Permanencia y temporalidad de Rogelio Sinán
Publicado 2000/05/26 23:00:00
- Reynaldo Núñez Montoto
Si el tiempo para filósofos y teólogos, representa una entelequia, una abstracción que suscita reflexiones profundas, para el común de los mortales es un transcurrir en secuencias de los acontecimientos que se dan en un espacio determinado y de una forma medible (relojes, calendarios).
Rogelio Sinán vivió 92 años perfectamente verificables de plenitud en cuanto a creatividad (sus excepcionales libros), viajes (Chile, Italia, México e India fueron los de más duración), actividades diversos (participación en innumerables congresos y encuentros intelectuales en muchísimos países), cargos públicos (director del antiguo Departamento de Bellas Artes y Publicaciones del Ministerio de Educación; primer secretario de la Embajada de Panamá en México, cónsul en Calcuta; profesor en el Instituto Nacional y en la Universidad de Panamá).
Como escritor -su más entrañable oficio-, fue autor de libros de cuentos ("A la orilla de las estaturas maduras"; "La boina roja"; y "Hechizo", sus relatos más antologados internacionalmente, debido sin duda a su perfección formal y trascendencia temática); de dos novelas excelentes ("Plenilunio" y "La isla mágica"); de tres farsas para teatro infantil que ningún otro autor nacional ha superado ("La cucarachita mandinga"; "Chiquilinga", "Lobo go home"); y antes, en su primera época (1929-1969), de poemarios de gran calidad ("Onda"; "Incendio", "Semana Santa en la niebla"; y "Saloma sin salomar").
Además publicó ocasionalmente valiosos ensayos y ejerció por épocas el periodismo cultural y de opinión, buscando siempre relacionar el sustrato cultural al tejido sociopolítico de la nacionalidad. Parte importante de esos ensayos, antes dispersos, pudo reunirlos con el consentimiento de Sinán en el número 5-6 de la revista cultural "Maga", en su primera época, en enero-junio de 1985. En ese número apareció la ya célebre entrevista que le hice ese año, y que titulé "Nuestras polillas son altamente intelectuales", frase ingeniosa del mismo Sinán que extraje de nuestra plática. La revista "Lotería" (No. 370, febrero de 1988) habría de reproducirla tres años más tarde en un número también memorable dedicado al Maestro. También importa recalcar que, aparte de múltiples honores y reconocimientos nacionales e internacionales, Sinán mereció en tres ocasiones el máximo galardón literario de Panamá, el Concurso Ricardo Miró: como novelista (con "Plenilunio", en 1943; y con "La isla mágica", en 1977) y como poeta (con "Semana Santa en la niebla", en 1949). He dicho en varios foros, porque es importante que se sepa, que mi admiración respeto y afecto por Sinán siempre fueron uno de mis más preciados caudales intelectuales y humanos. He tratado, sin que ni él ni nadie más me lo pidiera, de dedicar parte de mis esfuerzos como promotor cultural al rescate de su obra. En este sentido, en más de una ocasión he sido editor de libros suyos o sobre él, así como creador de iniciativas que exaltaron su figura y rinden tributo a su quehacer literario, no tanto por la persona que fue Sinán, sino porque reconozco la trascendencia de sus libros y creo imprescindible que éstos sean valorados a fondo por las nuevas generaciones de lectores.
Así, en 1982 publiqué dos libros suyos estrenando con ello mi recién creada Editorial Signos: uno en México: "Homenaje a Rogelio Sinán; Poesía y Prosa", y otro en Panamá: "El candelabro de los malos ofidios y otros cuentos". Como Jefe del Departamento de Letras del INAC, en 1992 reuní y publiqué, en la recién creada Colección "Antologías y Homenajes", un libro que reunió buena parte de los estudios críticos dispersos que había en ese momento sobre su obra: "El mago de la isla". En la misma colección publiqué también la segunda edición de una obra suya largamente agotada: "La cucarachita mandinga" (ambos libros se los entregué simbólicamente en un memorable acto cultural en el Museo "Reina Torres de Araúz" cuando cumplió los 90 años, en abril de 1992; murió dos años después, el 4 de octubre de 1994).
