condiciones políticas que favorezcan el aumento en la productividad económica, el incremento en las inversiones y con ello una mayor efectividad en la lucha contra el desempleo y la pobreza. Aunque los medios no nos informan de la reacción oficial panameña a este Plan en sus líneas generales, es de esperar que haya sido positiva y que ambos Presidentes se esfuercen en lo que les queda de su período por convencer a sus colegas centroamericanos que juntos reactiven la integración.
El documento más significativo de la reunión de Bambito fue la Proclama por la Paz, la Seguridad Humana y la Demilitarización. Los presidentes Moscoso y Rodríguez partieron de un rasgo singular que comparten nuestros países. "La vocación histórica de nuestros dos países por la paz, afirmaron, se ha manifestado diáfanamente en nuestra decisión de abolir los ejércitos en una zona que en el pasado se caracterizó por la guerra civil, el golpe de Estado, el militarismo y la disputa interestatal." Asumen el nuevo concepto de seguridad humana elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarollo, en sustitución del tradicional concepto de seguridad nacional, conscientes que "el modelo de seguridad militar, que imperó en el pasado, ha dejado de ser funcional... (y) que el autoritarismo y el militarismo no son más que confesiones de fracaso de los Estados en el proceso de construir sociedades justas".
Comprueban, además, que no existen amenazas contra la integridad territorial de nuestros países y que necesitamos importantes recursos para responder a nuestras enormes necesidades sociales. Establecen una Comisión Binacional de Seguridad Humana para diseñar y aplicar una política común en esta materia. Culminan su Proclama con un llamado a los jefes de Estado de Latinoamérica "a adherirse a acciones que busquen la eliminación progresiva de las fuerzas militares, mediante su transformación gradual en instituciones policiales civiles." Y como comprenden que la desmilitarización abarca una gama de componentes y variantes, proponen 17 otras medidas de índole institucional, económica, educativa, internacional y de derechos humanos, para hacerla progresivamente realidad.
Me siento plenamente identificado con la Proclama de ambos presidentes. El 7 de junio del año en curso, cuando presenté mi libro Democracia sin Ejército, la experiencia panameña, en un acto que honró con su presencia el Premio Nobel de la Paz y ex presidente de Costa Rica Oscar Arias, sugerí algo parecido cuando dije:
"La política de desmilitarización constituye una de las muy pocas políticas de Estado que hemos acordado los políticos panameños. Y como política de Estado basada en un consenso nacional, es generadora de reconciliación... Confío que comenzamos a vivir en un Panamá en el cual la desmilitarización hace desaparecer la división profunda que padecimos durante años entre quienes luchamos por recobrar el civilismo y quienes favorecieron el predominio militarista. Nuestro futuro requiere un nuevo esfuerzo no ya de rescate, sino de perfeccionamiento de la civilidad, es decir de una profundización y ampliación de la democracia, para que ésta nos incluya a todos, nos reconcilie definitivamente y superemos las fracturas económicas, sociales y culturales que aquejan a nuestra comunidad nacional. Nuestras diferencias han de concentrarse en los diversos modos de perfeccionar la civilidad de nuestra nación. ¡Que más nunca, por nuestras diferencias, nos persigamos, exiliemos, torturemos y hasta nos matemos los unos a los otros! ¡Que más nunca nuestra incapacidad de entendernos provoque una invasión de nuestro país! Esta debe ser la voluntad expresamente declarada con humildad por ambas partes en la que hemos estado divididos.
Para concluir, sugiero al Gobierno Nacional que Panamá y Costa Rica, unidos los dos países en la desmilitarización, que sirve de instrumento de reconciliación interna y de neutralidad externa, le propongan al resto del Istmo Centroamericanos compartir estos ideales. Así, en la región donde antes se concentró el fragor de un conflicto civil violento, ahora se constituiría un oasis de paz. Si lo hiciéramos convertiríamos para nosotros este propósito de desmilitarización y de neutralidad en lo que el filósofo Jacques Maritain llama un ideal histórico concreto."
Sólo faltó a la Proclama completar el llamado a la desmilitarización con un llamado a su corolario, la neutralidad. Hubiera sido tanto más apropiado que hace unos años Costa Rica proclamó su neutralidad activa y que, cuando Panamá adoptó el año pasado por consenso de todas las fuerzas políticas sus Fundamentos de la Política Nacional de Seguridad, incluyó como componente una política exterior tendiente hacia la neutralidad no sólo de Canal, sino de todo el país. Dicho sea de paso ese documento se basó, por propuesta del entonces denominado Partido Demócrata Cristiano, ahora Partido Popular, en el concepto de seguridad humana que la Proclama asume como fundamental.
La reunión de Bambito es, a mi juicio, de transcendencia para Panamá y Costa Rica. Felicito a ambos presidentes por su realización. He sido un crítico franco del gobierno de la Presidenta Moscoso en muchos aspectos, pero gustoso reconozco este acierto.
Dada la significación del evento, tanto hacia el pasado como hacia el futuro, sólo lamento que los dos presidentes no se hayan hecho acompañar por altos representantes legislativos de sus respectivas oposiciones. Al darle así un carácter plenamente nacional a sus delegaciones se habrían destacado mejor el sentido y la importancia del acontecimiento y habrían garantizado más que las políticas que formularon tuvieran la indispensable continuidad.
Le señalaría a la Señora Presidenta Mireya Moscoso lo incongruente que es su acierto en este aspecto de su política internacional con el mantenimiento de una actitud de agresividad e imposición hacia el Organo Legislativo de su propio país.
¡Ojalá, por el bien de Panamá y de lo que pudiera hacer de positivo su gobierno en el resto de su período constitucional, ella reorientara su rumbo! El acierto de la reunión de Bambito podría servirle de estímulo en este sentido.
(ariyan@sinfo.net)
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