La hazaña de Magallanes
Preámbulo de la travesía
- Jaime Figueroa Navarro
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- opinion@epasa.com
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Entre pingüinos, leones marinos y buenazos vinos, celebraremos la hazaña de Magallanes con bombos y platillos,
Son dos elementos distintos el gestionar y el emprender turismo.
El primero, que es nuestra especialidad, trata sobre los programas, medidas y proyectos para generar, atraer, enamorar al visitante para que nos escoja sobre un universo de opciones.
La segunda trata sobre lo que ese turista hace una vez tocado al destino.
A estas alturas de mi vida, ya avizorando 68 países, he cultivado la esencia de viajar, acumulando galardones como la rúbrica de 1,000,000 de millas con American Airlines, que me otorga de por vida privilegios puntuales como el registro en la fila de Primera Clase en los aeropuertos y la entrada con el primer grupo a los aviones en la puerta de salida, indistintamente de la clase en que viajo.
La mayoría de mis viajes, durante mi vida profesional, fueron para gestionar negocios, ahora son experiencias de placer que escojo al azar basado en intereses particulares, reemplazando una agenda preñada de reuniones por otra que me permite oler las flores del destino, escoger las actividades de ocio con amplio tiempo de ventaja e intimar verdaderamente las diversas idiosincrasias y esencias de la plaza.
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Fue así, por ejemplo, como a mediados de 2013 organicé la primera expedición de empresarios panameños en escalar el cerro Pechito Parao en Darién sobre cuya cima el Adelantado Vasco Núñez de Balboa divisara el vasto Mar del Sur espejado en el golfo que él nombró de San Miguel, por celebrar el 25 de septiembre, fecha del descubrimiento, el día de ese santo.
Esa aventura, interesantísima y visionaria por el hecho de asumirla posterior a seis décadas sobre cuestas, la emprendimos para celebrar los 500 años de la hazaña y para que sirviese de ejemplo a mis coterráneos sobre actividades istmeñas que debiesen ser obligatorias para ampliar los horizontes de todos los niños de escuelas primarias y crear nuevos destinos turísticos históricos, únicos en el planeta y que aún las autoridades de turismo no han desbocado por desdoblar.
Recuerdo un viaje en particular, a mediados de 1988, que me permitió ampliar horizontes durante mis vacaciones, residiendo la víspera en Connecticut resultado de una asignación de IBM, visitando Papeete, capital de los territorios de ultramar de Francia, en el Pacífico, emparedado entre Sídney, sede de la celebración del bicentenario de Australia, y Auckland, Nueva Zelanda, donde alquilamos un automóvil para trasladarnos a Rotorua, recóndito sitio casi al final del mundo, maquillado por la explosión de espléndidos, hirvientes chorros de geiseres y las cavernas de Waitomo, cuya cúpula erguía iluminada por millones de brillantes gusanos que al transitarle en canoas, repentinamente, al aplauso del guía, se oscurecía para posteriormente volver a encenderse lentamente. ¡Qué espectáculo!
Descubrir estos parajes no fue al azar.
VEA TAMBIÉN: El relevo generacional en la educación de Panamá En aquella época, antes de la génesis de internet, se solicitaba folletería a los diversos entes turísticos, se ojeaban las páginas de la revista National Geographic y se analizaban a fondo las alternativas durante horas sin fin en bibliotecas. Pero igual, existía la intriga por lo desconocido, pronto a destaparse.
En conmemoración a los 500 años del primer viaje de circunnavegación mundial, fraguado por el portugués Fernão de Magalhães, a mediados de febrero zarparemos en un crucero de Norwegian desde el puerto de San Antonio que sirve a la ciudad de Santiago, rumbo sur por 14 noches con escalas en Puerto Montt, Puerto Chacabuco y Punta Arenas en Chile, navegando los canales Patagónicos, los fiordos chilenos y el canal de Beagle en el estrecho de Magallanes, visitando el Parque Fin del Mundo en Ushuaia, Argentina, y el Cabo de Hornos rumbo norte con destino a Stanley, capital de las islas Malvinas, retomando la costa argentina en Puerto Madryn, atracando en Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay antes de finalizar la travesía en Buenos Aires.
Entre pingüinos, leones marinos y buenazos vinos, celebraremos la hazaña de Magallanes con bombos y platillos, posterior a infatigables e intrigantes horas ojeando las alternativas en cada escala para escoger la más apetecible y plasmar un nuevo capítulo en el libro de la vida, porque esta trata no de las cosas que se tienen, sino de las experiencias que se anidan.
Líder empresarial
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