Más recientemente, como Coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica de Panamá, en donde laboro desde 1996, he realizado diversas actividades que continúan honrando la figura y obra de Sinán. En abril de 1996 fundé con el apoyo del Ing. Héctor Montemayor (Rector de la UTP), el ya muy prestigioso "Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán", que ya estamos convocando este año por quinta vez y que ha producido hasta el momento cuatro ganadores (1996, 1997, 1998 y 1999) de Centroamérica y Panamá. En enero-abril de 1997, la revista "Maga", ahora coeditada entre la Universidad Tecnológica de Panamá y la Fundación Cultural Signos, volvió a dedicarle un número a Sinán (No. 30). Y hace apenas unas semanas, volví a convertirme en su editor, con el consentimiento de sus hijos, después que la UTP aprobó mi iniciativa de publicar el libro "Poesía completa de Rogelio Sinán", que reúne 110 poemas de este autor (todos menos sus poco conocidas "Décimas a la suerte de la Patria" pertenecen a sus libros anteriores, el último de los cuales se agotó el mismo año que fue editado por el Ministerio de Educación de la época "Saloma sin salomar", de 1969).
Además de mi profunda vocación de escritor, siempre he sentido la necesidad de incentivar, promover y difundir la buena literatura nacional, sobre todo la que van haciendo con talento y esfuerzo pero sin recursos los nuevos autores panameños, bastante jóvenes la mayoría. Aquí debo confesar que Sinán leyó y corrigió, antes de que se publicaran, mis primeros cuentos ; aquéllos que en un lejano 1964 ganaron Mención Honorífica en el Concurso Ricardo Miró, y que fueron publicados por él en el Ministerio de Educación y al año siguiente en el libro: "Catalepsia". Yo he tratado de hacer lo mismo con los primeros textos de los autores jóvenes y no tan jóvenes, sobre todo a través de talleres y seminarios impartidos en los últimos dieciséis años, así como mediante la creación de certámenes literarios. En ese sentido, tuve el honor de crear, en 1992, en el INAC, el Premio de Poesía Joven "Gustavo Batista Cedeño"; en la Universidad Tecnológica de Panamá, en 1996, además del Premio Rogelio Sinán ya mencionado, inventé el Premio Nacional de Cuento "José María Sánchez", que sigue vigente; y en la Fundación Cultural Signos, los premios "Stella Sierra", de poesía y "Rodrigo Miró Grimaldo" de ensayo literario, entre otros.
Pero mi faceta de promotor cultural, dentro de la cual se realizan mis desvelos como editor de libros y revistas (desde las coyunturas del INAC, la Editorial de la Universidad de Panamá, la Editorial Signos, la Universidad Tecnológica de Panamá y la Fundación Cultural Signos, según fuera el caso), además de ser una característica de mi personalidad, debe sin duda sus orígenes a esa actitud de solidaridad y desprendimiento que, conmigo y con muchos otros autores nacionales, siempre desplegó Sinán. Honrar honra.
Termino estas reflexiones haciendo un vehemente llamado al Instituto Nacional de Cultura -a su actual director, el escritor Rafael Ruiloba- quien también tiene una deuda intelectual con Sinán, para que ahora que les ha sido donada una moderna imprenta por deferencia del gobierno de Japón, ponga equipos, mano de obra y voluntad férrea y consecuente al servicio de la impostergable tarea de publicar sin favoritismos ni mezquindades los mejores libros de los escritores panameños. En ese contexto, estoy convencido de que habría que empezar por reforzar la bibliografía literaria nacional con una publicación urgente e indispensable, que desde hace quince años reclama una reedición: la obra cumbre de Sinán, "La isla mágica", cuya segunda y última edición se hizo en Cuba en 1985 y permanece agotada, siendo, como sin duda lo es, una de las más importantes novelas latinoamericanas del siglo XX.
Si bien, por su extensión, se trata de una obra voluminosa y de contenido denso y estructuralmente complejo, lo cual por supuesto implica una inversión considerable, no es menos el cierto el hecho de que ahora la Imprenta de la Nación ha sido renovada y está en su mejor momento para, literalmente, "poner manos a la obra". El tiempo -vuelvo a mi idea inicial - también es palpable acción tras la voluntad de hacer. Sinán y Panamá se lo merecen. Cuando dentro de apenas dos años -en abril del 2002 -celebremos con orgullo y júbilo el centenario del nacimiento de Sinán (Taboga, 1902), qué mejor tributo a su memoria que poder remitir a los noveles lectores panameños y del mundo a la tercera edición de "La isla mágica", publicada con profesional esmero con el sello editorial de un renovado y solidario Instituto Nacional de Cultura. ¿Por qué no empezar tal esfuerzo desde ahora? Con un poquito de imaginación y tenacidad, sin duda no faltarán empresas que se dejen convencer del prestigio que representaría ser patrocinadores de tan laudable iniciativa. El INAC tiene la palabra.
