Epicentro
Sobre el presente
Ni el antes ni el después son realidades que deben preocuparnos. Mejor es ocuparnos del presente, que en la vida de los hombres es la única porción de aquello que es realmente nuestro. Nada más se nos ha dado en el legado de la humanidad.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 26/1/2021 - 12:00 am
Ojalá se hubiera inventado a estas alturas de la era moderna un centro de lavado para nuestro pasado; un pasado que a menudo tendemos excesivamente en los balcones y portales, dejando prendas íntimas de ropa allí colgadas a la vista y más allá del tiempo de secado.
Lo que se fue se ha ido como el agua que ha corrido y nada, ni los rezos ni remordimientos, lo traerá de vuelta. Aprender de lo que fue, dejando que nos aleccione, es bueno; pero ponerlo en un altar para llorarlo siempre, es rendirle culto a dioses falsos, fabricados en las sombras fantasiosas de nuestra propia terquedad infantil.
Pero así como lo que ya se fue se ha ido, lo que no ha llegado llegará, a su propio tiempo y según su madurez. De manera artificial, como en incubadoras, queremos darle prisa a los eventos naturales.
Tratamos muchas veces de apurar el parto de alguno que otro evento, logrando solo hacerle daño a ese producto que debe necesariamente hacer un ciclo natural de gestación. Queremos, pues, darle látigo a los tiempos, como si el corcel de lo que debe ser llegar a en algo acelerar esas campanas del destino.
Si esperamos mansamente, sin la carga atroz de la ansiedad, y con la buena expectativa de lo que ha ser un día, nada pasará y en nada sufriremos. Pero si hacemos adelantos fúnebres, entierros de fatalidades y duelos de dolores que ni siquiera son ahora el curso de la realidad presente, solo hacemos pila y fuego de los sufrimientos que nuestra propia mano enciende, antes de su tiempo.
¿Qué somos, al fin, con estas prendas que vestimos, fabricadas por la propia humanidad?; ficciones de la eternidad que solo por segundos hacen una chispa en esta vastedad del universo. Antes que nosotros, en el aleteo selecciones naturales, han sido otras las especies que han vivido sin dominio de sus eras pasajeras. Puntos de luz que se proyectan solo por momentos en pantallas y escenarios que nos hemos fabricado artificiosamente.
Ni el antes ni el después son realidades que deben preocuparnos. Mejor es ocuparnos del presente, que en la vida de los hombres es la única porción de aquello que es realmente nuestro. Nada más se nos ha dado en el legado de la humanidad.
Despertarse, entonces, de ese sueño y de ese aturdimiento, que nos encadena a los remordimientos de inutilidad o a la ansiedad innecesaria sobre aquello que no ha ocurrido aun, es parte de nuestra misión.
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En una vida prolongada, los hábitos biológicos del sueño nos consumen ya en promedio más de 25 años; si a ese tiempo de necesidad biológica, le añadimos además esos tormentos que son las pesadillas de ansiedades en momentos de vigilia y sumamos esos sacos de quinquenios de preocupaciones, ¿qué le queda al hombre si no solo su presente?
Adoptemos, en lo que nos sea posible, aquel saludo legendario del romano, que al encontrar a otros a su paso les decía solemnemente “carpe diem”; es decir, conquista tu día. Porque ese día, te lo aseguro, es el resumen todo de tu vida y el preludio más seguro de una muerte que indefectiblemente ha de llegar, como el destino más certero de la humanidad entera.
Abogado.
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