Rogelio Sinán vivió 92 años perfectamente verificables de plenitud en cuanto a creatividad (sus excepcionales libros), viajes (Chile, Italia, México e India fueron los de más duración), actividades diversos (participación en innumerables congresos y encuentros intelectuales en muchísimos países), cargos públicos (director del antiguo Departamento de Bellas Artes y Publicaciones del Ministerio de Educación; primer secretario de la Embajada de Panamá en México, cónsul en Calcuta; profesor en el Instituto Nacional y en la Universidad de Panamá).
Como escritor -su más entrañable oficio-, fue autor de libros de cuentos ("A la orilla de las estaturas maduras"; "La boina roja"; y "Hechizo", sus relatos más antologados internacionalmente, debido sin duda a su perfección formal y trascendencia temática); de dos novelas excelentes ("Plenilunio" y "La isla mágica"); de tres farsas para teatro infantil que ningún otro autor nacional ha superado ("La cucarachita mandinga"; "Chiquilinga", "Lobo go home"); y antes, en su primera época (1929-1969), de poemarios de gran calidad ("Onda"; "Incendio", "Semana Santa en la niebla"; y "Saloma sin salomar").
Además publicó ocasionalmente valiosos ensayos y ejerció por épocas el periodismo cultural y de opinión, buscando siempre relacionar el sustrato cultural al tejido sociopolítico de la nacionalidad. Parte importante de esos ensayos, antes dispersos, pudo reunirlos con el consentimiento de Sinán en el número 5-6 de la revista cultural "Maga", en su primera época, en enero-junio de 1985. En ese número apareció la ya célebre entrevista que le hice ese año, y que titulé "Nuestras polillas son altamente intelectuales", frase ingeniosa del mismo Sinán que extraje de nuestra plática. La revista "Lotería" (No. 370, febrero de 1988) habría de reproducirla tres años más tarde en un número también memorable dedicado al Maestro. También importa recalcar que, aparte de múltiples honores y reconocimientos nacionales e internacionales, Sinán mereció en tres ocasiones el máximo galardón literario de Panamá, el Concurso Ricardo Miró: como novelista (con "Plenilunio", en 1943; y con "La isla mágica", en 1977) y como poeta (con "Semana Santa en la niebla", en 1949). He dicho en varios foros, porque es importante que se sepa, que mi admiración respeto y afecto por Sinán siempre fueron uno de mis más preciados caudales intelectuales y humanos. He tratado, sin que ni él ni nadie más me lo pidiera, de dedicar parte de mis esfuerzos como promotor cultural al rescate de su obra. En este sentido, en más de una ocasión he sido editor de libros suyos o sobre él, así como creador de iniciativas que exaltaron su figura y rinden tributo a su quehacer literario, no tanto por la persona que fue Sinán, sino porque reconozco la trascendencia de sus libros y creo imprescindible que éstos sean valorados a fondo por las nuevas generaciones de lectores.
Así, en 1982 publiqué dos libros suyos estrenando con ello mi recién creada Editorial Signos: uno en México: "Homenaje a Rogelio Sinán; Poesía y Prosa", y otro en Panamá: "El candelabro de los malos ofidios y otros cuentos". Como Jefe del Departamento de Letras del INAC, en 1992 reuní y publiqué, en la recién creada Colección "Antologías y Homenajes", un libro que reunió buena parte de los estudios críticos dispersos que había en ese momento sobre su obra: "El mago de la isla". En la misma colección publiqué también la segunda edición de una obra suya largamente agotada: "La cucarachita mandinga" (ambos libros se los entregué simbólicamente en un memorable acto cultural en el Museo "Reina Torres de Araúz" cuando cumplió los 90 años, en abril de 1992; murió dos años después, el 4 de octubre de 1994).
Más recientemente, como Coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica de Panamá, en donde laboro desde 1996, he realizado diversas actividades que continúan honrando la figura y obra de Sinán. En abril de 1996 fundé con el apoyo del Ing. Héctor Montemayor (Rector de la UTP), el ya muy prestigioso "Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán", que ya estamos convocando este año por quinta vez y que ha producido hasta el momento cuatro ganadores (1996, 1997, 1998 y 1999) de Centroamérica y Panamá. En enero-abril de 1997, la revista "Maga", ahora coeditada entre la Universidad Tecnológica de Panamá y la Fundación Cultural Signos, volvió a dedicarle un número a Sinán (No. 30). Y hace apenas unas semanas, volví a convertirme en su editor, con el consentimiento de sus hijos, después que la UTP aprobó mi iniciativa de publicar el libro "Poesía completa de Rogelio Sinán", que reúne 110 poemas de este autor (todos menos sus poco conocidas "Décimas a la suerte de la Patria" pertenecen a sus libros anteriores, el último de los cuales se agotó el mismo año que fue editado por el Ministerio de Educación de la época "Saloma sin salomar", de 1969).
Además de mi profunda vocación de escritor, siempre he sentido la necesidad de incentivar, promover y difundir la buena literatura nacional, sobre todo la que van haciendo con talento y esfuerzo pero sin recursos los nuevos autores panameños, bastante jóvenes la mayoría. Aquí debo confesar que Sinán leyó y corrigió, antes de que se publicaran, mis primeros cuentos ; aquéllos que en un lejano 1964 ganaron Mención Honorífica en el Concurso Ricardo Miró, y que fueron publicados por él en el Ministerio de Educación y al año siguiente en el libro: "Catalepsia". Yo he tratado de hacer lo mismo con los primeros textos de los autores jóvenes y no tan jóvenes, sobre todo a través de talleres y seminarios impartidos en los últimos dieciséis años, así como mediante la creación de certámenes literarios. En ese sentido, tuve el honor de crear, en 1992, en el INAC, el Premio de Poesía Joven "Gustavo Batista Cedeño"; en la Universidad Tecnológica de Panamá, en 1996, además del Premio Rogelio Sinán ya mencionado, inventé el Premio Nacional de Cuento "José María Sánchez", que sigue vigente; y en la Fundación Cultural Signos, los premios "Stella Sierra", de poesía y "Rodrigo Miró Grimaldo" de ensayo literario, entre otros.
Pero mi faceta de promotor cultural, dentro de la cual se realizan mis desvelos como editor de libros y revistas (desde las coyunturas del INAC, la Editorial de la Universidad de Panamá, la Editorial Signos, la Universidad Tecnológica de Panamá y la Fundación Cultural Signos, según fuera el caso), además de ser una característica de mi personalidad, debe sin duda sus orígenes a esa actitud de solidaridad y desprendimiento que, conmigo y con muchos otros autores nacionales, siempre desplegó Sinán. Honrar honra.
Termino estas reflexiones haciendo un vehemente llamado al Instituto Nacional de Cultura -a su actual director, el escritor Rafael Ruiloba- quien también tiene una deuda intelectual con Sinán, para que ahora que les ha sido donada una moderna imprenta por deferencia del gobierno de Japón, ponga equipos, mano de obra y voluntad férrea y consecuente al servicio de la impostergable tarea de publicar sin favoritismos ni mezquindades los mejores libros de los escritores panameños. En ese contexto, estoy convencido de que habría que empezar por reforzar la bibliografía literaria nacional con una publicación urgente e indispensable, que desde hace quince años reclama una reedición: la obra cumbre de Sinán, "La isla mágica", cuya segunda y última edición se hizo en Cuba en 1985 y permanece agotada, siendo, como sin duda lo es, una de las más importantes novelas latinoamericanas del siglo XX.
Si bien, por su extensión, se trata de una obra voluminosa y de contenido denso y estructuralmente complejo, lo cual por supuesto implica una inversión considerable, no es menos el cierto el hecho de que ahora la Imprenta de la Nación ha sido renovada y está en su mejor momento para, literalmente, "poner manos a la obra". El tiempo -vuelvo a mi idea inicial - también es palpable acción tras la voluntad de hacer. Sinán y Panamá se lo merecen. Cuando dentro de apenas dos años -en abril del 2002 -celebremos con orgullo y júbilo el centenario del nacimiento de Sinán (Taboga, 1902), qué mejor tributo a su memoria que poder remitir a los noveles lectores panameños y del mundo a la tercera edición de "La isla mágica", publicada con profesional esmero con el sello editorial de un renovado y solidario Instituto Nacional de Cultura. ¿Por qué no empezar tal esfuerzo desde ahora? Con un poquito de imaginación y tenacidad, sin duda no faltarán empresas que se dejen convencer del prestigio que representaría ser patrocinadores de tan laudable iniciativa. El INAC tiene la palabra.
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